Esta semana ha sido una de las más largas de mi vida. El lunes 14 de agosto a las 9,20 horas se apagó la luz de vida de mi amada hermana. Fue muy triste verla a sus 60 años yacer sin vida sobre su cama, la vistió su nuera tal como ella le había pedido, con el traje de «huasa».
Ya en su féretro fue trasladada al lugar que ella había solicitado para el velatorio, la Agrupación de Adultos Mayores a la cual perteneció estos últimos 5 años. Allí recibió muchas demostraciones de afecto, admiración y cariño. Cumpliendo, una a una, las peticiones que ella les hiciera en vida a los talleres que perteneció.
El primer conjunto folklórico le hizo guardia, cantó hermosas tonadas y bailaron cuecas sin palmas ni pañuelos.
El grupo literario, entonó y recitó al compás de una guitarra, versos y poemas escritos por ella.
Una amiga tocó el acordeón y entonó las canciones que, tantas veces, habían cantado juntas.
Amigos leyeron poemas especialmente dedicados a ella, haciendo mención a su espíritu de servicio, justicia y amor al prójimo.
Otros, entre ellos personas no videntes o ancianas de más de 80 años, que ella iba a buscar y dejar a su casa, para que compartieran momentos de alegría, rezaron muchos rosarios y cantos bíblicos.
Antes de ser llevada a la iglesia, todos los asistentes se tomaron de las manos, haciendo una gran cadena de amor y clamaron porque sus enseñanzas de vida fueran imitadas por los presentes, terminando con el Padre Nuestro.
La misa la hizo el mismo sacerdote que le dio la unción de los enfermos, fue muy emotiva y cercana. Durante toda la misa sus amigas hicieron guardia de honor.
El cortejo era interminable, sus hijos lo llevaron por los lugares que ella frecuentaba y allí las personas la despedían con pañuelos al aire. También pasó frente a su casa y se detuvo algunos segundos, para que se despidiera.
Ya en el Cementerio General de Concepción, las agrupaciones dieron sus discursos, con llantos en los ojos. Luego tuve la oportunidad de leer una breve despedida dando a conocer su fortaleza, bondad, y alegría con que enfrentó la vida.
También, una de sus nietas dijo palabras muy emotivas sobre el gran amor recibido de su abuela y lo hizo vestida de huasa.
En el sepelio mismo, el Conjunto Folklórico le ofreció un «esquinazo», que es un rito que se les brinda a las autoridades.
Uno de los hijos leyó un hermoso poema que retrataba, en parte, lo que había sido su madre. Agradeciendo a los presentes el apoyo y afecto entregado a la familia.
Parece que se detuvo el tiempo, ando triste, silente y reviviendo los momentos de congoja.
Se me asoma tu sonrisa cristalina y palabra oportuna de fe, optimismo y alegría; me das esperanzas, me tranquilizas.
Adiós hermana querida, estos acontecimientos son remembranzas;
la vida es un baile, danza tu espíritu con una guitarra, en mi mañana.
Fin
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