Primera Parte; Historia en común.

Primer Capítulo; Prehistoria.

Europa ha estado poblada, al menos, durante el último millón doscientos mil años. Sin ningún género de dudas, había H. Antécesor en Atapuerca desde esa fecha. Con más dudas conocemos la posible presencia humana, de una antigüedad similar, en Orce, Granada.

Estos humanos fueron una población paneuropea, que fue extendiéndose por la mayor parte de Europa, libre de los hielos glaciales, sobre todo en el sur, y en los periodos cálidos entre las glaciaciones, durante muchos milenios. Simultáneamente, fueron evolucionando, y hace unos 500,000 años, se habían transformado en H. Heidelbergensis. De estos Heidelbergensis surgieron, hace 250,000 años, los H. S. Neanderthalensis, que poblaron todo el centro-sur de Europa, hasta las estepas rusas, y alcanzando por el sur África del Norte y Oriente Medio.

Todas estas especies humanas, salvo la primera, eran exclusivamente europeas, y circunmediterráneas. Aunque no ocupaban todo el territorio, ni de forma contínua, si no más bién en forma de islas aisladas unas de otras, aprovechando los valles y cursos fluviales con mejor clima, mejores recursos hídricos y mayor abundancia de caza, de forma parecida a como, aún hoy día, los escasos pueblos raptorrecolectores ocupan el territorio, con índices de densidad demográfica extremadamente bajos, para no agotar los recursos animales de los cuales depende su supervivencia.

Cuando llegaron nuestros antepasados, los H. S. Sapiens (“Cromañones”), al continente, hace unos 50,000 años, procedentes de África, se lo encontraron ocupado, por estas primeras gentes europeas, con las cuales hubieron de competir y compartir el territorio.

Esta Humanidad moderna, surgida casi con toda seguridad en el continente africano hace 200,000 años, a partir de poblaciones evolucionadas de H. Ergaster/Erectus, de la que descendemos todas las poblaciones actuales, según ha demostrado el estudio del ADN mitocondrial, la famosa teoría de la Eva Negra, o la East Side Story.

Estos primeros homínidos inmigrantes serían con toda seguridad de piel obscura, como sus ancestros que se quedaron en África, que, como sabemos, es una adaptación a la mayor o menor exposición a la luz solar, para evitar enfermedades cutáneas. Solo el paso de los milenios blanquearía la piel de las poblaciones europeas.

Probablemente saldrían de África por el delta del Nilo, ya que así podrían aprovechar los recursos hídricos y faunísticos que abundarían a lo largo del curso de dicho río.

Una vez en tierras próximo-orientales, se encontraron por primera vez con Neanderthales, que ocupaban aquellas tierras.

Las más recientes investigaciones realizadas con restos de ADN Neanderthal recuperados en restos óseos, así como los estudios realizados con ADN de personas de nuestra propia especie, parece confirmar el hecho de que hubo mezcla de ADN Neanderthal y Cromañón, por la vía de relaciones sexuales entre especies, que tendría descendencia. No obstante, el pequeño porcentaje que representa el ADN Neanderthal en nuestra especie sería síntoma de que estos encuentros y descendencia mixta no serían muy abundantes. Los estudios parecen confirmar, además, que dichos contactos se dieron en una época muy temprana del período de convivencia entrambas especies, probablemente con ocasión del ya citado primer encuentro, dado en Oriente Medio. La Humanidad moderna tenía todavía un aspecto arcaíco, que la haría más cercana a la Neanderthal que los grupos más evolucionados, y más parecidos a las poblaciones actuales, que entraron en Europa. Incluso se ha realizado, en Portugal, un hallazgo controvertido, de un niño que presenta rasgos mixtos Neanderthal-Cromañón.

Lo importante es el hecho de que finalmente, Cromañones prevalecieron sobre Neanderthales a lo largo de toda el área de extensión de estos y los llevaron a la extinción, no más allá del 28,000 a. C. No están claros los motivos que permitieron a Cromañones pervivir, mientras que Neanderthales se extinguieron, en el período más duro de la glaciación. Neanderthales estaban perfectamente adaptados a dicho clima, ya que su biomecánica y su constitución corporal correspondía a una adaptación a climas fríos. Cuerpos bajos y rechonchos, piel clara, narices anchas para calentar el aire helado antes de llegar a los pulmones, son el resultado de dichas adaptaciones, tal y como hoy día sucede, por ejemplo, con los esquimales. En cambio, Cromañones, con cuerpos altos, delgados, de piel obscura, no estaban tan bien preparados, en su constitución física, para resistir los tremendos fríos glaciales. El único punto a favor de nuestra ascendencia, que sería finalmente lo que inclinó la balanza a su favor, aunque no hay abundantes evidencias arqueológicas que lo confirmen, sería su más versátil imaginación. Ella les permitiría desarrollar tecnologías más sofisticadas y elaboradas, que les daría una mayor eficacia cazadora que Neanderthales, factor clave para grupos raptorrecolectores en épocas de escasez de caza. Quizás tambien, un mayor mundo simbólico les permitiría afrontar las vicisitudes de su mundo de maneras más diversas, imaginativas y originales que Neanderthales. Probablemente, incluso forjar alianzas a larga distancia entre diferentes grupos, para apoyarse y soportar las duras condiciones medioambientales en que desarrollaban su existencia.

Estos grupos humanos ocuparon toda la Europa no cubierta por los hielos, (recordemos que estamos en lo más crudo de la última glaciación, llamada de Würm), que cubrió de hielo toda la mitad norte del continente, además de varios episodios glaciales en los sistemas montañosos del sur. Por contra, esa misma acumulación de hielo hizo que el nivel del mar estuviere casi cien metros por debajo de su nivel actual, dejando libres para la vida terrestre amplias franjas de tierra que hoy día están bajo las aguas.

Hasta el 10,000 a. C, estas bandas humanas eran cazadoras y recolectoras, que irián seguramente adquiriendo ligeras diferencias culturales y lingüísticas durante esos milenios con escasa comunicación entre ellas, dificultada por la severa dureza del clima, así como la dificultad y enormidad de las distancias entre estas mismas bandas.

A partir de esa fecha, según nos acercábamos al óptimo climático, porvocado por el retroceso de los hielos hacia el Círculo Polar Ártico, los grupos humanos iban colonizando las nuevas tierras liberadas, siguiendo las huellas de la flora y la fauna en su expansión por el gran norte, mientras abandonaban las tierras costeras recuperadas por el mar, en la subida de nivel provocada por el deshielo.

Todos los complejos culturales identificados en Europa, son bastante uniformes por toda ella, salvo matices menores que encajan perfectamente en una variabilidad tipológica local. Algo comprobado arqueológicamente, tanto en los complejos musterienses de Neanderthales, como en las diferentes culturas y tecnologías desarrolladas por la Humanidad Cromañona.

En la península Ibérica, se diferencian, desde el Paleolítico Superior, el área o provincia cultural franco-cantábrica, que abarca los complejos artísticos de las cuevas del norte español y del sur francés, con su característica expresión cultural, respecto del área levantina, ibérica o mediterránea, que abarca la costa hispana y gala de dicho mar, con su también típica expresión cultural propia.

Más complicado de interpretar y analizar es la expansión por Europa de dos oleadas que revisten una importancia crucial para la historia de nuestro continente.

Una de ellas es la expansión de los pueblos indoeuropeos por Europa. Ríos de tinta se han escrito sobre ello, prueba suficiente de que no está nada clara la cuestión. No se sabe si eran grupos autóctonos europeos que han poblado desde hace milenios el solar europeo, o son migraciones de gentes alóctonas a nuestro continente. En este último caso, se desconoce cuál podría ser esa Urheimat, o patria originaria de la que provendrían dichos pueblos indoeuropeos.

En estrecha relación con lo anterior, por lo cual creo interesante analizar ambos hechos en común, es la difusión por Europa de la Neolitización, esto es, la propagación de las técnicas agricolas y ganaderas entre las gentes y tierras europeas.

Respecto a ello, no cabe duda que el proceso neolitizador que afectó a Europa se inició en el llamado Creciente Fértil, que son las tierras de Mesopotamia, (Irak), la costa mediterránea asiática, (Israel-Palestina, Líbano y Siria), así como la parte oriental del actual estado turco.

En estos territorios, hará unos 10,000 años, hubo un proceso de desertización, provocado seguramente por el deshielo que modificó el clima de algunas tierras, resecándolas, igual que le sucedió al antaño paradisíaco Sáhara, que fué antaño una selva, desecada por el retroceso de los hielos y las lluvias al norte. Mientras la Europa del norte era un bloque de hielo, y la mitad sur tenía un clima bastante frío, en el Sáhara y Oriente Medio proliferaban las selvas y una fauna de clima tropical bastante exuberante. Ello permitía la proliferación de numerosas bandas humanas que aprovechaban la gran abundancia de recursos vegetales y animales para crecer y expandirse por esas tierras. Consecuentemente, cuando el clima cambió, y el hielo, seguido por las lluvias, se retiraron hacia el norte, la flora, y la fauna, y, tras ellos, dichas bandas humanas, siguieron esa misma vía, mientras que el sur del Mediterráneo se desecaba y el norte era ocupado por biomasa de clima cálido, siendo relegada la biomasa de clima frío al norte continental, paulatinamente libre de hielos.

Ello, combinado con un probable aumento demográfico humano, permitido por la abundancia de alimentos, y con una convivencia prolongada de esos mismos humanos con plantas y animales poco agresivos, provocó que las gentes de la época adquiriesen conocimientos rudimentarios sobre cómo conseguir controlar el cultivo de plantas y la cría de animales para no depender tanto de la estacionalidad de la naturaleza. Ese conocimiento se obtuvo gracias a las agudas dotes de observación que el más evolucionado cerebro humano moderno facilitó, y al establecimiento de relaciones causa-efecto entre el crecimiento de las plantas, el agua y el lugar donde caían, en un caso, y a la función de reproducción y a la comprensión básica de la sexualidad de los animales.

Que no hubieren practicado esas artes antes de la desertización del Próximo Oriente y del aumento demográfico puede explicarse por el hecho de que esa mayor abundancia de alimentos se consigue a costar de renunciar a dos valores de importancia. Mientras la caza y la recolección pudo alimentar a la Humanidad, se mantuvo como sistema económico. Cuando el efecto combinado del crecimiento demográfico permitido por la abundancia de recursos se cruzó con la paulatina desertificación de las tierras próximo-orientales, se hizo difícil mantener dicho sistema. Finalmente, esas colectividades humanas se vieron forzadas a aplicar, intensivamente, esas técnicas que ya conocían de control de plantas y animales. Este hecho aceleraría el proceso desertificador e intensificaría la necesidad de producción de alimentos. Se presentó como la única vía para alimentar a la cada vez mayor población de esas sociedades.

El precio fué un régimen de vida mucho más duro que el anterior, que acabó siendo idealizado como una edad dorada, mítica, de felicidad prístina y virginal de la Humanidad, libre de los agobios y preocupaciones de la dura vida cotidiana a la que se habían visto forzados casi todos los grupos humanos. La caza se convirtió en el símbolo de esa vida placentera y lujosa, de matiz aristocrático. Quizás incluso la idea de Paraíso provenga del doble proceso de interiorización, a la par que universalización, de dicha deseable situación, perdida para siempre.

Uno de los anteriormente citados valores es la libertad de movimientos. Tener ganado estabulado, y, sobre todo, depender de un campo sembrado para obtener alimentos, que no es portable y que tarda meses en ofrecer resultados, te obliga a radicarte definitivamente en un lugar, con lo cual estás expuesto a soportar las inclemencias meteorológicas sin poder desplazarte a mejores tierras según la estacionalidad.

También te obliga a prever medios de defenderte de los ataques de otros grupos humanos, sin poder huir en caso de una mayor superioridad numérica o militar. Y ello no se consigue sin una incipiente organización social estratificada, que distribuye actividades, genera cierta especialización y la aparición de una casta dedicada a la guerra y otra a la dirección político-religiosa, pués en principio parece que poder y religión eran una sola idea.

La otra renuncia es al tiempo libre. Los actuales y escasos grupos de cazadores recolectores que quedan en el mundo, (concentrados sobre todo en el Amazonas y África), dedican una porción de su tiempo semanal mucho menor que la de las sociedades productoras de alimentos en obtener su substento. Estudios hechos con los grupos bosquimanos del Kalahari demuestran que dedican entre quince y veinte horas semanales a cazar y recolectar alimentos, empleando el resto del tiempo en actividades artísticas o no relacionadas con la obtención de su substento.

Otros estudios con pueblos actuales en procesos tecnológicos parecidos al Mesolítico, muestran que dichos pueblos adoptan dos estrategias básicas:

-bandas móviles en parajes con una amplia y diversa variedad de flora y fauna. Son pequeños grupos, de estructura social igualitaria, con una alta movilidad y poco ajuar mobiliario.

-grupos estables en parajes con poca variabilidad de flora y fauna. Grandes grupos, con una incipiente estratificación social y poca movilidad, determinada por la explotación, concentrada, del escaso espectro de recursos naturales que manejan. Ocasionalmente, pequeños grupos se desplazan en busca de recursos estacionales. Suelen tener necrópolis cerca de los asentamientos.

Una vez implantadas estas técnicas, alrededor del 8,000 a.C, fueron difundiéndose con el paso de los milenios por toda Europa ,(y por el resto del mmundo), en una secuencia que es relativamente bién conocida.

Desde la citada zona nuclear, se extendió por Egipto, Irán y Asia Central, el Cáucaso y la meseta de Anatolia, hacia el 7,000 a. C.

De la meseta anatólica pasó al Egeo y a Grecia, en el 6,000 a.C. De Grecia a los Balcanes y los Cárpatos, alrededor del 5,000 a. C. Desde aquí, o tal vez desde el Cáucaso, se extendió por las estepas rusas.

Desde Grecia pasó a Italia, también hacia el 5,000 a.C.

Desde los Balcanes y los Cárpatos se extendió por las llanuras centroeuropeas hasta el Mar del Norte y Escandinavia, hacia el 4,000 a. C.

Desde Italia y Centroeuropa se alcanzó las costas atlánticas europeas de irlanda y Portugal hacia el 4,000 a.C.

Tal vez la difusión de las técnicas agroganaderas se diere por simple transmisión de conocimientos, o por llegadas de nuevas gentes que traían esos conocimientos, así como las semillas de los cereales y los animales domesticados. Las vegetales y los animales que fueron objeto de explotación agroganadera fueron un número muy reducido de ellos, los que los largos años de experimentación confirmaron como los más rentables, o los más fáciles de domesticar y explotar. En la Isla-Mundo, (África y Eurasia), la combinación de todos los animales y plantas base de la neolitización solo se dieron juntos en Medio Oriente, faltando algunos de ellos en los demás territorios. Así, cuando desde estas tierras, las gentes, o las innovaciones tecnológicas neolíticas se fueron expandiendo por el resto de territorios, se llevaban las mismas especies animales y vegetales allí donde iban, no experimentando apenas con los productos locales. Prueba de ello es que la industria agroganadera que desde Oriente Medio se extendió por Europa y África del Norte, se basó en los mismos productos. Así, el trigo fue el producto principal de esta neolitización. En cambio, en Asia oriental, por ejemplo, que desarrolló su propio proceso neolitizador, el producto estrella fue el arroz.

En cualquier caso fue un proceso paulatino, nunca un cambio radical. En muchos lugares están documentadas las pervivencias de grupos humanos practicantes de las antiguas técnicas raptorrecolectoras, (los llamados complejos epipaleolíticos), con gentes, no se sabe con certeza si foráneas o locales adaptadas, que practicaban las nuevas economías agroganaderas, (los también llamados complejos Mesolíticos). Los grupos epipaleolíticos ocupan los mismos nichos y espacios, así como el mismo modo de vida, que los antiguos grupos raptorrecolectores paleolíticos. Por contra, los grupos mesolíticos van ocupando las nuevas tierras que están quedando libres. Paulatinamente, los grupos epipaleolíticos irán adoptando el estilo de vida de los “nuevos” grupos mesolíticos. Los grupos epipaleolíticos, menos numerosos y con tecnología menos desarrollada que los mesolíticos, van quedando relegados a los márgenes externos e improductivos de los lugares de ocupación humana, sobre todo montañas, estepas y desiertos, copando estos, los valles y las veras de los ríos; las tierras más fértiles, en definitiva.

Es probable que los epipaleolíticos fueren adoptando, por necesidad, la civilización mesolítica, pasando, probablemente, por un período pastoril, una vía fácil y económica para explotar sus tierras, poco aptas para alimentar granjas o cultivar plantas, produciéndose un proceso de cooperación entre ambas sociedades humanas, llegándose a haber hallado, en yacimientos de asentamientos de gentes no productoras de alimentos, restos cerámicos. No fabricados por ellos mismos, sino obtenidos, por medio del comercio, de los centros productores de alimentos, fabricantes, asimismo, de dichos primeros objetos industriales.

Sin embargo, también se dieron casos de confrontación, ya que los móviles y poco sofisticados grupos epipaleolíticos verían una presa fácil los estables, y por ello débiles, asentamientos preurbanos de los mesolíticos, optando por atacarles y saquearles.

Los grupos mesolíticos adoptan en diversos grados estrategias parecidas a las de algunos grupos similares actuales:

-asentamientos costeros, en el Atlántico, explotando recursos abundantes pero reducidos en variabilidad, con poblados estables, dotados de necrópolis y cierta estratificación social.

-en zonas montañosas y de interior, donde hay abundantes recursos, pero de muy diferente tipo y estacionalidad, se ven pequeños grupos, que se mueven estacionalmente según la abundancia o escasez, territorial o temporal, de los mismos, por amplios espacios.

-en el litoral cantábrico, con pequeños valles encajados entre el mar y la montaña, se dan pequeños grupos, que cíclicamente explotan los recursos costeros y los montañosos, en su más inmediato entorno.

-en el valle del Ebro, ocupan asentamientos cerca de los recursos hídricos, y también de los recursos alimenticios, grupos mesolíticos que controlan el acceso a dichos parajes, o bién controlando la zona limítrofe entre esos parajes abiertos y los montañosos, o en el paso de desfiladeros.

La evidencia arqueológica no ha podido determinar si las poblaciones indoeuropeas son el resultado de las antiguas gentes, transformadas culturalmente por los nuevos conocimientos, o son las gentes venidas desde el Próximo Oriente con las nuevas técnicas, conformando una casta dominante que impuso su cultura, su lengua y su cosmogonía a los pueblos “preindoeuropeos”.

En cualquier caso, es evidente , por los restos arqueológicos, que en una Europa predominantemente indoeuropea, había islas de grupos humanos no indoeuropeos, pervivencias de asentamientos previos a la indoeuropeización, o llegadas posteriores a todo este proceso. En ambos casos, no adoptaron la cultura indoeuropea, aunque si las nuevas tecnologías, más eficaces.

Nos referimos al pueblo vasco, el único actualmente perviviente. Pero también a los antiguos pueblos íberos, etruscos, ligures y pictos. Probablemente estos pueblos fueran originarios de las tierras que luego habitaron, históricamente, y fueron conformando su idiosincrasia propia a lo largo de los milenios, aderezada con la influencia cultural que supuso la neolitización, que como hemos dicho, alcanzó hacia el 4000 el extremo occidente europeo, y luego la metalurgia, que alcanzaría las costas atlánticas hacia el III milenio.

No obstante, el resto de las gentes que poblaban Europa, con ser todas indoeuropeas, no poseían una cultura uniforme. Había diferencias entre helenas e itálicas, entre celtas y germanas, por ejemplo. Esta diferencia fue provocada por la sedentarización. El tener un rebaño que cuidar, movible con dificultad, y unos campos arados, inamovibles, junto con casas y silos de almacenamiento de alimentos, hacia que la gente no tuviere facilidades ni motivos para desplazamientos. Las largas distancias, la dificultad de los caminos y la lentitud del transporte a pie o en carros de bueyes, no facilitaban las comunicaciones.

La domesticación del caballo, con su velocidad y su facilidad de desplazamiento, no se dió hasta mucho después. Probablemente fueron las tribus escitas, en las estepas rusas, las que lograron tal hazaña, y las que luego la propagaron por Europa, al albur de sus desplazamientos y sus incursiones por las tierras occidentales desde su lugar de origen, pobladas por las pacíficas y sedentarias sociedades agrícolas locales.

Al principio solo eran los mercaderes, y luego, con la metalurgia, también los herreros, los únicos interesados y dispuestos a recorrer los caminos de Europa para ofrecer sus servicios y sus mercancías, uniendo el Mediterráneo, el Báltico y el Atlántico, ayudando a difundir las culturas y las tecnologías por todo el continente, rompiendo el relativo aislamiento en que solían vivir los grupos sedentarios.

Probablemente es a ellos a los que se deben la difusión por Europa de muchas técnicas metalúrgicas, funerarias y culturales que se expandían por Europa y creaban una especie de incipiente “Koiné” cultural.

También puede que hubiere, puntualmente, por motivos bélicos, en algunos casos, y por motivos medioambientales, o incluso por motivos demográficos, en otros, desplazamientos de mayores grupos humanos, buscando nuevas y mejores tierras de labranza.

Eso hizo que la cerámica cardial y las construcciones megalíticas se produjeren en una gran parte de Europa. En el proceso de neolitización de la Europa atlántica y nórdica se dió, junto al proceso neolitizador, una expresión cultural, en los rituales funerarios, que generó el llamado megalitismo. Los poblados son prácticamente desconocidos, salvo por los restos cerámicos, mientras que daban una gran importancia a la muerte, construyendo esos enormes edificos funerarios. Estas construcciones, que eran casi exclusivamente, funerarias, se distribuyeron a lo largo de una buena parte de Europa durante unos dos milenios. Se construían a base de ortostatos, enormes piedras hincadas o verticales, que formaban círculos, alineamientos, túmulos, (con o sin corredor), o se erguían solitarias, (menhires). Los túmulos solían estar cubiertos con una cobertera vegetal, lo que les daba una mayor monumentalidad. Los primeros, encontrados, en Bretaña, son del V milenio, desde los mismos inicios neolíticos.

Probablemente, además de su función funeraria, se emplearían como marcadores territoriales, delimitando los límites geográficos que pertenecían al grupo humano constructor y usuario de dicho túmulo.

Fueron reutilizadas, por diversos grupos humanos, durante todo el Neolítico, el Calcolítico, y hasta fines del Bronce.

También se extendieron las técnicas funerarias como las que practicaban los “Urnenfelder”, o las gentes de los Campos de Urnas. Antes, en Europa, predominaba la inhumación de los fallecidos. Estos Urnenfelder introdujeron la costumbre de incinerar el cadáver, para luego introducir las cenizas en una urna o vaso, que si se enterraba. En Iberia, penetraron por Cataluña, donde más se asentaron y más restos de ocupación se han hallado, extendiendo su influencia hasta el Sistema Ibérico y el valle del Ebro.

Estos grupos de gentes de los Campos de Urnas, o Urnenfelder, se gestarían como grupo cultural diferenciado en Centroeuropa, con toda probabilidad, y de allí se extenderían por gran parte de la Europa occidental y mediterránea. No serían oleadas invasoras, ni grandes grupos repentinos de gente desplazándose, sino un fluir, tenue y contínuo de gentes, en desplazamientos de pocos kilómetros, con todos sus enseres y animales domésticos, llegando a Hispania, por el noreste peninsular, alrededor del siglo XIV, coetáneos de los Pueblos del Mar.

Técnicas metalúrgicas tambien se propagarían por este método, sobre todo a través de los herreros ambulantes. Sería seguramente el método por el cual se expandió la metalurgia del Cobre. Posteriormente, la del Bronce arsenicado, la del Bronce estañado, y, por último, la más complicada metalurgia del Hierro.

También por el comercio, ya que la necesidad de encontrar metales, para alimentar las nuevas industrias, hizo que además de los herreros ambulantes, las desarrolladas culturas del Mediterráneo oriental, (griega micénica primero, y luego, fenicia), cruzaren el mar buscando dichos metales y propagando la metalurgia y las altas culturas complejas hacia Occidente.

Fomentaron el paso de las sociedades tribales igualitarias, o al menos aceleraron dicho paso, hacia las jefaturas y los incipientes estados, desde una tenue estratificación social, hacia la aparición de las primeras sociedades complejas. Así surgió la Cultura de Los Millares en el Calcolítico, y la de El Argar en el Bronce, ambas en el sureste peninsular.

De este modo, se puede decir que el Neolítico, para la mayor parte de Europa, se convirtió en Calcolítico, a inicios del tercer Milenio, y hasta fines del mismo.

Y éste se transformó en Bronce, subdivido a su vez en estas tres etapas, (fechas aproximadas):

-Bronce Antiguo, 1900-1450.

-Bronce Medio, 1450-1250.

-Bronce Final, 1250-750.

Comunes a estos períodos, y a Europa en general, son las Culturas de Unetice, de los Túmulos y de los Campos de Urnas.

Más adelante, ya en plena Edad del Hierro, esto es, en el último milenio antes de Cristo, se dieron las últimas oleadas, en parte de expansión de grupos humanos y en parte de influjo cultural, que afectaron a Europa en tiempos preh¡stóricos o protohistóricos. Nos referimos a los celtas, posibles herederos de los Urnenfelder, y originarios del corazón de Europa.

La primera oleada, en la Primera Edad del Hierro, (hacia 750 a.C.), partió de grupos celtas originarios de Hallstatt, en los Alpes austríacos. Tenían una nueva organización social, más estratificada, una nueva concepción artística y del mundo ,así como un nuevo grupo de lenguas indoeuropeas, las comúnmente llamadas celtas. Su lugar de expansión fue por Europa Occidental, en concreto por la futuras Gallias romanas, (la Cisalpina y las dos transalpinas), por la Península Ibérica y por las islas británicas.

Más tarde, en la Segunda Edad del Hierro, (hacia 550 a.C.), hubo una segunda oleada de pueblos celtas en movimiento. Surgidos esta vez un poco más al Oeste, desde el yacimiento epónimo de La Tene, en Suiza.

Por su parte, dichas gentes celtas siguieron los caminos ya transitados anteriormente por anteriores pueblos celtas por los mismos territorios. Pero además, según los textos antiguos, algunos de ellos, comandados por un tal Brenno, saquearon Roma en el 390 a.C, (Roma, durante toda su historia antigua, desde el 753 a.C. hasta el 476 d.C, solo fue saqueada dos veces. Ésta fue la primera. La segunda fue 800 años después).

La tradición dice que estos mismos grupos celtas guerreros, que se ofrecían como mercenarios, saquearon, poco tiempo después, el Oráculo de Apolo en Delfos, en el corazón de Grecia.

Y, finalmente, la leyenda afirma que acabaron afincándose en la meseta anatólica, fundando el reino de Galacia, que fue un reino real que acabó engullido primero por Alejandro Magno y luego por el Imperio Romano. Dudoso es que fuere de origen celta, ( a pesar de la prueba lingüística de de galos, pues galli era el nombre romano de los celtas).

En cualquier caso, Europa era un territorio poblado por numerosas etnias y grupos de gentes, que, siendo mayoritariamente indoeuropeas, tenían tradiciones culturales y lingüísticas muy diferentes.

En la península Ibérica, y en la Galia, por ejemplo, no todos los pueblos que las habitaban eran celtas, ni siquiera todos indoeuropeos. Los pueblos íberos, de los que más adelante hablaremos, no eran gentes de estirpe o lengua indoeuropea, aunque de ellos no se sabe si son gentes llegadas desde África del Norte, o son gentes autóctonas evolucionadas por el influjo cultural tartésico, fenicio y púnico. La cultura íbera abarcaba la costa mediterránea, así como las tierras interiores adyacentes, entre Narbona y Cartagena. Las poblaciones íberas empezarían a desarrollar formas complejas de civilización a partir de la II Edad del Hierro, con la plena efervescencia de la colonización oriental.

La otra área no indoeuropea la constituía la actual Andalucía, donde se desarrolló la cultura tartésica y sus herederos, grupos turdetanos y túrdulos. El resto de Iberia, salvo las tierras vascas y algunas zonas sudlusitanas, estaban pobladas por gentes indoeuropeas. Estas sociedades, influenciadas, de manera indirecta, por las factorías o puertos de comercio fenicios desde el siglo XII, y por las colonias fenicias desde el siglo VIII, esta vez ya de manera directa, merced a una serie de asentamientos estables a lo largo de todo el litoral, favoreciendo el desarrollo urbano, estatal y cultural, siendo Gades para ello el centro principal de orientalización y aculturación.

Tartesos, en el valle del Guadalquivir, es una cultura autóctona peninsular, que floreció en la Edad del Bronce. A fines del Bronce Medio, hacia el 1100, decae la cultura de El Argar, que desde el sudeste peninsular irradió su influencia por gran parte de la costa levantina y andaluza. El propio Tartesos, cuyo esplendor abarca hasta el Bronce Final, aproximadamente entre el siglo XI y el VI, estando su período de esplendor entre los siglos finales del período, vivió una fase orientalizante expansiva facilitada por la influencia fenicia ejercida desde Gades. Tartesos basó su prosperidad en el comercio, sobre todo metalúrgico, ya que no solo explotaba sus riquezas mineras, sino que junto a los navegantes fenicios, controlaban el comercio del estaño con las islas británicas y con Galicia, por mar, contribuyendo a desarrollar el llamado Bronce Atlántico, que cubrió estos territorios.

La decadencia de Tartessos, en el siglo VI, pudo deberse a varias razones:

  • la substitución de la hegemonia comercial fenicia, (hundida, como veremos, por la caída de las ciudades fenicias bajo control asirio), por la cartaginesa, que tenía una política más centralizadora y controladora que los antiguos mercaderes fenicios, dejando menos libertad de acción a las gentes tartesias, ya que la dominación cartaginesa aunaba el control político-militar al simplemente comercial que ejercían sus antecesores fenicios.

  • La competencia sobre la ruta marítima, controlada por naves púnicas y tartesias, del estaño de las Cassitérides a traves del Estrecho de Gibraltar, surgida por la apertura de la ruta terrestre, que la colonia griega focense fundada en Massalia, (hacia el año 600), estableció, comerciando con las tribus galas a través del Ródano, para llevar dicho estaño hasta el Mediterráneo.

Pruebas de esta caída se refleja en el hecho de que desaparece, en el registro arqueológico, todo resto de artefactos fenicios, siendo substituidos por cerámica focea y ática, importada desde Atenas, que llegó a copar casi todo el circuito comercial mediterráneo, distribuida desde Massalia, Emporion y Rodes.

El valle medio del Ebro, las dos mesetas, la costa cantábrica y las tierras portuguesas formaban la zona indoeuropea, que no toda céltica, ni celtibérica. Estos ocuparon el citado valle del Ebro y la mitad oriental de la submeseta norte, y son el resultado de la posible mezcla de gentes celtas llegadas a la península con el substrato ibérico o autóctono que encontraron al llegar a estas tierras.

Estos pueblos recibieron pocas influencias de las altas culturas mediterráneas. Los celtíberos, (muy influenciados por la íbera, a su vez, muy influenciados por grecofenicias), fueron los más permeables a corrientes culturales extranjeras, y también por la ya citada cultura de los Campos de Urnas. En el otro extremo, las poblaciones indoeuropeas de la costa atlántica desarrollaron la llamada cultura del Bronce Atlántico, como resultado del comercio que desde ellas y a través de ellas, en dirección a Bretaña y Gran Bretaña, en busca de estaño, realizaron los comerciantes fenicios.

En Galia, en el departamento de Aquitania, tierra de las tribus aquitanas, habitaban gentes autóctonas mezcladas con influjos indoeuropeos y célticos, mientras que las belgas, al norte del territorio, eran grupos de cultura celta con elementos germanos llegados posteriormente a la zona. Mientras que el resto del territorio serían gentes celtas.

Entre las gentes griegas, con sus dioses olímpicos y sus filósofos, y las germanas, que adoraban a las fuerzas de la naturaleza y eran sociedades guerreras y agricultoras, sin la sofisticación social y cultural de aquellos pueblos mediterráneos, había una gran abismo. (No olvidemos que estas cultas gentes griegas llamaban Barbaroi a todos las sociedades no helénicas).

Por otra parte, en el sur peninsular se había desarrollado la cultura tartésica, en el valle del Guadalquivir, entre los siglos IX y VI a.C, desarrollado por el estímulo del comercio fenicio desde Gades, y más tarde, de manera menos poderosa que la fenicia, por el efímero comercio de los griegos samios, (recordemos el mítico viaje de Coleo de Samos, a fines del siglo VII). Tartesos alcanzó un gran esplendor, con ciudades, monarquía, leyes y un floreciente poder agroganadero y minero, con el que comerciar con las expediciones fenicias y griegas a cambio de productos manufacturados de lujo orientalizantes de las culturas griega, fenicia y egipcia.

La importancia que alcanzó Tartesos se refleja en el hecho de que tres de los doce trabajos de Herakles tuvieron por escenario el fin del mundo, a la sazón Tartesos, en la época.

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