-El abuelo está en el hospital –dijo mi hermana desde el otro lado de la pantalla.
-¿Otra vez? –Pregunté distraída.
-Sí, ayer vino la ambulancia.
-Viejo cabezota –murmuré.
-Bueno, como te contaba –prosiguió mi hermana – este chico que acabo de conocer…
El ruido de las llaves en la puerta la acalló por un instante. Puso los ojos en blanco.
-Es la abuela. Abuela saluda a tu nieta.
Mi abuela entro como una exhalación.
-¿Has cenado ya?
-Abuela estoy hablando con Teresa –esa era yo.
-No has cenado todavía ¿No? No entiendo estas modas nuevas de delgadez…
Ya empezaba…
-¡Abuela! –la llamé lo más alto que pude -¡Abuela!
-Si no comes bien no tienes vitaminas y… ¿Teresa? ¡Marta! ¿Cómo no me dices que estás hablando con tu hermana?
Mi hermana volvió a poner los ojos en blanco negándose a luchar con ella.
-Cariño, ¿Cómo estás? ¿Estás comiendo bien? Te veo muy delgada. Si te hace falta más dinero te lo mando, tú no dejes de comer.
-Abuela…
-No quiero que vuelvas otra vez esmirriada como hace dos años.
-Abuela…
-Estas tan guapa… Sabes que te quiero mucho ¿Verdad? –Me mandó un beso –te echo de menos.
Sonreí, mi abuela era una persona de naturaleza muy dulce.
-Sí abuela, estoy bien y como mucho. Yo también te echo de menos ¿Cómo estás? Me he enterado de que el abuelo está otra vez ingresado.
Mi abuela suspiró.
-El loco de tu abuelo no quería ir al hospital. Casi me mata cuando llamé a la ambulancia… Lo acaban de sacar de la UCI. Esta noche la pasara en planta. Pero no te preocupes, ya está diciendo de irse de pesca con sus amigos este miércoles.
Mi abuelo siempre había sido muy obstinado en cuando a hacer lo que le diera la gana en el momento menos oportuno.
-¿Te puedes creer que el muy egoísta me pide que me quede toda la noche? ¡Y me dice que si no tengo que dormir con mi nieta! –Mi abuela hizo un gesto con el dedo índice muy poco apropiado de una señora de su edad -¿Qué se cree ese cerdo? ¿Que soy una cualquiera? ¿Que me voy a tirar a otro viejo?
No pude evitar reírme. Mi abuela tenía una personalidad muy dulce, excepto cuando se trataba de mi abuelo.
-No os caséis nunca –continuó muy seria –Todos los hombres son unos guarros, que no os engañen. Vosotras tened muchos amigos y haced lo que tengáis que hacer. Voy a hacer la cena.
Dicho esto desapareció de la pantalla. Mi hermana y yo nos miramos y nos echamos a reír. Estábamos demasiado acostumbradas a los arranques de mi abuela.
-Se ha puesto peor ¿Sabes? –dijo mi hermana cuando nos hubimos calmado.
La miré sin entender. Suspiró.
-Desde que te fuiste cada vez está más inestable. Se comporta como una niña, no recuerda las cosas… no deja de empeorar.
Los ojos de mi hermana se llenaron de tristeza.
-¿Cómo está el abuelo? –pregunté.
-Está mayor… no deja de entrar y salir del hospital. No sé hasta cuando aguantará.
-Lo sé… Aunque me preocupa más qué le pasará a la abuela cuando el abuelo muera.
Mi hermana asintió.
-Tengo que irme, mañana tengo examen.
-Buena suerte. Avísame si el abuelo empeora.
Con esto se cortó la comunicación. Cogí el móvil y le mandé un mensaje a mi compañera de piso. Me respondió al momento diciendo que sentía mucho no estar aquí y que no me preocupara, que como siempre, se recuperaría.
Sonreí para mis adentros. Mala hierba nunca muere.
Hace años que acepté que no le quedaba mucho tiempo. Ya apenas me afectaba la idea de perderlo. Tampoco es que tuviera buenos recuerdos de él. Siempre había sido un hombre egoísta, machista, terco, grosero, guarro y de grito fácil.
Nunca había tratado bien a mi abuela, ni se había preocupado cuando mi madre tuvo leucemia hace unos años.
No tenía ningún recuerdo agradable suyo. Excepto quizás una vez hace muchos años, cuando nos compró una caña de pescar a mi hermana y a mí. A día de hoy odio la pesca.
Me puse a estudiar para mantener la cabeza ocupada, no quería pensar en eso.
***
Un zumbido llamó mi atención. Tenía un mensaje:
“El abuelo ha empeorado, no puede respirar y no saben por qué. Te volveré a escribir cuando sepa algo más. Pd: ha preguntado por ti.”
Deje el móvil a un lado. Parece que esta era su última batalla.
***
Mi compañera llegó a casa poco después y entró directa a su habitación.
No me esperaba que no preguntara sobre mi abuelo… Sé que le había dicho mil veces que nuestra relación no era buena y que era un hombre muy fuerte, pero no preguntarme sobre cómo me siento… necesitaba desahogarme. Necesitaba decirle a alguien que mi egocéntrico y malhumorado abuelo se moría.
No debería importarme de todos modos. Ya me había despedido muchas veces. Pero… había preguntado por mí. Nunca preguntaba por mí. ¿Tan mal estaba?
Miré a mi móvil en busca de respuestas ¿No volvería a verlo? ¿Aguantaría hasta navidades?
Viajaría a España en unos días, pero quizás no llegaría a tiempo…
Unos golpes en mi puerta me sacaron de mi ensimismamiento.
Nuria abrió la puerta de mi habitación.
-Hola… ¿Estás bien?
No podía mirarla, sentía que todas mis emociones estaban a punto de desbordarse.
-Yo… -me callé notando que mi voz se rompía.
-¿Ha pasado algo?
-Se ha puesto peor –Notaba como me ardían los ojos.
-Oh dios… lo siento mucho…
-Quiero estar sola –dije apenas en un murmullo.
Me miró dulcemente, pero no se movió. Era estúpido que me cabreara con ella pero no podía evitarlo.
-He dicho que quiero estar sola.
¿Hasta cuándo podría sujetar las lágrimas?
De repente me abrazó. Por un momento no supe cómo responder. Sentí como todas las emociones que había estado aguantando me anegaban. No pude abrazarla, tan solo le agarré la camisa como si fuera una niña pequeña y lloré.
-Viejo cabezota –murmuré.
FIN
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