Querida mamá, te escribo estas letras tardías para expresarte que todavía recuerdo tu tacto cuando agarrabas de pequeño mi mano, y aquella paz que me propiciaban tus caricias, los años felices que pasé junto a ti en la infancia, y cómo me cuidaste en la enfermedad, cuando de adolescente caí en aquella depresión que casi acabó conmigo.
Únicamente se me ocurre decirte gracias. Te ruego que me otorgues perdón, por tus lágrimas a solas en la alcoba, y por el sufrimiento que te propicié, por mi cobardía, por mostrarte siempre tanta tristeza y desilusión.
Después llegaría tu enfermedad maldita, mi asfixia y nuestra conversación. Ante mi petición me permitiste ir en busca de un Dios de cuya existencia dudo, quizá creíste que era vocación. Sin embargo, algo en mí es consciente de que viste que necesitaba huir, escapar de mi mundo, abandonar de algún modo esa vida. Seguro sabías que lo que me da más miedo es sentir, y me concediste la amargura de no estar presente en tu despedida.
Me duele que no haya destino ya para estas palabras.
Vuelvo al hogar, sé que allí no estás, sí en mi corazón y en mi memoria.
DESTINO:
REMITENTE: TU HIJO.
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus