Jamás hubiera pensado que un día sería yo quien anduviese por la calle esperando que la próxima persona a la que me dirigiera tuviera el detalle de escucharme. Nunca pensé que junto a mí caminaran la tristeza y la desesperación, siempre sobre mis espaldas, cargando con ellas de forma que en algunos momentos me obligaran a parar y tomar aire.

Me había dejado la salud, por lo que en aquel momento creí “la gran oportunidad de mi vida”. Acabé convirtiéndome en alguien ridículo, entrando en la dinámica de autodestrucción que solo tenemos los humanos. Había dejado de verme imperfecta.  

Todo se pierde mucho más rápido de lo que se gana, al igual que las cosas importantes se valoran más cuando no las tienes. Las deudas se anudaron a mi cuello y apretaron con fuerza. Sin saber cómo, perdí el trabajo y antes de lo que pude imaginar, me quedé sin nada. Sin nadie.

Los días son demasiado largos, y las noches, de tanto desear que terminen, parecen reírse de mí haciendo todo lo contrario. A base de golpes he vuelto a recordar palabras como vergüenza. Impotencia. Vacío… O más bien debería decir infinita soledad. La presión del pecho, el aumento de los latidos del corazón, se transforman en llanto cuando tienen compasión, de lo contrario, te ahogas, mientras tu mente se rompe en mil pedazos que desearías sacar aunque fuera con violencia.

Dejé de pensar en mi futuro por mi propio bien. Dejé de pensar en el pasado porque ya no me reconocía, y empecé a convertirme en  alguien invisible. En una de tantas sombras. Ahí es donde me di cuenta de la importancia que tiene un gesto amable, una caricia, me di cuenta de lo importante que era que las personas te miraran a los ojos. Más que ninguna otra cosa que hubiera perdido, resignarme a no tener identidad, sin duda fue mi total destrucción.

No sé si alguien recogerá este papel arrugado del banco donde he pasado mis últimas semanas, seguramente ya no queden cartones ni huellas que hablen sobre las pesadillas que me asaltaban por la noche, a veces en sueños, a veces reales. Ni siquiera yo sé qué pretendo, dejando estos pensamientos escritos como si a alguien le llegasen a interesar. Pero por si acaso, por si mis palabras se toparan con aunque fuese una persona que las leyera, me gustaría decir que:

-Nadie nace entre cajas de basura. Si pudiera retroceder en el tiempo, créeme si te digo que cambiaría todas mis prioridades. Escucharía lo que  pide el mundo a mí alrededor.

Miraría siempre a los ojos para acabar con las “sombras”.

Nohemí Abad Jiménez

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