Nunca había visto llorar tanto a una persona grande;  mi abuela paterna…la que me   había criado… no nos vería más…  El puerto de Lisboa cobijaba mi niñez de cinco años de la mano de mi madre, una joven   primorosa de treinta.  “Amazonia”…  era el barco que sería nuestro refugio en la travesía, viajando  en tercera clase o sea en el último piso hacia abajo de la nave; con un ojo de buey en el camarote que tenía vista al océano, en sus profundidades. Sin embargo…mi madre tuvo astucia para ofrecerse como ayudante en la cocina, y yo …con voluntad de servicio, a pesar de mi corta edad, colaboré apretando arvejas que rompían su cáscara y desparramaban desde el interior  frescas bolitas verdes. Mi mamá, pelaba multitud de papas, que luego eran utilizadas  en la elaboración de platos exquisitos, y se servirían en el comedor de primera clase. Esto… nos valió almuerzos y cenas con comida privilegiada… siempre. Por fin desembarcamos, para posar en el Hotel de los Inmigrantes de Buenos Aires, Argentina. Allí nos alojaron gratuitamente hasta que nos viniesen a buscar. Este lugar protegía durante cinco días a la gente, mientras trataban de conseguir trabajo y vivienda…que en la mayoría de los casos eran… conventillos.

Transcurría el año mil novecientos diecisiete;  secuelas  de la Primer Guerra Mundial estaban ocultas bajo las aguas del Atlántico y el buque que nos transportó, siguiendo  hacia  Brasil,  tuvo un siniestro a causa de una mina, que lo hizo explotar en mil pedazos.

Mi padre…también proveniente de Portugal, hubiera querido afincarse en el país carioca, pero las altas temperaturas lo hicieron desistir, y enfiló hacia el Río de la Plata.  Tres años hacía ya…  que esperaba nuestra llegada en una casa de alquiler.  Su trabajo, en principio, fue de pintor de barcos en el mismo Puerto. Más adelante integraría el personal de la mítica casa Maple; la misma que nombra  “A media Luz” en su estrofa:» Pisito que puso Maple…tango, estera y velador» 

_ ¿Quién es este señor alto y rubio…mamá?  No lo reconocí… pero era mi progenitor  y  debía obedecerle… Es que en mi casa de Viana Do Castello me había educado un tío muy dócil, tanto…que hasta dejaba que le enrule con mis dedos un mechón de pelo… mientras me llegaba el sueño. Definitivamente, mi papá era más brusco y estricto.

Fui a un colegio de curas en Almagro, y me destaqué,  recibiendo un diploma de la Orden al Mérito.

 Con los años progresamos, trabajando con ahínco para poder  dejar atrás la casilla de chapa y madera que tuvimos como propietarios

Luego estudié secretariado comercial…con  las etapas lógicas del esfuerzo,  conseguí hacerme de una clientela. El  negocio era de ropa para hombres;  primero sin local, después…con éxito superlativo y además con  familia propia.

Pero jamás puse en el olvido a “mis valientes”, que  embarcaron para sembrar  y darnos un mejor porvenir. La frase resultó cierta: “Los argentinos…descienden de los barcos”

Fin

Mi abuela, mi madre y yo en Portugal

Viana do Castello natal.

En el Colegio de curas. Almagro

Mi madre,mi padre y yo en Argentina

Frente a la "casilla" de nuestra propiedad

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