El elemento leguminoso

El elemento leguminoso

Nadie ponía en la mesa unas lentejas como ella. Eran una perfecta melodía para tus papilas gustativas. Los componentes del elemento leguminoso llevaban la voz cantante, las patatas tocaban el papel grave, la cebolla y la zanahoria acompañaban, el chorizo le daba el ritmo y el «caldico» ligaba todo para que cada uno de los integrantes de la obra maestra fueran uno solo. 

La partitura era famosa por aquellos lares. Familiares, amigos/as e incluso amigos de sus nietos venían a verla, escucharla y disfrutarla. Ella tenía la batuta.

Ella era la abuela todoterreno. Crió y educó a una preciosa niña (mi madre) y a tres robustos niños. Ella manejaba como nadie su particular utilitario: su bicicleta azul. Eran inseparables. Ella está llena de vitalidad. Es como un río que siempre avanza. 

Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo jugábamos a ser Oliver y Benji entre cuatro paredes siendo las pobres macetas porterías. Al final del día parecía que Atila había resucitado y a su paso, no dejara verde que diera oxígeno para amortiguar el rapapolvo que nos esperaba. Ella amaba sus plantas. Nos regañaba, pero al final siempre nos ponía lentejas en la mesa. Nosotros la conocemos como la abuela «Kiska».

Pero…

De pronto, una mañana, cuando iba a visitar a su Señor, un golpe inesperado le hizo caer y ver la oscuridad. Despertó, pero todo no volvería a ser lo mismo. ¿Sabéis lo duro que es que una persona a la que admiras no recuerde tu nombre? 

Al ser un río que abre caminos allí donde se los cierran, superó el ver la luz dentro de la oscuridad. Volvió, con secuelas del golpe eso si. Perdida de memoria a corto plazo más algún otro síntoma. Ahora depende de otra persona, de su familia y seres queridos. Me encanta ir a visitarla. Ella en la mecedora y yo en el sofá. Hablamos de cuando sus hijos/a eran pequeños. Cuando mi padre iba a casa con mi madre o cuando sus dos mellizos llegaban tarde a casa con la moto. Habla poco, pero una sonrisa suya vale más que mil palabras. Me dice lo guapo que soy. Con una parte de ella tengo una de mis fotos favoritas. No es su magnífica obra, sino otra.

Arroz

Son once años en los que no ha repetido esa partitura de la que era y soy fan. Siempre cuando le pregunto por las lentejas me dice: – «Mañana te las haré hijo». 

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