Lecciones desde Normandía

Lecciones desde Normandía

Mientras pasábamos las páginas de aquél viejo álbum de fotos, me fijé en una foto en la que él salía junto a un grupo heterogéneo de soldados;

-Ya veo que has encontrado a mis antiguos compañeros de armas. -Me dijo mientras sonreía y sus ojos se brillaban de un modo que nunca había visto antes.

-Verás Alan… cuando era joven, me tuve que alistar en el ejercito estadounidense. En aquella época la segunda guerra mundial estaba en pleno apogeo y los aliados planeaban la invasión de Europa desde la costa Francesa. Ninguno de los que salimos en esa foto sabíamos de las cosas que nos esperaban. -Tras acabar no pude evitar ver como sus ojos rompían a llorar.

Me contó que a los tres años se había ido a vivir a Nueva York con su padre. Que a los 18 se había tenido que alistar para que no lo expulsarán del país. Que al ser el hijo mestizo de un español y una afroamericana su vida no había sido fácil y que en el ejercito la situación no era mejor.

Les habían instruido en un campo cerca de Nueva Jersey. Allí había conocido a otros apátridas como él. Gente de México, Guatemala, Colombia, Brazil e incluso a varios republicanos españoles, todos encajados en una unidad a la que los yanquis denominaban despectivamente “The Mexicans Greasers”. Siguió con su historia, detallandome la noche anterior y el viaje en barco a través del canal de la mancha.

– ¿Tuviste miedo, abuelo? -Le dije con la típica candidez que se podría esperar de un niño de 9 años.

-Tuve muchísimo miedo. Todos los de la lancha desde el primero de la fila hasta el último temblábamos de miedo, vomitábamos por el movimiento del barco o rezábamos, mientras oíamos los gritos de dolor, el silbido de las balas y sentíamos los obuses caer cerca de nuestra lancha. -Me respondió con la voz quebrada.

Siguió su relato de como al abrir la puerta, los germanos acribillaron a los primeros. Y que mientras las ametralladoras se cebaban con unos, los otros saltaban por los lados del barco. Como tuvieron que correr resguandandose en los obstáculos de la playa y como le habían disparado.

-Me dieron en una pierna y luego en el pecho. En esos instantes, mientras estaba tendido en el suelo y un soldado me arrastraba hacia donde se había parapetado el médico, aprendí dos lecciones que tu debes aprender. La primera es que siempre debes luchar, aunque la vida se te escape de las manos, y la segunda es que tarde o temprano, te acaban disparando. -Y mientras me decía esto se reía suavemente.

En esos instantes comprendí que mi abuelo, ese único superviviente de aquella lancha, tenía razón. En esta vida, ya seas un soldado luchando por un mundo mejor o una persona cualquiera, tarde o temprano te acaban disparando y aunque no todas las balas sean de metal, lo importante es que siempre se debe seguir luchando, aunque parezca todo perdido.

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