Para que entiendas

Para que entiendas

Escucho tu silencio

mientras percibo tu ausencia.

A mi alrededor

un olor a flor sin pétalos

se expande,

cruel simbolismo

del desastre

que se presenta.

El agua,

limpio elemento,

me sacude las manos

en un vano intento

por desprender

lo que he hecho

de entre mis recuerdos.

Los rojos glóbulos

se escurren

por el fregadero,

pero el sabor marchito

conmigo se queda.

Tú me miras

yo te explico:

– Perdona – te digo

– fue la pasión

que dicen

que es ciega.

No respondes

estás inerte

ausente

de cuerpo presente.

Yo continúo:

– No quise hacerte daño.

– Yo te amo.

El vacío entre nosotros crece.

¿Qué ha pasado?

Me pregunto.

Me responde un cuchillo

ensangrentado

que por una razón

que obvio,

descansa

plácidamente

en tu pecho bien clavado.

Es mi sino

nací para mal parido

mi padre siempre me lo dijo

cuando con la correa

me educaba

dominado por el hálito

del vino.

Mi madre gritaba:

– ¡No pegues

al niño!

Pero ella también callaba

con un puño certero

que él le prestaba.

Así fue mi pasado

no me justifico

no tengo remedio

es un sello que

llevo puesto.

Una marca que me regalaron

y por la que tú has pagado

un precio

muy caro.

¿Sabes?,

tus visitas me reconfortan

hablamos y me siento atendido.

Tus estancias son breves

y algo tenebrosas

al caer de la luna

y de las sombras.

Discutimos sobre

lo humano y lo divino.

– El hombre es hombre

y la mujer ha nacido

para servirlo

– te digo.

Tú suspiras.

No estás de acuerdo conmigo.

Hasta que un día,

en que yo

me obstino

en demasía,

y te levanto la mano,

tú me miras con espanto

sonríes como un fantasma,

ser horrible salido

de las entrañas

de mi pasado,

y me anuncias

que ya tengo prevista

mi condena.

Yo ironizo,

– Las rejas que me guardan,

mi infancia maltratada,

tú,

mujer,

con tus ideas de igualdad

¿qué más condenas piensas

que puede sufrir

este hombre

que por tantas

ha padecido,

llegando incluso

a tener que aplicarte a ti,

la madre de mi hijo,

un castigo,

siendo a veinte años la pena,

por lo que un juez

denominó delito?

Tu mirada ciega

entonces me contempla.

Tus marcas sanguinolentas

se contorsionan,

cicatrices de una vida

que a mi lado has sufrido.

Y tu boca,

abyecta,

se hiende

para anunciarme

mi pena.

– “Nacerás mujer

pronto

cuando mueras … para que entiendas”.

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