Otro día sin comer, sólo quedaba pan duro para los niños y las mujeres embarazadas. El resto tomaría únicamente té. Las heladas durarían por lo menos un mes más. Esta situación se repetía año con año, afectando principalmente a los viejos. José preparó a los hombres más fuertes para salir a buscar alimentos, el viaje era peligroso, sabían que algunos no regresarían. Los montes eran muy altos y cubiertos de hielo provocaban caídas mortales.

Fue en esos momentos que se escucho el ruido de un motor, todos se vieron entre si. Estaban salvados. Había llegado ayuda humanitaria. El lugar era de difícil acceso, por ello desde un helicóptero empezaron a arrojarles varios bultos, lo más cerca posible de sus cuevas.

Era la Sierra norte del país, cerca de las legendarias “40 casas” descubiertas y habitadas hace cientos de años y que a falta de viviendas, hoy es refugio de varias familias. 

En cuanto perdieron de vista el aparato, corrieron a recoger las cosas. Con alegría dieron las cobijas a los niños, que ya no pasarían tanto frío. El resto de los envoltorios contenían alimentos que les permitirían sobrevivir un tiempo.

Las madres, inmediatamente, pusieron a cocer frijoles, prepararon arroz blanco, echaron tortillas y sobre el comal colocaron una olla de café. Fue un día de fiesta.

En “Genatural” un laboratorio de gran capital, estaban a punto de concluir las investigaciones para desechar la posibilidad de que los alimentos producidos con biotecnología, pudieran causar daño o alteraciones en los seres vivos.

Alberto Díaz y su jefe, el ingeniero Charles Smith, responsables del proyecto comentaban que con la aplicación de genes modificados a algunas plantas, se habían obtenido frutos y vegetales de gran tamaño y aspecto inmejorable.

En cuanto a los animales alimentados con estos vegetales, aumentaron su visión, oído y olfato. Hubo también un resultado muy esperado: se detuvo el proceso de envejecimiento celular. 

-Cuando mostremos al mundo a  nuestro “primogénetico” después de cinco años de crianza, estoy seguro que  nadie se opondrá al uso de nuestros productos. Frank convertirá al hombre en inmortal. Encontramos la fuente de la juventud. “Somos como dioses Alberto”

Al inicio del experimento, la ley estableció un plazo de cinco años para demostrar que los alimentos genotecnológicos no producían alteraciones dañinas a las plantas, ni a los demás seres vivos.

Llegó el día, mostrarían a Frank al mundo entero. El simio era un joven de 15 años. Cinco años atrás, fue controlado, estudiado y alimentado como un Organismo Modificado Genéticamente (OMG) y el experimento había rebasado todas las expectativas.

“Genatural” obtuvo la patente y el permiso definitivo para comercializar productos de bioingeniería. Iniciaron una gran producción de fertilizantes y semillas que contribuirían a mejorar la calidad de frutas y verduras. Serian exportadas a todo el mundo.

Estos productos se enfrentaron la desconfianza de los productores del campo,  pero las pruebas que tenía el laboratorio, así como la aprobación de la Secretaría de Salud  permitieron que se empezaran a utilizar en algunas regiones del país.

Los sectores ecologistas se oponían. Protestaron y el descontento se generalizó en amplios sectores de la sociedad, pero nada detuvo el proyecto. Pronto se distribuirían en el mercado.

– Debo decirte que desde hace algunos años he estado enviando de nuestros alimentos a algunas poblaciones del país que se encuentran en pobreza extrema y los han consumido normalmente. Estos grupos han sido observados de manera permanente y su comportamiento es el mismo que antes de tomar nuestros productos -Confeso Charles.

Alberto no sabía qué decir, se sentía engañado, usado y sobretodo, fuera de la ley. Cualquier falla y todos enfrentarían severas consecuencias.

Hubo reclamos e insultos entre los jefes del proyecto. Darle a la gente los OMG durante su etapa de prueba, había sido muy irresponsable.

Cuando se calmaron, Alberto tuvo que admitir que confiaba en sus investigaciones y que no había razón para no usar los productos en humanos. Incluso la presencia del simio, era la prueba viviente de que todo estaba bien.

Los indígenas seguían consumiendo los productos que les enviaban. Pero aquí todo parecía estar demasiado bien. A pesar del frío extremo, los niños y los hombres del grupo parecían no sentirlo. Salían a jugar con el hielo y corrían tanto o más que durante el otoño o la primavera. Las mujeres se sentían más jóvenes, hacían sus deberes con mucha rapidez.

Los niños estaban creciendo mucho. Los mayores también empezaban a desarrollar estatura, fuerza y agilidad. Tardaron en darse cuenta de ello, pero cada vez era más notorio, porque los niños de esa raza, siempre habían sido pequeños y débiles así que llamaba la atención que ahora fueran más altos y con muy buena salud.

La compañía del ingeniero Charles, poco a poco demostró, en algunas regiones que aceptaron su propuesta que mejoraron sus cosechas en un 100 por ciento. La noticia se conoció en todo el país y la mayoría de productores del campo empezaron a utilizar los  Transgénicos.

El furor creció, las compañías cosmetológicas, los laboratorios de medicamentos y de  multivitamínicos, estaban en espera de las últimas pruebas con el simio. Gracias a su alimentación, en las últimas pruebas que se le realizaron, encontraron el gen que detenía el envejecimiento.  

Los trans son el milagro del siglo XX. La posibilidad de acabar con la hambruna mundial, no tenía precedentes. Mejores alimentos  a bajo costo. Pronto saldrían al mercado.

En los noticiarios esta información ocupó grandes espacios, junto con una nota sobre  grupos de hombres, que habían irrumpido en ciudades del norte del país, causando destrozos y robando alimentos. Su fuerza y tamaño eran superiores a cualquier hombre. Llamaba la atención su comportamiento; actuaban como simios y su parecido con ellos era asombroso. Las autoridades no habían podido detenerlos porque se movían muy rápido además de que se necesitaban varios hombres para contener a uno de ellos.

Alberto se encontraba en su casa y al escuchar la noticia, salió para los laboratorios. Llego al almacén donde se guardaban los videos tomados a grupos consumidores de  alimentos que contenían los OMG.

Se dio cuenta que hacía tiempo  no había grabaciones. Las últimas que estaban en el almacén mostraban a grupos de hombres y mujeres conviviendo normalmente. No había nada que pudiera alarmarlo. Pensó que seguramente, todo estaba bien.

El invierno se había terminado. Los hombres de la tribu, podían salir por comida, mientras las mujeres se quedaban tejiendo collares, aretes y pulseras que pronto saldrían a vender.

Había pasado la hambruna. Ya no tenían que guardar alimentos y con los que llevaban sus maridos, todos comían hasta hartarse.

Sabían que todo había cambiado. Ya no eran los pobres indígenas que morían de hambre y de frío. Ahora hombres, mujeres y niños formaban parte de una raza fuerte. Con características físicas grotescas pero comparadas con las famélicas de antes, preferían estas. Les permitían moverse con mayor facilidad, ya nadie los ignoraba, ahora infundían miedo. Esto era mejor que su vida anterior, llena de humillaciones y penurias.

Sólo los bebés recién nacidos, alimentados con leche materna, conservaban las características anteriores de la tribu.

Las mujeres, cubiertas con reboso, para ocultar su transformación, seguían vendiendo sus artesanías. Mientras se enteraban de todo lo que se hablaba sobre el uso OMG y se unían a los grupos de manifestantes que apoyaban su uso. También hicieron sus pancartas que decían: “Si a los trans” y “Tenemos derecho a morir sin hambre”

El simio también había cambiado. Estaba perdiendo pelo y caminaba erguido.

Una noche cuando Charles llegó a verlo a su celda, escucho una voz que le dijo:

– ¿Ya viste en lo que me has convertido? ahora soy uno de ustedes.

-¿Qué? ¡No es posible! ¡Tú no hablas!

-Si, mírame bien, soy un hombre y mi mente es igual a la tuya.

-¡No, Tú eres Frank!  El simio.

 

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