Estaba en eso días en los que la nostalgia y el desvelar de la depresión consumía los andares de los buenos pensamientos. Mis padres para ese entonces estaban muy lejos y yo me encontraba finalizando las últimas entregas de las sátiras literarias hechas para un diario local, todo parecía andar a medias, pero mi ánimo decaía cada vez mas. Pese a que las cifras en mi cuenta bancaria aumentaba, las arrugas mentales causadas por el desamor que dejó la mujer-que para ese entonces era mi esposa- opacaban el brillo del día. Camino a la autopista que conecta con el transporte público encontré una silueta particular muy hermosa y deleitante a la vista, una tez muy blanca como la espuma marina y unos rasgos femeninos y suaves adornaban sus ojos oscuros como la penumbra. Me enamoré en el pleno momento en que observé su fugaz esencia, pero fueron mas las ganas que la voluntad y en medio de la muchedumbre afanada por el cansancio, se esfumó sin dejar rastro alguno.
A los días, luego de volver de nuevo a la realidad, comencé a percibir el aroma oscuro de la soledad, arrancando así los trapos viejos que en ese entonces reposaban en la habitación que compartía con mi ex, en uno de esos arrebatos de locura y atrevimiento decidí empacar varias mudas de harapos que nunca en mi vida me había puesto e ir a la playa mas cercana, me gastaría aproximadamente unos treinta minutos en autobús, y por fin sacaría un poco ese veneno negro que tenia dentro. Mientras miraba las palmeras durante la ruta, volvió a aparecer esa bella mujer, la cual esta vez me miró directamente a los ojos y sonrió. Frenético y descabellado bajé del autobús y emprendí la lucha por encontrarla, recorrí varios metros arrastrando el maletín hasta llegar a lo que parecía una Terminal de transporte, parece que hubiese visto su sombra en uno de los buses y compré un ticket rumbo no sé a que lugar, pero ya adentro volvió y desapareció. Recorrí varios minutos con la mirada ida en el horizonte, observando el sol que estaba casi por ocultarse, llegando al final del trayecto, pude apreciar el lugar donde estaba. Caminé en medio de las calles para percibir sus sentimientos en lo mas profundo de mi ser, me choqué de frente con muchas casas coloniales de suntuosos colores, y al fondo estaba el castillo de San Felipe junto a las majestuosas murallas que defendieron a Cartagena de indias durante su independencia. Subí hasta lo mas alto donde el mar y la penumbra hacían conjunto, volví y la observé sentada en las cúpulas de piedra, besé en la boca al dulce fantasma y le pedí perdón. Todo este tiempo ese ser fue una ilusión, una discusión absurda por no querer hacer un viaje que ahora está realizado, mi subconsciente me forzó a buscar a mi esposa, la extranjera que tanto ansiaba conocer este hermoso lugar , la bella mujer que me causó delirios y cumplió su deseo de estar conmigo en las orillas del mar de la heroica, un sinfín de sensaciones de un viaje no planeado.
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