ATENCIÓN AL CLIENTE
No me apetecía nada explayarme aquel mediodía, e ir soltando tópico tras tópico mientras los perros correteaban y se peleaban a nuestro alrededor en el trozo de cercado que les había preparado el Ayuntamiento. Nos sentábamos, las tres mujeres y yo, en un banco que se habían agenciado del parque, algunos gamberros, en el anonimato de la noche. Lo habían destornillado del suelo y traído en volandas para satisfacción de todos. Permanecíamos a la sombra porque el sol empezaba a hacer sus primeros pasos de primavera. No eran ni viejas ni jóvenes, edad indeterminada, no soy muy buen fisonomista, pero ya no se la daban con queso aunque eso significaba poco, pues igualmente tenían que tragar con los dulces y la bilis que el día a día les ofrecía. Porque uno es como es, aunque aún eran aprovechables las tres para un buen polvo. No sé siquiera como se llaman. Sí sé, que una tiene un buen culo y unas buenas tetas, la otra un tipazo que quita el hipo y la tercera es simpatiquísima. Hay que ir con cuidado, son tres agresividades que muerden. Ahora que lo pienso, también tienen motivos. Ninguna de ellas tiene un trabajo que las satisfaga. Sector servicios, una bonita manera de decir que van a fregar la mierda de los demás, por cuatro cuartos y encima con las exigencias de unas mujeres, según cuentan, habitualmente maniáticas e histéricas.
Como decía: No me apetecía nada aquel mediodía hablar, así que escuchaba:
─ Ayer cuando venía de comprar, encendí la radio del coche y me cogí un cabreo de narices al oír que un psicólogo nos aconsejaba como teníamos que actuar para hacer más llevadero el cambio de hora. ¿No os parece alucinante? Ya sé que exagero, pero ¿no creéis, que nos quieren hacer más imbéciles y más dependientes de papá Estado cada día? ¡Mira, mira al Toby! Pretende montar a la Linda.─ explicaba la de las tetas grandes.
─ ¡Toby, ven aquí! Huele que está en celo, y solo hace que perseguirla.─ gritaba la buenorra.
─ ¿Qué no lo has castrado?
─Ni lo he castrado, ni lo castraré. No he castrado a ninguno de los perros que he tenido. No quiero contribuir a la extinción de las razas.
─ Entonces ¿no es adoptado?
─ No, yo no adopto, o me los dan o los compro. A mí nadie me va a exigir que los castre. Ya sin ningún tipo de ayuda, solo por las mierdas que nos comemos y que nos echan al aire están desapareciendo miles de especies, imagínate si encima les ayudamos y castramos nuestros animales. Que no, que no, a mí nadie me impone lo que tengo que hacer yo con mi perro. Yo decido sobre mi vida y sobre la de él.
─ ¡Claro que sí!, firme en tus trece─ aseveraba la simpática.─ Pues os he de contar lo que me pasó ayer cuando quise pedir hora a “Bienestar Social” para resolver el papeleo para solicitar la ayuda a la dependencia de mi madre. Fue kafkiano.
─ ¿Pero lo resolviste?─ preguntaron
─ ¡Qué voy a resolver!, escuchad que os cuento. Miro por la Web la página de Bienestar Social que te informa de los pasos a seguir. Primero “Cita previa” por teléfono o por Internet. Decido hacerlo por Internet y no dan citas hasta nuevo aviso. Vale. Pues llamo por teléfono a ver qué pasa. Me sale una voz informatizada que me va indicando los pasos que debo realizar. Ya lo conocéis, supongo: Si quiere ser atendida en català pulse 1, si quiere ser atendida en castellano, pulse 2; si quiere información pulse1, para trámites de familia numerosa, pulse 2… y así hasta que tienes que dar tu número del DNI. 40332475C. Y la máquina: 4, 0,3,3,2,4,7,J. Si es correcto, pulse 1, si no lo es repita el número de su DNI. 4,0,3,3,2,4,7,J. ¡No, estúpida máquina!, 5,C. Si es correcto, pulse 1, si…, Contabilicé más o menos unas diez repeticiones.
─ ¿Por lo menos conseguiste la “cita previa”?
─ ¡No!, déjame terminar. Estuve media hora con el dichoso DNI, finalmente la máquina da por bueno el DNI sin serlo para indicarme que no hay ni día ni hora para la “cita previa”. Que he de esperar. Y no pude conseguir hablar con nadie que me dijera cuando se abría otra vez el calendario. De la rabia tiré el móvil al suelo con tanta fuerza que lo he roto, y ahora estoy incomunicada. He de esperar al mes que viene a que cobre del paro para comprar otro nuevo. Me entraron ganas, antes de tirarlo, de pasar un gas lacrimógeno por las ondas que permiten comunicarnos, pero aun no sé hacerlo. Eso sí, si lo descubro, os juro que algún día se enterarán estos mamones que van quitando personal y lo van sustituyendo por máquinas.
Yo como os decía estaba al lado de ellas, sin participar, observando a los perros, pero al escuchar esto último no pude dejar de reírme e intervenir.
─ ¡Ostras!, no des ideas, no des ideas, que ya mismo se nos cargan por el móvil. Más fácil y más barato que encargar una avioneta para fumigar la tierra. Se ve mucho y no está bien visto. Ya mismo, nosotros estamos en una urna de cristal y son los robots lo que nos dirigen.
─ ¿Qué no dé ideas? Verás, ¿eh que estáis dispuestas?, ahora mismo nos vamos a ir las tres, perros incluidos a la puerta de Bienestar Social y vamos a manifestarnos hasta que consigamos al menos una promesa: “Que vuelvan a poner un teléfono de atención al cliente”.
Yo creo que se nos añadirá mucha más gente, porque estamos todos muy quemaos, sobre todo las personas mayores, a las que esto de la tecnología les viene un poco grande.
─ Eh, pues no sé, tienes razón… ¿qué me ofreces si voy vosotras?
─ ¿Te conformas con un beso?
─ Hecho.
Tres besos que me supieron a gloria. Y no sé si ellas y yo fuimos los pioneros, sé que fueron unas horas memorables y que han vuelto a colocar un teléfono de Atención al Cliente.
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