Nació en Barcelona en los años cuarenta, mientras en Europa tenía lugar la Segunda Guerra Mundial, en el seno de una familia que fue migrante en su propia tierra ya que a sus escasos 3 años se trasladaron a Madrid donde el padre consiguió un trabajo apropiado para él.
A pesar de su corta edad es capaz de recordar innumerables escenas que hoy en día pueden parecer prehistóricas. Vivió la llamada época del racionamiento de la comida donde vendedores de “estraperlo” proveían a las viviendas de víveres como arroz por ejemplo.
Viajaba a pueblos más o menos cercanos a Madrid en autobuses lentísimos por carreteras que en muchos de sus tramos eran sin asfaltar.
La única distracción era el cine, películas en blanco y negro y en casa la radio donde solo se escuchaban canciones españolas interpretadas por los cantantes de coplas del momento que ahora suenan a historia.
Su padre compró un coche de segunda mano y con él se aventuraban a viajar a Barcelona a visitar a la familia. La prudencia aconsejaba no conducir de noche y la travesía duraba dos días. Madrid/Medicinali (parada para comer) y llegar a dormir a Zaragoza. Al día siguiente nueva paliza de coche hasta Lérida para comer y llegar a Barcelona por la tarde casi al anochecer. Las carreteras no estaban señalizadas y había que llevar un mapa, más o menos fidedigno, en la mano constantemente. Claro que el tráfico no era como ahora, pero no dejaba de ser una gran aventura.
No existía la Seguridad Social por lo que las mujeres daban a luz en sus camas asistidas por una comadrona. Así nació cuando ella iba a cumplir los 7 años su hermano.
Por ese mismo motivo su madre tuvo que ayudar a una vecina cuyo hermano se había caído en un pasillo, y cuando entró a llevarlo a la cama se encontró que estaba muerto. ¡Bendito 112!. Su madre recordó esto toda su vida.
Los recuerdos de haber vivido en Barcelona los horrores de una guerra civil que impactó el país hicieron que los padres contaran un sinfín de veces los horrores de una etapa de su vida difícilmente superada que marcó toda su existencia.
Los viajes de los abuelos a Madrid muchos años se realizaban en trenes con vagones de madera, y con una duración de 10 o 12 horas hasta que ya en los años 60 tuvieron la suerte de probar el viaje en avión, de hélices y con una duración de dos horas que al lado de lo otro era un sueño.
Y para terminar se acuerda con emoción de los inicios de la televisión en España que provocó una anécdota. Al hablarle a sus abuelos que tenían un aparato donde se veía y oía todo cuanto se emitía, la abuela sin comprender y un tanto incrédula comentó: “A mi no me gustaría que cuando estoy comiendo me vea nadie”.
Podría escribir un libro entero con recuerdos pero lo dejamos ahí.
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