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Tocaba el sol el horizonte del infinito páramo y tocaba Ali la foto de su padre, como si esta pudiera apagarse como lo hacía el sol inexorablemente. La noche pausaba el ritmo diurno y él se aferraba en soledad a la imagen.

Era lo único que tenía de su padre, y era el punto de inicio de todas las historias que se creaban en torno a su figura, fruto de una urdimbre de recuerdos, relatos de los mayores y necesidades de Ali.

Su padre fue un valeroso combatiente de la resistencia francesa que luchó contra la ocupación alemana, y salvaba familias enteras de las fauces de las tropas hitlerianas que todo fagocitaban. Después de muchas aventuras fue fusilado por los malos e indefectiblemente su pueblo perdió a su mayor héroe.

El juego de Ali a lo largo de los años en un universo familiar exclusivamente femenino fue la lucha de su padre, fuerte y solitario, contra los invasores que terminaban huyendo y luego volvían, y así se repetía una y otra vez el juego.

El padre y sus historias que le envolvían de un halo de súper-hombre le sostenían una identidad y un sentido que su propia familia no se atrevía a contradecir.

Al cabo de unos años de una existencia equilibrada por el malabarismo de una imagen, los «cazadores de sombras» desempolvaron archivos y mostraron públicamente que su valeroso padre fue uno de los franceses colaboradores de los alemanes, y que este informó de puntos estratégicos y de personas significativas, y sí, efectivamente, murió fusilado, pero por sus vecinos por traición.

Sentía que su cuerpo se desmoronaba sin que le valiera otro cuerpo que lo sujetara. Deambuló horas que parecían días y a la caída del sol hizo trizas la foto de su padre.

Buscó Ali la universidad más al norte de Francia para continuar sus estudios de Geometría, pensaba que esto era lo único con lo que podría recuperar el control sobre su cuerpo manchado y roto en pedazos.

Pasaron años de lecturas de literatura del realismo mágico hispanoamericano, de discusiones políticas y de diversión. Ali, en los pasillos de su universidad,conoció a Eva, una chica alemana becada que en su mirada lúcida rezumaba algo familiar que le cautivaba. Empezaron a salir y él sentía que el peso de la imagen de su padre era liviano, que lo compartía con Eva y le reconciliaba consigo mismo, con su familia y con la vieja Europa, cargada de historias de encuentros y desencuentros.

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