Dios no existe desde que somos inmortales. La medicina y la tecnología se aliaron para matarlo. Al no existir el miedo a la muerte, la gente empezó a desvincularse de las religiones. El nuevo opio del pueblo es la ciencia, porque ella les da todo lo que desean. El amor, la amistad, el sexo, se han convertido en caprichos que se satisfacen al instante. Hemos llegado a no poder distinguir lo virtual de lo real, y eso ha provocado que lo material haya eliminado lo espiritual y sentimental. El mundo está prostituido y los sentimientos están infravalorados por no ser necesarios.
Los procesos de envejecimiento se han detenido. La fabricación de nuevos órganos a partir del ADN es una realidad. La cirugía nos cincela y podemos elegir el porcentaje de músculo y grasa que queremos en nuestro cuerpo, el color de nuestra piel, ojos, e incluso se modifica la altura o el carácter. Nunca habíamos estado tan bellos por fuera, y tan hastiados por dentro. También hay gente que se transforma en seres monstruosos para ser diferentes, y personas que se replican unos a otros perdiendo la identidad para afianzar su sentimiento de pertenencia.
Lamentablemente, nuestro intelecto no ha crecido a la misma velocidad. Los desorientados, descontentos y desilusionados inundan nuestros centros de ocio y nuestros parques. Hemos cambiado la ansiedad de la incertidumbre de la muerte por el hastío de la certeza de la inmortalidad. La gente deambula sin rumbo porque han ido desaparecieron las metas.
Al principio, las grandes multinacionales aprovecharon nuestra inmortalidad para cargar nuestros tobillos con nuevas bolas de reo. Se inició la venta de viviendas ampliables, para ir incorporando las nuevas generaciones de descendientes. Se financiaban con hipotecas perpetuas. Nacieron los contratos sin vencimiento en la venta de cualquier tipo de producto, y por una cuota mensual, nos vinculamos de por vida a grandes multinacionales que nos abastecían para siempre de nueva tecnología para el día a día. Los matrimonios se convirtieron en una pesada carga, porque nadie quería imaginarse al lado de su pareja hasta el infinito. Pero después la gente empezó a postergar sus decisiones. Todo podría hacerse más adelante, porque siempre habría tiempo. Llegaron las restricciones a los nacimientos y se paró la pirámide de edad.
Con el paso de los años, los rencores, y nuestros propios errores del pasado, volvían a ser cada vez más pesados en nuestras vidas porque se acumulaban.
Ahora cada vez hay más distancia entre las personas. Los que aprenden de las experiencias, cada vez están más lejos de los que solo pretenden disfrutar la vida, sin plantearse su crecimiento personal.
El instinto de supervivencia que durante miles de años había servido a los seres vivos para evolucionar como raza, al dejar de existir, ha provocado que el hombre deje de avanzar.
Una nueva corriente está naciendo. Los hombres no quieren dejar de ser inmortales, pero tampoco pueden soportar un pasado y un futuro tan pesado.
También necesitan ver un final para volver a sentir inquietud y ansiedad.
Por eso estoy desarrollando un nuevo proyecto, que se llamará Yahoy.
En Yahoy, mi nuevo mundo, no existirá el futuro, ni el pasado. Uno no podrá hacer planes, porque nunca se podrán llegar a cumplir. No existirá el mañana, y eso permitirá disfrutar el hoy sin remordimientos. No existirá la espera, porque todo será inmediato. No existirán contratos ni hipotecas. Los días serán intensos porque serán únicos. La última comida, la última siesta y el último beso se darán cada día en Yahoy. Nadie querrá que acaben los días, y cada noche, sus habitantes se reunirán para despedirse y celebrar una gran fiesta durante el ocaso, en la que cada cual, y sin prejuicios, decidirá cómo quiere pasar sus últimas horas. Cada día este proceso se repetirá en Yahoo, pero nadie lo sabrá, porque nadie lo recordará. La gente creerá que vive menos que en otras ciudades, aunque es mentira, y además no importa, porque vivirá mejor. Todo será perecedero, pero a nadie le afectará, porque no entenderán el concepto y por tanto, nadie sufrirá por la muerte diaria. A nadie se le engañará con promesas. Los sentimientos y las intuiciones liderarán las decisiones. Tampoco existirán los compromisos, más allá de un día. No existirá el dinero, ni los bonos, ni el crédito, porque la gente no necesitará guardar nada. No habrá fondo de armario, ni trasteros, ni maletas. No existirá el rencor, ni siquiera el qué dirán. La gente estará tan preocupada por vivir su vida que no vivirá las vidas ajenas. No existirán adivinos ni meteorólogos. Todos los nuevos días llegarán cargados de sorpresas: la primera mariposa, el primer beso, el primer amor, el primer coche, el primer sueño.
Tampoco existirá el pasado. Los ciudadanos podrán volver a caer en los mismos errores, pero no les preocupará, porque sus fracasos no volverán por las noches a molestarles. Nadie tendrá que llevar elevadas cargas de decisiones pasadas, ni seguir fiel a sus convicciones, y podrá cambiar de opinión sin necesidad de justificarse. Cambiarán de casa, de familia, e incluso de identidad cada día. Podrán ser uno u otro dependiendo de su estado de ánimo. Cada nuevo día irán tomando decisiones que le permitirán elegir su nueva vida. Los caminos serán únicos, elegidos solo por el deseo y la intuición. Y también cada día nacerán nuevos amores. Y todo serán nuevo en Yahoy. La ilusión y la sorpresa serán los compañeros de los ciudadanos.
Los sabios que he consultado dicen que Yahoy estará enferma de memoria y de prosperidad, pero sus habitantes sentirán que en Yahoy, con ellos, también residirá la felicidad. Yahoy tendrá cada día más habitantes, y será el principal deseo de los inmortales.
Sólo habrá un día en Yahoy, y se llamará presente, porque es un regalo (este eslogan lo he sacado de una vieja película de hace 12 siglos).
Yahoy será el mundo de los sentimientos, los impulsos, las intuiciones, las emociones, el primer amor. El mundo dejará de ser un instrumento mercantilizado y sin pasión de las grandes multinacionales…
Y se podrá adquirir por un módico precio, de manera renovable cada día, durante los cinco minutos de consciencia y recuerdos ilimitados. También tendremos descuentos por abonos trimestrales, anuales, por siglos y perpetuos. Venga a visitarnos, le esperamos.
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