No me lo podría creer. No podía ser. Listados definitivos de destinos y es el mismo que en el listado provisional, L.A. La obsesión de quedarme en Segovia no me dejaba ver, la ira empezaba a recorrer mi cuerpo, mi mente quería explotar con mil improperios, quería llorar para desahogarme, convencerme de la injusticia que se cometía hacia mi persona, quería despertar y ver que no era real. Pero lo era.
Busco en internet el mapa de España y busco dónde narices queda esa localidad, ¡¿por dónde se va?!, ¡qué carreteras!, pero … ¡¿dónde me han enviado?!.
No me queda otra que tranquilizarme, me dije, o caerás enferma. Ya sabes, Munli que todo lo que experimentes mentalmente irá a tu cuerpo de la peor manera posible. No más enfermedad, no más enfermedad. Acepto lo que la vida me da. No me resigno porque la resignación es el peor de los pecados como dice Doctor Deseo en una de sus canciones.
El viaje no fue bueno, nacionales y comarcales con curvas infernales. Para los motoristas debe ser una gozada, pero para mí no. Atasco en San Rafael, pero ¿a dónde va tanta gente?. Atasco en la CM-501 ¿pero qué hay en esta zona para que haya atasco?. No me lo puedo creer. ¿Por qué no aprenden a conducir?.
Intentaba no volverme loca y sobretodo no volver loco al conductor, sufridor tanto o más que yo. Nuestro nuevo destino de residencia y para mí de trabajo. ¿Cómo sería? ¿Habría supermercados?¿Habría ni tan siquiera gente por la calle?.
Las dos horas de viaje las hemos pasado casi en silencio, intentando digerir lo que nos estaba pasando, intentando calmarnos porque sabíamos que teníamos que hacer, otra vez más, una mudanza.
Cogimos la salida de guisando, los toros de guisando. Me vino a la mente Mariano Rajoy en su discurso en el Congreso que había hecho referencia a los toros de guisando. ¡Anda! los toros de guisando de Rajoy, no sabía que estaban aquí, no sé que me enseñaron en el colegio porque la verdad me siento bastante ignorante cada vez que viajo y descubro cosas nuevas. A partir de ese comentario nuestro tema fue recurrente, el colegio, parece que no hemos superado esa etapa en la que te marcan cual vaca. Hay que aliviar el viaje de ida hablando de lo que sea.
Fue entrar en el valle y la expresión de mi cara cambió, sentí una sensación de paz, una buena vibración que no me lo podía creer. Esos colores en la vegetación, los pinos verdes, pero un verde brillante, el cielo azul. Todo brillaba de manera distinta. Entonces vinieron a mi mente todas las enseñanzas de Deepak Chopra, Eckhart Tolle, Louis Hay, Chamalú y tantos otros que me ayudan a entender el viaje de la vida. Intentaba recordar frases de ellos para convencerme que esto tenía que ser así. La casualidad no existe Munli, es la causalidad no te olvides.
Aparecía la montaña verde ante mis ojos, en pleno septiembre, íbamos atravesando pueblos con palmeras. Mientras miraba obnubilada el paisaje me vino a la mente la zona de la Vera, era igual, las mismas características. ¿Había estado antes aquí?. ¡Qué paisajes tan similares!
Mi ego quería salirse con la suya e intentaba introducir pensamientos negativos en mi mente, pero mi corazón no me dejaba, me vibraba, me decía que era buen destino.
Por fin entramos en L.A no quería perderme nada de lo que iba a vivir durante un año y de repente, la montaña inundó mis ojos, sentí que latía para mí. Me daba la bienvenida. Te estaba esperando desde el año pasado, me decía, pero no quisiste venir. Ahora vienes a la fuerza pero no te imaginas lo que haré por ti.
Aparcamos en la calle donde habíamos quedado con el propietario del chalet, entramos, miramos y escuchamos lo que nos ofrecían. El precio era inmejorable, ¡cómo para dejarlo escapar!. Nos lo quedamos, le dijimos a los propietarios.
Salimos huyendo de L.A. y volvimos a encontrar atasco para salir del valle y en San Rafael, llegando a estar parados un rato. ¡Qué quieres de mi! estoy aceptando mi nuevo destino, no me castigues más. Por fin en casa, llena de cajas para mudarnos, después de tres horas de viaje para volver. Un total de más de cinco horas de viaje en un mismo día. Agotador.
Al día siguiente, nos levantamos más relajados y no nos lo podíamos creer que saliera bien, que hubiera buenas vibraciones en el valle, que no hubiéramos tardado en encontrar casa como otros años. Después de un año de tormento compartiendo piso que pasen cosas buenas no puede ser posible. Pero lo es. Lo ha sido y lo sigue siendo.
Cuando volvimos al valle, a empezar la mudanza, nos asomamos a la ventana del salón del chalet, con esa tranquilidad de haber encontrado casa en tiempo récord. Qué impresión ver la montaña tan cerca, la podemos tocar. Y entonces vino a mi mente la última escena de la película El guerrero pacífico:
– ¿Dónde estás? Aquí.
– ¿Qué hora es? Ahora.
– ¿Qué eres? Este momento.
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