A Josep Ferrari la psoriasis se le detectó a los 25 años. Comenzó en su espalda, con una picazón terrible que dejó sus sábanas todas manchadas de sangre. Fue una maldita enfermera de hospital, con cero tacto y humanidad, quien le dijo que esta enfermedad era crónica, por lo que la tendría toda la vida. A los años se le multiplicó por todo el cuerpo, en piernas y brazos y hasta el cuero cabelludo.
Esta enfermedad se produce cuando el sistema nervioso se altera y algo en el cuerpo activa la excesiva mitosis de células epidérmicas, que se acumulan en placas, al principio con coloraciones rojizas y luego como auténticas costras, si no se sabe cuidar. Por aquellos años, Josep estudiaba en la universidad y estaba comprometido en cientos de proyectos sociales y medioambientales, de allí que su cerebro pensaba día y noche sin parar. Dice creer que eso fue la causa de la activación de su Psoriasis. También hay un origen genético.
Un día, viendo a Wolverine de los X-Men, se le ocurrió que, como su organismo acelera las células epidérmicas, las personas psoriáticas tendrían en su sangre un gen especial que podría seleccionarse para ir en ayuda de pacientes con piel quemada y colaborar en una rápida producción de la piel que sirva como injerto. De hecho, siempre notó que el regeneraba rápidamente cuando tenía alguna herida y nunca se había roto un hueso.
Fue así como iniciaron los estudios en un laboratorio gubernamental, con él mismo como sujeto de ensayos. Y dio en el clavo, colocando así a la gente que sufre psoriasis como cotizados donantes, los cuales reciben muy buenos dineros por sus dosis mensuales de sangre, dinero que sirve enormemente para sus tratamientos. Y en el caso de Josep, quién continúa colaborando gratuitamente con el laboratorio, recibe los aplausos de todo el mundo por su visionaria solución para la gente quemada, aparte de ser considerado el auténtico X-Men, traspasando la ficción del comic para convertirse en un auténtico Wolverine real y solidario.
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