Viernes, 3 de mayo de 2050. Esta madrugada, cientos de miles de personas han marchado en múltiples ciudades, desde Maputo a Jakarta, Caracas, Ontario, Boston, Barcelona, Quito, Sidney o Bombay entre otras al grito de “queremos parir, queremos morir” La marcha coincide con la muerte del neo-biólogo Klaus Infinite, en su casa de Camberra por causas naturales.
Se cumplen exactamente 21 años desde que Infinite regalara a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la patente de su vacuna contra la mortalidad y quince desde que el Alto Comisionado para el Control Demográfico (ACCD) comenzara la campaña de esterilizaciones masivas obligatorias para compensar el estancamiento de la mortalidad entre los 3000 millones de personas vacunadas.
Las protestas que vienen fraguándose desde hace al menos una década, han alcanzado su cenit esta madrugada. Generaciones de jóvenes demandan la derogación de ambas vacunas bajo el lema “queremos parir, queremos morir” Andrea Mister, una joven lideresa del movimiento afirma en declaraciones a los medios: “Nuestras abuelas y madres nos han contado lo que es la maternidad, queremos experimentarlo. Queremos dar vida, no que prolonguen la nuestra”
Por otro lado, Joseph Matate, integrante de la llamada “Generación Infinite” – vacunados en 2029 a la edad de 100 años – afirma querer tener la posibilidad de morir si lo desea “He vivido mucho, estoy cansado, y sin la posibilidad de tener nietos y verlos crecer…”
Sin embargo, expertos en la materia aseguran que los efectos de ambas vacunas son irreversibles y solo aquellos que no entraron en los primeros cupos de vacunación tendrían la posibilidad de optar por la mortalidad y en su caso la maternidad, y sólo si la Unión Transatlántica de Naciones (UTN) autorizase una modificación sobre su obligatoriedad.
De momento, ni la UTN ni el ACCD han hecho declaraciones, aunque se espera que en la próxima Cumbre Mundial el tema eclipse el verdadero propósito de la misma: la autorización de la vacuna de la felicidad imperativa.
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