— ¿Preparada?

El fotógrafo pregunta a Elisa mientras ajusta el trípode con la cámara.

Ella niega con la cabeza. Sentada frente al espejo, saca de su bolso el broche plateado.

Había acudido esa misma tarde al estudio de fotografía.

—Su marido quedará satisfecho con el resultado, ya lo verá.

Elisa sonríe con la mirada brillante.

La imagen no es para Martín. Tan solo Viktor Brains sabrá lo que significa ese gesto.

Cada semana desde hace cuatro meses, espera ansiosa el correo con una nueva entrega de los capítulos firmados por el misterioso escritor.

Le había atrapado al instante la última de las historias, “El broche de plata”

El regalo que el amante hacía a su amada para sellar un pacto secreto. La mujer demostraba que estaba decidida a aceptarle en el instante en que luciera el prendedor en su cabello.

Tan ensimismada estaba leyéndolo la otra noche, que no escuchó llegar a Martín. No le había dado tiempo a esconderlo, como siempre hacía antes de su llegada.

Cómo contarle que esas páginas destilaban amor por todas sus letras, que su autor sería alguien con una sensibilidad especial, con manos delicadas, voz dulce…, él no lo entendería. A pesar de ello, a Elisa le pareció adivinar una sonrisa en su rostro cansado.

Cada vez que observa sus profundas ojeras, no puede evitar sentir lástima por él. Cuando regresa a casa después del trabajo en la oficina, se encierra en su despacho hasta la madrugada.

Ella desconoce qué hace allí dentro, pero a través de la puerta le escucha teclear con la máquina de escribir. Cansada de esperarle, Elisa se retira a la cama donde sueña despierta con su escritor.

— ¿Le falta mucho?—Pregunta el fotógrafo, mirando el reloj.

—Un instante—Responde ella, abriendo el imperdible del broche, y ajustándolo en el moño tras la nuca.

Hacía una semana que había decidido dar un paso más y enviarle una carta al apartado postal que indicaba al final de cada entrega, declarándose ferviente admiradora.

La tarde anterior había recibido el paquete por correo, junto con la entrega semanal del capítulo. Lo había desenvuelto con dedos temblorosos, intuyendo de antemano el contenido.

Para Elisa, fiel seguidora de mis historias y motivo de mis desvelos. Suyo para siempre, V. B

Ella había apretado la tarjeta escrita a máquina contra su pecho, y con el corazón acelerado había tomado la decisión. Le enviaría la fotografía para que distinguiera el broche en su cabello, y cuando eso ocurriera….

— ¿Podemos empezar ya?—Gruñe el fotógrafo.

Elisa se arrellana en el asiento.

— ¿Se ve el broche en el espejo?—Pregunta.

Él frunce el ceño y agita la mano hacia la derecha.

Ella se gira en el asiento y mira a la cámara sonriendo.

— ¡Lista!

“Fiel seguidora de mis historias, motivo de mis desvelos,…” las letras vuelven a su cabeza.

Un fogonazo brillante la deslumbra y enciende una luz en su interior.

Sus profundas ojeras, la sonrisa al descubrirla leyendo, la máquina de escribir,….

Y lo comprende todo.

FIN

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