Mi Alma fantasma.
I.- La vida de Pepa:
Si existe infierno en la tierra, cabe encontrarlo en el corazón de alguien triste. (1.)
Aún no ha amanecido, es una noche fría, muy fría, en el exterior las gotas de rocío se han convertido en cristales de hielo depositándose encima de coches y tejados cubriéndoles de un manto lechoso, las ramas secas de los arbustos y plantas también han recibido el depósito de la blanca envoltura de la noche, componiendo un paisaje de aspecto fantasmagórico. Casi todo está cubierto por la escarcha de esta heladora noche de Otoño.
Pepa todavía descansa, viéndola dormida cualquiera pensará que está soñando algo alegre, la expresión de su rostro así lo indica, tiene marcada esa media sonrisa que siempre la ha caracterizado, a veces gesticula como si estuviese hablando con alguien, o mueve sus manos expresivamente en similitud a si mantuviera una conversación.
Apoyada en la mesilla de noche y orientada hacia la cama, hay una fotografía de Silvia, al despertase y abrir los ojos, la primera imagen que se fija en la retina de Pepa es precisamente ese retrato. Una efigie preciosa de su amada, con aquella mirada viva, la melena rojiza cayendo alrededor del rostro y una sonrisa espectacular mostraba emocionada su gozo ante Pepa, al tiempo que anunciaba una sensación de dicha difícil de describir.
Con esta expresión contemplaba a Pepa ensimismada muchas veces, la mirada inocente y embobada fija en el rostro de su novia, Pepa siempre le decía – “no me mires así” ella le contestaba: ¿Cómo te miro? Pepa respondía sonriendo, no sabiendo describirlo de otra forma, decía: -“¡Así!” esa expresión de la mirada de Silvia está diciendo –“¡Te adoro amor mío!”. Al despertarse y abrir los ojos lo primero que ve Pepa es la mirada y la sonrisa de Silvia en ese retrato, siempre le dice la misma frase:
– ¡Buenos días, Pelirroja!
Los sueños mantienen a Pepa con vida, sueña con Silvia todas las noches, sabe que nunca la volverá a ver, pero que esté presente en su descanso hace que la vida diaria sea algo más llevadera.
– ¿Sabes? Todas las mañanas me despierto con la sensación de haber hablado contigo toda la noche, es imposible claro, a menos que seas un fantasma, se detiene un instante. – ¿Lo eres? Se dirige al retrato, lo toma entre sus manos
– Me encanta poder hablar contigo aunque sea soñando.
Pepa sueña constantemente con Silvia, eso explica la expresión jovial mientras descansa, hoy por la mañana se levanta inmensamente animada después de mantener en sueños conversaciones, encuentros, paseos y recuerdos con el amor de su vida, para Pepa es lo más importante de su existencia, aunque hubiese estado llorando durante horas la noche anterior.
– Siempre me sentiré agraciada por tenerte en mi vida. Han pasado años y aún sigo sintiendo lo mismo que la primera vez que estuvimos juntas. ¡Sigo estando tan enamorada de ti!. Puedo no ser perfecta, pero sé que mi amor por ti llena esas imperfecciones. Gracias por seguir conmigo. Gracias por el amor y el cuidado que me entregabas. Estoy deseando que pasen los meses, años y llegar a la eternidad, para estar contigo siempre.
Cuando entra al dormitorio, se detiene a observar aquella cama de casi dos metros tapada con la colcha de seda que compró Silvia en un viaje a la India, Pepa no quiere recordar porque es un sufrimiento y una tortura. Tantas veces que exteriorizaban el amor mutuo y se besaban antes de dormirse, cuantas veces se fundieron en un abrazo eterno y permanecían así toda la noche, en una palabra se amaban más allá de lo humanamente comprensible.
En la mesilla está esa fotografía de Silvia sonriendo, con la expresión inocente, que mira Pepa al despertarse. Hay varias de ellas repartidas por toda la vivienda, todas diferentes, cada una muestra una faceta distinta del rostro y de las variadas formas expresivas de la sonrisa de Silvia, Pepa las fue colocando estratégicamente para sentir su presencia en toda la casa y poder verla siempre que alzase la mirada en cualquier rincón de aquel cálido hogar.
Silvia se le hace presente en todos los rincones de aquel piso, es el hogar donde ambas vivieron, llora su ausencia, añora sus caricias y el sentirse amada. Ahora solo siente un gran vacío, perdió lo que más quiso en el mundo, el amor de su vida, Silvia.
– Los sueños que tengo me parecen casi reales, hoy tengo la sensación de haberte amado, ¡Como cuando nos pilló tu padre en la cabaña! Que enamorada estaba, que enamorada te sentía, qué bello es estar así de seducida, y ¿Sabes una cosa? sigo sintiendo por ti la misma sensación todos los días, estás en mi pensamiento y en mi corazón, como si nunca te hubieras ido. Te siento a mi lado en cada momento, debo de estar loca porque, después de tanto tiempo, mis sensaciones deberían estar asentadas, pero es completamente diferente, me siento más enamorada que nunca. Mi día a día está llenó de recuerdos de ti. Cada mañana es como si fuera el día siguiente de la primera vez que me enamoro.
Al acostarse cada noche el llanto le impide conciliar el sueño, el recuerdo de Silvia muriendo en sus brazos, es algo que le resulta terriblemente penoso, anoche se levantó, se vistió y se fue de casa, no soporta esa tortura. Condujo por la ciudad, no lleva un rumbo determinado, mientras circula sin sentido escucha en la radio del coche la canción de Jon Secada, “otro dia mas sin verte” en su alma algo se desgarra. Con los ojos empapados de lágrimas y gimiendo de dolor, recala en aquel callejón en el que, una noche tumbadas encima del capó del automóvil, Silvia le enseñó como contemplar las estrellas en la ciudad. Por muy negro que veas el cielo, las estrellas siempre están encima… solo hay que saber dónde mirarlas… Le dijo Silvia la primera vez que compartieron aquella escena, esa frase permanece gravada para siempre en su recuerdo. Pepa repite la misma acción sola, esta vez Silvia no está a su lado encima del coche como lo estuvo entonces. Durante el tiempo que permanece en aquel lugar Pepa evoca continuamente los momentos felices que pasaron juntas, los recuerdos levantan su alicaída alma, evitando caer en el abatimiento.
– Es extraño estar enamorada de alguien que no está, quien ya no vive hace sentir añoranza y dolor por la pérdida, ¡Es lo natural!, pero no siento añoranza, dolor sí, pero se dulcifica porque es como si estuvieras conmigo, que cuando me quito el maquillaje, creo notar tu mano sobre mi pelo, como el día del primer beso, que bailo contigo como el día antes de la boda, que entras temblando en la cama, como lo hacías casi siempre.
Pepa es una de esas personas que nunca tuvo miedo a casi nada, era un sentimiento desconocido para ella, lo experimentó de forma lamentable el día de su boda al comprobar que Silvia se desangraba después de recibir aquella bala asesina en el abdomen, darse cuenta que la perdía para siempre le produjo una sensación que ella misma expresó “tengo miedo de perder lo que más quiero en el mundo, tengo mucho miedo”. Silvia expiró en sus brazos, ambas vestidas con el traje nupcial completamente ensangrentado, a veces se repite esa escena en su recuerdo, el banquete de celebración de la boda se transformó en una enorme tragedia, cuando unos sicarios de la mafia irrumpieron a tiro limpio, asesinando al amor de su vida y a tres de sus compañeros de la comisaría. El trauma producido y el dolor consecuente la dejaron inmovilizada durante semanas, fue incapaz de asistir al sepelio y al funeral.
Aquella oscura tarde transformó completamente la personalidad de Pepa.
Dejó de ser una chica alocada, alegre, imprevisible y extraordinariamente espontánea. Su comportamiento comenzó a tener un aire más serio, se volvió muy severa, asumió algo del carácter de Silvia, su metodología en el trabajo, y se transformó en una persona completamente melancólica. De su interior surgió una emoción tan desconocida para ella como lo era el miedo, el odio, odio que le pedía que fuese a buscar venganza. En su interior sabía que ese era un sentimiento que la podía conducir a realizar actos de los que luego se arrepentiría, pero su interior estaba pidiendo con fuerza hacer justicia, aunque ello le supusiera el fin de todo, era algo que no le importaba en absoluto, no le quedaban ganas de vivir, la pérdida de Silvia la dejó vacía, el presente será siempre doloroso y detestaba el encaminarse al futuro con aquella pesada carga.
El Padre de Silvia y su propio hermano la colman de atenciones y afectividad, hasta los compañeros más cercanos la tratan con un gran cariño. Pero nada ni nadie puede llenar el gran vacío de su alma, ese espacio que dejó su amada.
D. Lorenzo, así llama Pepa a su suegro, comparte la vivienda con Pepa, ocupa el que era un cuarto de invitados. Antes de jubilarse habitaba en casa de Mariano. Mariano es uno de los detectives de la comisaría, es íntimo amigo del hermano de Pepa desde hace mucho tiempo, prácticamente es como un miembro más de la familia. D. Lorenzo hoy, ya pensionista, hace como todos los de su categoría, va donde le sale de los santos cojones, como el apostillaba muchas veces, cuando le llegó el retiro consensuó con Pepa compartir la casa de Silvia. Cuando el viejo comisario no está de viaje hacen una vida familiar muy entrañable, salen juntos a cenar y hablan del trabajo o de las cosas más triviales, comparten los estados anímicos, el apoyo es mutuo en su nostalgia. D. Lorenzo viaja con frecuencia, tanto si es de placer como para visitar a la hermana de Silvia, Lola.
CuandoPepa está sin compañía vaga por las estancias sin un propósito determinado, se deja llevar por los recuerdos y deambula sin ton ni son, a veces llora, escasamente ríe, lo que si hace es hablar sola continuamente, de esa forma pasa las pocas horas que está despierta, cuando duerme es otra historia.
– Buenos días Pelirroja. Le dice todas las mañanas al despertar, dirigiéndose a la fotografía.
– Hoy he vuelto sentir que estabas conmigo en la cama, que hemos dormido juntas, sentía tu calor y me abrazabas, hasta creí oler tu perfume. ¡Creo que me estoy volviendo loca, no puedo separarme de ti ni dos centímetros!
La pasión de amar no puede entenderla quien no la siente. (2.)
De pronto oye un susurro que pasa por su oído que la detiene un momento, es algo que le ocurre con frecuencia, pero no le da importancia. En los días de descanso laboral ésta conversación monologa dura casi todo el día, vive igual que cuando su amor estaba presente, habla mirando los retratos de su mujer, un comportamiento que le produce la sensación de tenerla cerca. Pepa habla a cualquiera de las fotografías de Silvia que tenga cerca, como si tomase vida la imagen allí impresa.
– Nunca he tenido un sufrimiento tan grande como el que desaparecieras de mi vida, todo este tiempo sin ti es lo más penoso que estoy padeciendo. ¿Cómo puedo vivir así? Nada me consuela, nada tiene significado, voy vagando sin rumbo, al perderte se acabó para mí todo interés por la vida. Sin ti mi amor, todo es oscuro, aunque luzca un Sol imponente, falta el brillo que tú le dabas con tu mirada y tu sonrisa.
Silvia está tan presente en los pensamientos de Pepa que a veces le habla en voz alta, en otras ocasiones grita, siempre la misma pregunta:
– ¿Por qué te echaron de mi vida?
Camina por la casa con cierta desilusión, va de aquí para allá sin sentido con gestos cercanos a los que pueda expresar cualquier persona desesperada.
– ¿Sabes? Todo lo que deseo es amarte el resto de mi vida.
Tú me has enseñado que se puede querer lo que no ves y me levanto cada mañana pensando que estás a mi lado, sabiendo que pase lo que pase, he de llegar a tus brazos algún día.
Estos monólogos son diarios mientras se prepara para acudir al trabajo, elige ropa y se va vistiendo. Una vez que está equipada y ha cargado en la mochila las cosas que le pueden ser necesarias durante el día como son sus herramientas de trabajo, el arma, esposas, radio, cargadores, etc, sale de casa y emprende la carrera en dirección a la comisaría.
– Hoy por la mañana tengo que salir muy temprano, en la comisaría, tenemos un operativo complicado. Le cuenta a la fotografía más cercana. Pepa es inspectora detective, y muy buena en su trabajo. Habitualmente se desplaza a pié, esos veinte minutos corriendo a ritmo hace que resulte estimulante comenzar el día, es una deportista consumada, piensa que mantenerse en forma es lo mejor para su salud y su trabajo. En cierta ocasión le confesó a su suegro la necesidad de cambiar de estilo de vida:
– He dejado de fumar, el tabaco nunca me gustó mucho y dejarlo me ha costado poco esfuerzo. He abandonado el alcohol, las borracheras que cogía cuando estaba deprimida me hundían todavía más en la miseria emocional.
No le gusta mucho conducir, se desconcentra con facilidad ensimismándose en sus pensamientos y recuerdos, y no quiere perder ninguno, puede evocar todos los recuerdos de igual manera corriendo, sin riesgo de tener un percance. Antes de entrar al trabajo desayuna en el café cerca de la comisaría con algunos compañeros del trabajo, incluido el comisario, que además de ser su jefe, es su hermano. Paco siempre ha ejercido de padre protector con Pepa, desde que Silvia no está, ha incrementado su protección hacia ella, que a veces ella lo percibe con cierto agobio.
En muchas ocasiones los compañeros y amigos, o su hermano, cuando D. Lorenzo no está en casa, vienen a buscarla para compartir ratos en familia, unos y otros consiguen evadirla de la nostalgia de esos momentos de soledad. Las amistades y familiares logran que no se sienta completamente sola. Paco es un apoyo extraordinario, y en fin su suegro que la trata como su propia hija.
El trabajo aísla a Pepa parcialmente de sus emociones, le sumerge en las investigaciones como si fuera un refugio dónde esconder la pena y la tristeza, algo similar hizo Silvia antes de que se reencontraran, precisamente para huir de las relaciones sentimentales.
El estado de ánimo de Pepa sigue siendo el de una persona sin ganas por nada, no encuentra motivación, todo se le hace un esperar, no sabe qué pasará en el futuro y tampoco espera nada de él, solo se acuerda de Silvia, no hay otra cosa en su pensamiento más que ella. Abre la puerta de casa para salir, se da media vuelta, mira con ternura el retrato de Silvia del recibidor…
– Hasta la noche mi vida.
Le dice mientras lanza un beso al aire dirigiéndolo a la fotografía, con frecuencia acaricia el rostro de Silvia sobre el retrato.
Un espectro se hace presente en ese lugar y responde al tiempo que hace ademán de recibir el beso en sus labios. Cuando Pepa sale por la puerta no ve la figura espectral de Silvia que está de pié en el recibidor, con una leve sonrisa marcada en sus labios, se despide de Pepa como cualquier mañana.
– Hasta la noche amor mío. Aquí estaré esperando tu vuelta.
Silvia es un fantasma que vive pegada a Pepa desde el mismo instante de su propia muerte.
II.- El traficante
Roberto se encuentra sentado en la terraza de una cafetería, tomando una cerveza bien fresquilla, como a él le gusta, la tarde es algo calurosa e invita a ello. Espera a un individuo al que no conoce. Le llamó un amigo de Sevilla para decirle que le iban a proponer un negociete muy bien pagado, y sin ningún riesgo.
Roberto es un andaluz con un acento bastante cerrado, delincuente común que toda su vida se ha dedicado a estas mal llamadas tareas, el trapicheo de cosas robadas, comerciante de drogas varias, ha intervenido con frecuencia en atracos a Farmacias y joyerías, reventar contenedores en los muelles de Sevilla, cualquier cosa que le diese unos buenos beneficios sin importarle el origen o la forma de obtenerlo, no tiene conciencia ninguna a la hora de hacer cualquier cosa para conseguir dinero fácil.
Su reconocida fama en Sevilla era por la habilidad de ocultar cualquier mercancía, a la policía siempre le resultaba complicado encontrar lo que él escondiese. Actualmente vive en Madrid, se vino de su ciudad natal por ser demasiado conocido, añadiendo además los continuos problemas que tenía con las fuerzas del orden. Trabaja como encargado de almacén en un centro comercial, empleo que le sirve de tapadera y le facilita el acceso a cantidad de cosas, para él nada ha cambiado, puede delinquir en lo que quiera, además ha modificado su identidad, nadie en esta ciudad conoce su pasado de individuo poco recomendable.
Reconocerle es difícil, incluso para sus antiguos “colegas” de la ciudad andaluza, porque ha cambiado también su imagen, tiene aspecto de un hombre rudo, se ha dejado una barba negra que le crece casi desde los ojos le tapa completamente la cara, también le sirve para disimular una cicatriz en la cara que se produjo en una pelea con la policía hace tiempo, tuvo la osadia de enfrentarse con Pepa y salió escocido. Además de esa barba y la ceja ,casi continua y muy poblada de un lado al otro de la frente, le dan un aspecto muy tosco. La incipiente calva se la tapa con un sombrero de aspecto sucio y muy arrugado, da la impresión de no haber sido lavado en tiempo. Todo él transmite la impresión de ser un individuo bastante descuidado con su imagen e higiene personal.
Al cabo de un rato se le acercan dos individuos.- ¿Roberto Rebollar? Habla solo uno de ellos.
– Sí, soy yo. Los recién llegados toman asiento junto a él. Roberto contesta con un acento marcadamente andaluz y muy cerrado.
– Me dijeron que vendría una sola persona. Expresa Roberto con cierta precaución.
– Cierto, pero el jefe nos ha mandado a los dos. Le responde el más alto, que a su vez le pregunta.
– ¿Es Ud. Amigo de un lampista de Sevilla llamado Antonio?
– ¡Sí!– La pregunta no le coge por sorpresa. Cuando salió de Sevilla fue el único a quien le dio el número de su teléfono.
– Él ha sido quien le ha recomendado, nos ha dicho que es bastante bueno en estos trabajos. Le dijo su interlocutor.
– Eso depende del trabajo. Intrigado
– Esconder mercancía.- Pues sí, no es fácil encontrar lo que yo guardo. Afirmó con rotundidad Roberto, queriendo aclarar las cosas, prepara el terreno por si hay que poner precio.
– Entiendo. Si fuese algo pequeño no le necesitaríamos, en este caso sí, la mercancía esta en cajas de madera de un metro por cincuenta y cuarenta.
– ¿Cuantas? – Pregunta Roberto intrigado.
– Ocho.
– Uno por uno sesenta por uno, está bien, – duda un instante… tengo el sitio perfecto. Antes de que siguiera hablando, el visitante le corta.
– Otra cosa, esas cajas deberán permanecer cerradas, mientras las tenga en custodia. El tono es de amenaza, y en el gesto el andaluz aprecia la agresividad típica de estos casos, es un delincuente con experiencia en este tipo de relaciones, y entiende que la amenaza es seria.
– No hay poblema. Roberto responde queriendo transmitir serenidad.
– Entiéndalo bien, sabemos que es Vd. un ladrón de poca monta, y que habitualmente ha robado también a sus clientes, si se le ocurre manipular las cajas, nos enteraremos. Yo no garantizaría su seguridad en ese caso. Nuestros jefes son muy quisquillosos, ¿Entiende? El tono del visitante sigue siendo de amenaza, lo cual precisa una respuesta categórica por parte de Roberto.
– Comprendo.
– ¿Comprendido muy, pero que muy bien? Nadie tiene que saber lo que contienen, ni siquiera Vd, a cambio le pagaremos generosamente, pero exigimos máxima discreción.
– No tiene de que preocuparse. – Roberto trata de ser categórico, pero sus interlocutores no muestran demasiada confianza. El visitante con parsimonia mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca un sobre, lo pone encima de la mesa.
– Aquí tiene el 50 por ciento de lo que le ofrecemos, puede contarlo.
Roberto cuenta el dinero sin sacarlo del sobre, hizo un gesto de sorpresa arqueando las cejas.
– Es suficiente para que haga bien su trabajo, mantenga la boca cerrada y las manos quietas. Le volvió a repetir el extraño.
– De acuerdo ¿Que hay que hacé? – Ya más tranquilo, Roberto trata de ser colaborador, se expresa casi con entusiasmo.
– En el sobre encontrará unas instrucciones muy precisas de cuando y como las recibirá, también el día que las retiraremos, vendremos nosotros dos. Díganos donde quiere recibir la mercancía, si le parece bien, e insisto, nadie debe saber nada sobre esas cajas.
– Muy bien, tengo un buen sitio en el almacén donde estoy trabajando. Apunta algo en un papel y se lo entrega al interlocutor.
– Esa eh la dirección y el número del muelle donde me lo entregaran. Que no pregunten por mí, que pregunten por Antonio López Fernández, ahora trabajo de incónito.
– Esperemos que haga bien su trabajo El día señalado le llamaré para concretar. ¿De acuerdo?
III.- El espectro de Silvia.
Solo vale en la vida lo que nos hace olvidarnos de todo. (3.)
Sentada en una de las tumbonas de la terraza de la que fue su casa, su hogar, situada en uno de los barrios periféricos al norte de la ciudad de Madrid. La vivienda está, estuvo y así permanecerá, decorada con el gusto de Silvia, Pepa no ha modificado casi nada desde que vive aquí. Silvia era una persona extraordinariamente culta, su frágil figura no transmitía la capacidad, inteligencia y conocimientos que atesoraba, siempre sorprendía a su alrededor con sus apreciaciones. Interesada en todas las actividades que el arte ofrece, en la lectura encontraba un refugio creativo e imaginativo fenomenal, la música, la pintura amén de cualquier variante del arte en general formaban parte de su patrimonio cultural.
Aunque su profesión le ocupaba mucho tiempo, el trabajo, el estudio, los congresos y las investigaciones, siempre encontraba tiempo para disfrutar de la belleza que las artes le proporcionaban. Raramente se perdía exposiciones, allá a donde fuera, por placer o por actividades profesionales, siempre encontraba un hueco para visitar museos o asistir a conciertos. La pintura impresionista de los clásicos suponía para Silvia una forma de vida y una pasión maravillosa, colgados de las paredes del salón hay tres copias de cuadros de Van Gogh y cuatro versiones de un mismo cuadro de Camille Pisarro.
Ya han pasado casi dos años desde que abandonó el mundo de los vivos y en su reflexión no hay otra cosa que esperar que un día Pepa se reúna con ella, sabe que eso ocurrirá muy tarde para su anhelo, pero el tiempo es inmaterial para las almas, no percibe esa sensación de ansiedad por la espera como la sufren los vivos.
¡Dicen que morir es mucho más fácil que amar! (4.)
¡Esta frase resume mi existencia!
Encontrar el amor de una vida puede ser una suerte o una tarea muy difícil y complicada, hallarlo hasta puede ser fruto de la casualidad. Es sabido que la felicidad puede venir a visitarte en cualquier momento a condición de que no la busques, así ocurrió. El amor se instaló de improviso en mi vida y se quedó para siempre. La visita de la muerte compareció de igual manera, sobrevino tan rápida como inesperada.
Estoy vagando por la realidad convertida en un fantasma, algo que jamás pensé que me pudiera ocurrir tan pronto. Claro que, felizmente enamorada vivía sin preocupación, ocurrió que en el mejor momento apareció la desdicha.
Este es un lamento constante en la vida sentimental de Silvia que estuvo plagada de fracasos románticos. Desde la universidad con los primeros escarceos hasta su matrimonio y divorcio, un par de flirteos con algún compañero de trabajo, todas las relaciones sentimentales terminaron mal.
– Todo aquello que estuviera conectado con los sentimientos siempre resulto dañino para mi estabilidad emocional, así que consideré que una relación amorosa era algo innecesario y aparté de mi cualquier tentación que conllevara un vínculo de pareja. Las frustraciones han sido tan grandes que alejé de mí sentimientos, emociones y romanticismos, que nada volviera a entrar en mi corazón. El trabajo era la isla perfecta, la actividad de forense era mi mejor compañero, nunca me defraudaría.
En fin, cuanto más se empeñaba en ser feliz o encontrar el amor perfecto, mas esquivo se le antojaba. Mientras esto pensaba Silvia, Pepa hace su aparición en la terraza, cómodamente ataviada lleva un refresco granizado en una mano y un libro en la otra, se acomoda en una de las tumbonas y observa detenidamente el paisaje.
– Pepa, Pepa. Reapareciste en mi vida cuando había abandonado cualquier posibilidad de tener una relación sentimental, me había escondido en el trabajo y un día volviste para revolver toda mi existencia.
– ¿Igual te tengo que pedir perdón por lo que pasó? Lo dice en tono de guasa. Fue lo primero interesante que me dijiste nada más vernos. La última vez que estuvimos juntas fue durante el banquete de la comunión de nuestra sobrina Sara. Recuerdo que nos escondimos a fumar un porro y con media borrachera que llevábamos encima nos dimos un beso de esos que se llaman románticos. Apenas teníamos dieciocho años y nos besamos como si fuéramos unas novias.
Silvia lo cuenta esbozando una media sonrisa.
Aquel suceso pseudo romántico generó un revuelo espantoso en las familias. El padre de Silvia montó un espectáculo bochornoso. Los padres de Pepa terminaron en divorcio. Para Silvia fue solo una anécdota, siempre lo recordó como tal, puramente casual y propio de la adolescencia, por explorar, pensaba. Pepa, sin embargo desapareció completamente de la vida familiar. Silvia no volvió a verla hasta ocho años más tarde. Durante todo este tiempo de ausencia nunca llegó a darse cuenta que el afecto que sentía por Pepa era algo más profundo y algo más hermoso.
Pepa, está observando el panorama, mira hacia el frente, en la misma dirección que está el fantasma, y una fotografía de Silvia diciendo…-¡Que buen día hace Silvia! Se está aquí divinamente.
Silvia se agacha junto a Pepa
– ¡Que extraña sensación de alegría me produjo aquel reencuentro, comencé a seguirte por la comisaría, de forma casi alocada, necesitaba verte a cada momento. ¡De pronto me encontré tonteando contigo!, ¡me arrastrabas! Sentía la necesidad de tenerte cerca, aquello me trastornó mucho, para mí era una atracción inadecuada, parecía y estaba enamorada, era algo que no podía entender, no me atraen las mujeres, pero tú… no sabía que pensar, me preguntaba continuamente ¿Por qué me encandilabas de esa forma? Me revolviste todos en mis sentimientos y afectos hacia ti que deberían estar escondidos, sin yo saberlo, en alguna parte de mi corazón.
La fascinación que despertó Pepa en Silvia era tan irracional que un día hasta le dio un ataque de celos extraordinario en un espectáculo. Nunca tuvo ese sentimiento con las parejas anteriores, todos hombres. En su mente se agolpan imágenes de aquellos momentos de cierta incomodidad, se encontraba rara con aquel comportamiento, miradas huidizas, gestos nerviosos, negativas a lo que los demás ya observaban como evidente.
En el amor, como en el fuego, suelen ver antes el humo los que están fuera, que las llamas los que están dentro. (5.)
-Siempre me tuve por una chica normal, jamás se me ocurrió que pudiera fijarme en una mujer, debo confesar que con esta nueva sensación me encontré muy extraña, pero estaba tan a gusto a tu lado que, al cabo de poco tiempo me entregué, dejó de importarme cualquier connotación hacia aquella loca sensación, estaba y me sentía enamorada. Todo ello anunciaba que mi vida cambiaría de manera radical.
Pepa continua leyendo absorta, de pronto cierra el libro, se recuesta algo y cierra los ojos…se pone a pensar.
– ¡Que bien lo pasábamos de niñas! Cuánto disfrutamos, pasarlo bien y divertirnos juntas era nuestra vida. Éramos compañeras, amigas y hermanas de juegos en la infancia y la adolescencia. Siempre recordaré lo felices que fueron todos aquellos años que vivimos en la edad de la inocencia y la edad del despertar. Cuantos días y horas pasamos juntas.
Sobre su cabeza se va imaginando escenas de distintas fases de la vida con Pepa, con aquella sonrisa que tanto le gustaba ver, sentía que era feliz y la sonrisa la delataba. Silvia sigue con sus recuerdos…
– Un día decidí saltar al vacío, plenamente convencida de sentir una pasión loca, no podía hacer otra cosa que dar salida a mis sentimientos. De pronto y de manera espontánea, estimulada por un comentario inocente que hiciste, me acerqué y te besé como haría cualquier enamorada. Fue un beso romántico como cuando éramos adolescentes, solo que ahora, éste no era un juego ni un experimento, te estaba diciendo que te quería. Lo aceptaste incondicionalmente, con besos y caricias me declaré sin necesidad de emplear las palabras, en mi alma no hacía más que sonar música celestial.
Hermosa fue la noche que se besaron por primera vez, con que dulzura lo recuerda y aquella música… Pepa parece dormida, sin embargo la alocución de Silvia está llegando al fondo de su alma.
– La relación sentimental entre nosotras creció y creció de forma extraordinaria, el sentimiento era mutuo y lo más sorprendente es que era desbordante.
Aquel idilio progresó no sin problemas, al principio la incapacidad de Silvia para adaptarse a una forma de entender la pareja distinta del tradicional, no acababa de acomodarse a aquella situación, con Pepa todo fue muy sencillo, hizo muy fácil que las cosas se encauzaran de la forma más natural posible y que se encontrara a gusto sin dificultades.
– Durante el tiempo que vivimos juntas nuestra vida sentimental fue rica y estimulante, me enviabas flores, con una cariñosa nota de un “te quiero” un “estoy loca por ti”, me conquistabas todos los días, siempre encontrabas una forma de llegar hasta mí con algo agradable, aunque estuviese alejada. Cuando te pedí que nos casáramos tú ya eras una parte inseparable de mi alma. En mitad de aquel lío estuve intranquila hasta conocer tu aceptación, con los ojos llenos de alegría nos abrazamos. La felicidad era completa el amor había llegado hasta nosotros para quedarse. Caminaríamos juntas toda la vida.
Pepa abre los ojos mirando al frente, aunque no puede ver a Silvia, su vista está orientada hacia ella, en realidad Silvia se coloca detrás de su propia fotografía, la vista de Pepa siempre se dirige a ese lugar cuando quiere expresar un pensamiento hacia ella.
– Cada día me recompensabas por las notas que te enviaba allá donde estuvieras, mi felicidad dependía de lo que te dijera, siempre tenías una respuesta estimulante para mi corazón.
– Nos casamos en el jardín de una casona en el campo, ¿Te acuerdas? Todo lleno de flores, vestidas de blanco nos veíamos preciosas la una a la otra, aquel feliz acto se truncó en tragedia. Un grupo de sicarios pagados por un mafioso italiano, segó mi vida apenas estrenado el matrimonio, aquella ceremonia de felicidad se transformó en un tremendo dolor. No recuerdo cuando o como ocurrió, en mi retina solo estabas tú antes de oscurecerse todo, fue mi última mirada, quería llevarme tu rostro impreso en mi alma, después no hubo otra cosa que verte llorar y llorar con mi cuerpo atenazado por tus brazos.
Pepa no sabe por qué, pero de pronto aparece en su recuerdo la imagen de Silvia muriendo en sus brazos.
– Dios mío, debo de estar muy obsesionada. No sé cuánto tiempo estuve abrazada a tu cuerpo sin vida. Fue muy cruel el destino contigo, llevándote y conmigo, dejándome. Solo sé que me estoy consumiendo sin ti.
Silvia le cuenta lo que sucedió después de abandonar su cuerpo.
– El cielo nos reclamó, yo no quise ir, verte abrazada a mi cuerpo llorando y llorando me hizo sentir mucho dolor. Me quedé sola contemplando aquella escena, experimenté una sensación de ahogo que me paralizó todo el tiempo que permaneciste con mi cuerpo apretado al tuyo, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin que lo pudiera controlar, no pude soportar verte sufrir de esa forma, pensé que te abandonaba para siempre, que ibas a estar sola, me quedé junto a ti, no podía abandonar al amor de mi vida, a tí.
Fuese como fuese Silvia ha trazado un destino y nada le apartara de ello, no puede mostrarse ante Pepa como espectro, ello condicionaría de forma importante su vida, arriesgarse a una aparición que pueda dar al traste con su reencuentro en el más allá, no es algo que pudiera hacer alegremente, sin embargo Paco era otra cosa, Paco guardaría el secreto hasta el día del juicio final, echaba de menos a Silvia con frecuencia, sobre todo en algún momento de dificultad que se atascaba en una investigación, hasta que un día la Silvia fantasmal se materializó para auxiliarle e indicarle el camino en aquella investigación del caso demoníaco en la que no encontraba la salida y que casi le cuesta su propia vida. Así apareció el espectro de Silvia en aquella escena maravillosa en la que en presencia de Pepa, el fantasma de Silvia se materializa ante los ojos de Paco sin que ella lo perciba, le cuenta cuánto quería a su hermana:
–“Jamás he estado tan enamorada de alguien en mi vida, ¡y lo estaré siempre!”.
Una lágrima de Silvia cayó en la mano de Pepa, sintió su presencia sin saber que era ella, percibió cierta turbación que no pudo explicarse. La sensación se repite siempre que el espectro de Silvia está junto de ella, en ciertas ocasiones deposita esa lágrima sobre los labios de su amada, es el símbolo de un beso, a Pepa le resulta desconcertante la aparición espontánea de una gota que de pronto cae sobre su piel o su boca sin que se lo pueda entender.
Siendo un fantasma, una criatura etérea, es un espíritu libre y se mueve a su antojo por todas partes mientras Pepa está en sus quehaceres, aunque frecuentemente la acompaña todo el día, como lo hacía en vida. Al final de la jornada regresan juntas a casa, su espacio natural, allí contempla los sollozos de Pepa en su dolor, comparte con ella los momentos duros y también los recuerdos más felices.
Citas
1.- (Robert Burton; Teólogo y ensayista inglés)
2.- (Dante A. escritor renacentista)
3.-(J. Benavente, escritor español S.XX)
4.- (Anónimo)
5.- (J. Benavente, escritor español S.XX)
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