En el colegio dicen que tenemos dos mamás: la nuestra, la de cada uno, y la Virgen María, que es la madre de todos. Yo siempre levanto la mano y le cuento a la profe que entonces yo tengo tres, porque mis padres no son mis padres de verdad y una vez al mes me llevan a ver a mi madre la que sí es de verdad, que vive en un piso bastante pequeño que huele mucho a colonia, o a ambientador, o a algo de eso. Cada vez que digo esto la profe pone la misma cara que pone Asun, mi hermana mayor, cuando ve la película de antena tres de después de comer. Que son malísimas, según mi padre, y siempre son iguales, pero ahí están las dos, madre e hija, todos los domingos delante de la caja tonta. Yo prefiero irme al fútbol con él, me encanta ir al estadio y que todo el mundo le choque la mano y le llame señor y le hable como si fuera alguien muy importante. A mí me hace gracia, porque si lo vieran pasear por casa en calzoncillos seguro que se reían y no le decían señor esto, señor lo otro. Me encanta sentarme en esos asientos tan cómodos y la cocacola y las empanadillas que me dan en el descanso.
Mamá siempre me dice que a mi madre de verdad le tengo que llamar mamá, y contarle cómo me va en el cole, y darle besos, y decirle que la quiero. A mí me da un poco de miedo: está muy delgadita y se le cae el pelo. Y tiene algún diente cucao, pero mamá me dice que no le pregunte por eso. Cuando vamos a su casa papá siempre baja el primero. Llama al telefonillo, sube y al rato llama a mamá al móvil para que subamos nosotras. El otro día papá estuvo un buen rato llamando, y nosotras esperando en el coche, hasta que de repente vimos a mi madre la de verdad cruzar la esquina. Debía de dolerle un pie, porque caminaba raro. Papá se acercó a ella y la cogió de los hombros, pero no de la manera que coge a sus amigos cuando nuestro equipo marca un gol. Mi madre de verdad se arremangó el suéter y papá se puso a mirarle los brazos, a tocárselos. Yo le preguntaba a mamá ¿qué pasa, mami?, y ella me decía nada, cariño, tranquila, no pasa nada. De repente mi madre de verdad se puso a llorar y a chillar y papá la metió en el portal. Nunca lo había visto tan enfadado. Al rato llamó a mi madre al móvil, y cuando pensaba que íbamos a subir mamá arrancó el coche y nos fuimos a casa. ¿Entonces hoy no veré a mi madre de verdad?, le preguntaba, pero no me decía nada.
De eso hace ya un tiempo y desde entonces no he vuelto a verla. Papá dice que está de viaje, que no sabe cuándo volverá. A mí me daba un poco igual, la verdad, porque prefiero quedarme jugando con mis muñecas en casa, pero desde hace una semana estoy tan aburrida que hasta me apetece ir a verla. Mamá dice que estoy malita y que no puedo salir de casa, pero yo me encuentro de maravilla. Llega a la habitación por las mañanas, me despierta, me da un beso y me toca la frente y me dice uy, cariño, hoy tampoco podrás ir al cole. Yo me pongo a llorar, porque me encanta ir al cole. Es el primer año que voy, porque antes mis padres decían que era demasiado pequeña para ir. Es un poco raro, porque le pregunté una vez a Asun y me dijo que ella empezó a ir al cole a los tres años. En fin, que ahora ya voy y me encanta hacer sumas, o la pe con la a pa, y aunque soy la más mayor de la clase he hecho muchas amigas y nos lo pasamos muy bien jugando a la goma en el patio o con la profe, que es simpatiquísima y dice mi madre que es un amor.
Pues eso, que estoy más aburrida que una ostra, porque creo que ya llevo una semana malita, desde el día que me tropecé en clase y me hice sangre en el labio y Sandra, mi mejor amiga, intentó curármelo. La profe nos vio de lejos y empezó a pegar gritos, vino corriendo y cogió a Sandra en brazos. Nunca había visto a la profe tan nerviosa. Nos pusimos todas a llorar. A la enfermería las dos, nos dijo, y yo le dije pero profe, Sandra no se ha hecho nada, solo me estaba curando. Calla y cógeme la mano, me dijo. Yo me callé y le cogí la mano, claro, a la profe hay que hacerle caso, sobre todo cuando se enfada.
En la enfermería nos pusieron a cada una en una sala distinta. Clara, la cocinera, se puso unos guantes y me curó la herida. Los padres de Sandra llegaron en seguida, estaban muy nerviosos, se les oía por la pared. No se les entendía bien, pero decían algo así como que no era buena idea y que ellos ya lo habían avisado. Al rato llegó papá y me miró la herida y me dio un beso en la frente y me dijo espérate aquí, cariño, que tengo que ir a hablar con Doña Juaquina, ahora enseguida nos vamos a casa. Tardó bastante rato, y cuando por fin vino a por mí tenía los ojos rojos.
En casa mamá estaba llorando. Nada más entrar por la puerta vino y me abrazó fuerte y se puso a llorar más todavía. Yo le decía pero mami, tranquila, que estoy bien, si solo es una heridita, y ella me miró con la cara que ponía el otro día viendo el documental de una familia que está de vacaciones y una ola gigante los aplasta. Me llevó en brazos a la cama y aquí estoy desde entonces, metida en casa, más aburrida que una ostra.
Asun a veces sube y me hace compañía un rato. Hoy le he preguntado que cuándo volveré al cole y me ha dicho que no lo sabe, que me tienen miedo, que todos me tienen miedo. Se debe de haber equivocado, cómo me van a tener miedo, si solo soy una niña. Cuando llegué papá del trabajo le preguntaré.
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