Si no hablas. Si no gritas las injusticias. Si te vuelves tolerante con la violencia gratuita. Si miras de costado frente a violaciones de libertades básicas. Si callas cuando deberías indignarte, es que el miedo conduce tu vida. Es que prefieres ser invisible. Irrelevante. Nada.

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El prisionero despertó empapado en sudor. Luchador social y preso de conciencia esta vez tenía las horas contadas. El Consejo de Guerra daría lectura de la sentencia definitiva en las primeras horas de la mañana. Podría ser condenado a muerte como otros de su generación o en el mejor de los casos seguir preso sin saber cuándo recuperaría su libertad. No sabía cuál sería su suerte. Había tenido otra vez el mismo sueño. Una música estruendosa lo invadía todo. Un gentío en tropel tomaba la prisión y el pueblo en armas venía a su rescate pero, al intentar escapar, corría por error hacia el patio donde un pelotón de fusilamiento se alistaba a disparar. No quería morir. Quería despertar, pero no podía. En el estruendo sus palabras eran gritos que nadie podía escuchar.

– El prisionero Ramiro Prialé Prialé se pondrá de pie para la lectura de la sentencia. El Secretario relator notifica que este Consejo de Guerra ha decidido continuar la carcelería efectiva imponiéndole una pena de 4 años de prisión que con descuento de la detención que lleva sufrida terminará el 10 de Noviembre de 1952.

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Luego de varios años de espera se sintió relajado. Le acababan de decir que continuaría con vida, aunque sin libertad. Este nuevo periodo sumaría un total de trece años de carcelería.

Había vivido perseguido por todas las dictaduras de turno. Forzado a una existencia en clandestinidad pasó parte de su vida adulta a salto de mata, cambiando de nombre para sobrevivir y poder continuar su lucha por ideales que finalmente el tiempo alcanzó; los derechos civiles, las ocho horas de trabajo, el derecho al voto.

Luchador social, varias veces encarcelado y desterrado por sus ideas, bregó tenazmente por la instauración de derechos humanos y civiles elementales, la vigencia de una democracia plena,  por la libertad de expresión y el voto ciudadano sin distinciones.

Miles de sus correligionarios fueron fusilados ante un pelotón durante la revolución de Trujillo de 1932. Fue una larga batalla de casi tres décadas signadas por la persecución, la cárcel y el destierro. Existes porque resistes – solía decir.

La presión social y política dio frutos en la segunda mitad del siglo veinte y se instaura una democracia tutelada por las Fuerzas Armadas en el Perú. Ramiro sale de la que sería la última de sus prisiones.

Para ganar la libertad de todos los presos de conciencia como él, tuvo que darle la mano a quien lo tuvo en prisión cinco de los trece años que pasó entre rejas, el Presidente Manuel

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A. Odría General del Ejército peruano quién llegó al poder como llegaron más de la mitad de todos los presidentes que ha tenido el Perú. Como dictadores luego de un golpe de Estado.  Finalmente su gesto y su gestión lograron la anhelada libertad para todos los presos políticos.  La dimensión del hombre es el olvido – solía decirme. 

Décadas después Ramiro le daría trabajo a la hija de su carcelero, para entonces caído en desgracia. El mismo que le enviaba mensajes a su esposa Antonieta diciéndole que lo habían asesinado durante una reyerta en prisión, para que salga corriendo a medianoche, con un nudo en la garganta, en pos de la verdad. A ella Ramiro le escribiría desde Costa Rica en uno de sus tantos destierros – Pienso en la pobreza que he dejado y en la que me he traído. Viajé con treinta dólares. Debí hacerlo con la mitad, vida mía.

Hizo presidentes. La víspera de la elección nacional pidió a su partido que voten por Manuel Prado Ugarteche, quién resultó electo Presidente de la República en 1956.

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En el saludo protocolar el presidente electo aparece  flanqueado por su edecán Juan Velasco Alvarado quien daría un golpe de Estado en 1968.

Nació a principios del siglo 20 pero vivió para ver los avances portentosos de la tecnología. La llegada de la luz a su pueblo, los primeros automóviles, la radio, la televisión, la llegada del hombre a la Luna, la era de las computadoras personales.

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El pueblo lo reconoció como hijo suyo. Le daba el mismo trato y  la misma atención a un humilde campesino ó al embajador de una potencia mundial.

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Fue Presidente del Primer Parlamento Latinoamericano y dos veces Presidente del Senado de la República del Perú. La segunda vez en 1986, resultó electo por la mayoría absoluta del Congreso. La oposición votó en bloque por él.

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Como cuando muere un hombre grande; un enorme cortejo de decenas de miles de hombres y mujeres se volcó a las calles a despedir a quien consideraban uno de los suyos. Un hombre del pueblo, un humilde maestro de aulas. El gobierno declaró tres días de duelo nacional.  Había entre el gentío personas de edad avanzada, enfermos en silla de ruedas, hombres en muletas que salieron a la calle a caminar junto al féretro. Uno se preguntaba que fuerza misteriosa podía hacer que tanta gente con dolor y gran padecimiento físico dejase el hospital, la cama, la atención de cuidado para caminar junto a Ramiro hacia su última morada. Las palabras más entrañables fueron expresadas por sus adversarios políticos. Fue enterrado con honores de Prócer. Su vida dicen todos, fue un ejemplo para la Nación. Como buen maestro, logró añadir dos palabras al vocabulario de la frágil democracia que ayudó a construir el siglo pasado. La tolerancia y la concertación.  

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Su vida hizo un arco en el tiempo, atravesando el siglo veinte como una flecha encendida lanzada en la noche de la historia; una pequeña antorcha que se elevó rauda para convertirse por un momento, en una luz, en un instante en la conciencia de los hombres.

Somos polvo camino a las estrellas – solía decir.

FIN

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