Llegó como a las cuatro de la tarde al caserón de sus antepasados, dando grandes zancadas para subir los cuatro escalones de cemento que la ubicaron en el corredor donde estaba la puerta principal que aún se encontraba cerrada. Era una niña un tanto estrafalaria y descomplicada, que poco sabía de maneras delicadas porque creció en un lugar libre y ausente de convencionalismos y reglas que tanto atentan contra la libertad .Había nacido en la mitad de una selva vasta, densa, inagotable e imperiosa y, de ella, heredó toda la fuerza para sobreponerse ante cualquier situación.
El estropicio de las trancas ubicadas por seguridad detrás del gran portón de madera de la puerta principal, que las tías quitaban con desespero para darle la bienvenida a la familia entre palabras cordiales y risas de alegría, la sacaron de las divagaciones que venía arrastrando desde que su padre dijo que regresarían al pueblo de sus antepasados porque sus cinco hijos ya necesitaban otra educación. Dejar toda la comodidad de la buena vida que para la época era muy común en los campamentos mineros, no era un desprendimiento nada fácil.
Cerró los ojos y se preguntó ¿Qué nos espera?
Ávida de curiosidad y con los ojos tan abiertos como una flor que se expone para recibir el rocío de una mañana pueblerina ,se quedó plantada en el salón principal recorriendo con la mente el nuevo hogar: las paredes levantadas con estacas de palos o bambú ,entretejidas con boñiga y barro; los techos cubiertos con las inmensas hojas de palma de paja ;los pisos de concreto pulido y, todo el frente, vestido con seis ventanales protegidos por bolillos de madera, hábilmente torneados por unos carpinteros que encallaron sus manos a punta del trabajo con el cincel.
Allí, en la caballeriza resguardada por una puerta de dos hojas hechas con láminas de zinc, resaltaba pintado con tiza blanca, el año de 1951- casual fecha de llegada de la familia -, anunciando un reinado de la Zafra, festejo que le daba sana alegría al pueblo y llenaba los espíritus de júbilo y alborozo cuando por la plaza principal, desfilaban las reinas en carrozas adornadas con la flor de la caña que nacía silvestre en las tierras de Plan Parejo. Aún continúa sintiendo el dulce aroma del junco que le penetra los sentidos y, a lo lejos, en su mundo de ensueños, divisa sus tallos erguidos bailando una frenética danza a merced del viento que viene de las colinas que rodean la aldea.
¡Qué difícil olvidar la fecha de arribo!
Dos años gastando en el sostenimiento de las cuatro familias que habitaban el inmenso caserón de quince habitaciones , dos salones ,un inmenso comedor, dos cocinas ,patio ,traspatio y caballerizas, hasta que la comodidad se fue desdibujando para darle paso a la decadencia y se instaló la pobreza con sus días largos que se colaban silenciosamente por debajo de las rendijas de las puertas.
Todos los ahorros de su padre volaron como cuando el otoño desnuda los árboles dejándolos sin hojas solos y tristes .Comenzó a sentirse la mezquindad de la escasez y la miseria, y el peligro recorrió la casa devastando todo lo que encontraba a su paso .El pueblo también fue víctima del silencio de la pobreza y, en sus calles vacías, vagaban agónicos los animales agrupados con la gente que escarbaba la tierra con sus manos ,para tomar un poco de ella y mitigar la sensación de hambre.
¡Qué raro! ¿Por qué el pueblo, la gente y los animales también?
Entonces, ante la doliente pregunta, recordó lo que le contó su padre cuando hacia supervisión en la mina como Intendente y sorprendió al minero indígena de la tribu de los Catíos , robando pepitas de oro que se habían atorado en las trampas ubicadas por debajo de las canaletas que conducían el mineral grueso, hasta las arcas de seguridad de la multinacional The Pato Gold Company .La maldición , como venganza, selló el destino de toda su descendencia y jamás fueron liberados de tan maléfica intención.
¡Es la razón de todo!
En su rostro se dibujó una sonrisa muerta y en la lejanía de su mente, bailaban los recuerdos preñados de nostalgias y de asco por la maldad de los corazones.
La maldición le cavó una fosa y la ingresó a las filas de las niñas pobres .Pasó de estudiar en un colegio privado costoso de monjas franciscanas y cayó de cabeza en una escuela pública. Además de la colectividad obcecada de la época, la pobreza la estigmatizó, la desplazó y la castigó alejándola de todo su entorno .Valían cuando hubo dinero; sin éste, se convirtieron en una mierda que la sociedad arrinconó.
Ella, fuerte como la liana de los bosques, se trepa por encima de las adversidades para salir a la superficie saturada de esperanzas. Por eso nunca la traumatizó el cambio de colegio. .Por el contrario, era muy feliz en ese lugar cuando a todo pulmón y a punto de desgañitarse,-antes de entrar a clases- le cantaba a la bandera y a la Patria envuelta en un júbilo que la dejaba en paz, como cuando se comía a escondida los trozos de panela robados a las tías, que celosamente guardaban en la alacena ubicada en la cocina.
A pesar de la pobreza, las tías no perdieron su encanto y seguían vistiéndose con las desgastadas batas de terciopelo enlutado .Continuaron maquillándose ante los espejos rotos que les devolvían rostros distorsionados por las sombras de la tribulación que deja la pobreza .Conformes y deambulando sin rumbo por los pasillos de la casa, se les oía murmurar entre dientes que al” mal tiempo buena cara”….No querían perder la compostura de las antiguas damas que siempre fueron . Conservaban la dignidad a pesar de la pobreza.
Sus abstraídas e indiferentes miradas como muñecas de trapo que parpadean en la nada, veían como la desidia ,el descuido y el abandono se fueron apoderando de toda la casa y, la tristeza y la escasez, se deslizaron como heladas gotas de lluvia por las paredes que comenzaron a descascararse .Las puertas y las ventanas se las va tragando la carcoma y la polilla ; el piso de cemento gris se agrietó y se hundió y, en las palmas del techo, el vulgar y despiadado comején, como un avezado arquitecto ,construyó sus nidos en hileras de montículos ,desgajando el entramado y dejando unos inmensos portillos por donde se escurrían sin piedad ,los chorros de agua cuando llovía.
Los pocos muebles Thonet de curvadas líneas en madera, traídos en barco desde Viena por un potentado antepasado que dio origen a la familia, quedaron desbaratados cuando la ruina arrasó con todo .Se fueron cayendo a pedazos desparramándose en el salón, como huesos sin patria y sin dueño, quedando abandonados como en un cruel campo de concentración .Las mecedoras de mimbre que amoblaban la terraza en donde descansaba la familia, se balanceaban solas en los pasillos, como queriendo, con sus movimientos, evadir la mala racha que como una maldición, cayó sobre su estirpe .
Las camas fueron desbaratadas para atizar el fuego del binde donde se montaba una olla repleta de agua que hervía sin gota de sal, esperando una pata de res que cada tres días descolgaban de un gancho del horcón que quedaba al lado de lo que fue la despensa: al matarife del pueblo le debían este bocado de comida como pago de una vieja deuda cuando soplaban los buenos vientos….¡ Hambre miserable que pones a rugir las tripas ¡
A los días se les acabó el sol y a las noches la luz de las estrellas y de la coqueta luna .Llegaron muchos diciembres sin árbol de navidad, sin Papá Noel, sin guirnaldas, sin aguinaldos, sin pesebres, sin Reyes Magos………. ¡Nochebuena desolada sin ricos majares en la mesa de doce puestos, como en la época de la vendimia! Llegó la pobreza cargada con el odio de la desigualdad y se rompió la armonía universal .Ahora hay dos bandos: pobres y ricos.
El flagelo de la pobreza venido por aquella maldición ,no se apiadó de los inocentes niños del pueblo que deambulaban barrigones y descalzos con la piel cuarteada por la desnutrición y, las comisuras de sus bocas, marcadas con salitrosas líneas blancas por efecto de la deshidratación. Otros, vagando desnudos por las orillas de los arroyos y exhibiendo un flácido delgado y largo pene arropado por un exceso de prepucio que casi les caía hasta las rodillas .Los del Barrio Abajo, exhibiendo unos enormes ombligos inflados por la hernia y los de más allá, les rodaban por la nariz mocos de un blanco transparente que parecían esperma derretida .Las niñas, con sus calzones tan anchos y grandes como su pobreza y los ojos vidriosos cansados por la fatiga silenciosa del que no prueba bocado en días….
Jamás pensó que el círculo perverso de la miseria que un día arrasó con su familia y su pueblo producto de una lejana venganza, la dejaran abatida y triste y con los pensamientos atorados sin comprender por qué, a su padre, el destino lo castigó por cumplir con su deber……
Se refugió en el oscuro y solitario campanario de la iglesia para huir del presagio y la devastación que como una nube gris preñada de malos rumores, se venía acercando sobre los cielos del pueblo .Retraída, y comiéndose el pelo y las uñas, desde su escondite ,sus legañosos y desgastados ojos cubiertos de impotencia, observaban cómo, todas las personas ,los animales y los objetos ,volaban suspendidos en el aire y se iban perdiendo detrás de las colinas………
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