Anécdota verídica, le
Sucedió a Remigio René Ghyselink un inmigrante de
Origen belga que llego a Villaguay provincia de Entre Ríos Rep. Argentina con los colonos pioneros en el año 1.882
A su llegada le adjudicaron un lote de tierra de l6 hectáreas al Nor-Este del pequeño pueblo el que tendría unos 1.000 habitantes, y a unos 10 kilómetros del mismo, muy seca del arroyo Villaguay para su actividad como colono En ese tiempo él vivía solo, construyo su casa a unos cincuenta metros de una calle o sendero que corría de Sur a Norte, alrededor de ella plantó árboles de paraísos que con el tiempo, en el verano le proporcionaban una frondosa sombra y mas al fondo un gran viñedo y muchos frutales.
Una calurosa siesta en el mes de enero lo despertó el bullicio de chicos en su patio, desde la ventana de su dormitorio que tenía rejas observó azorado a una docena de gitanitos que capiroteaban agua metidos en el bebedero de los animales. Otros junto a sus madres comían frutas de sus árboles. ¿Qué había pasado? Una caravana de tres o cuatro carretas con gitanos se había detenido en la callejuela desde donde invadieron su casa en busca de agua y sombra.
Salió con prontitud, había gitanos por todas partes, las gitanas le pedían la mano para adivinarle la suerte, lo marearon con charlas y trucos, otras se metieron en su dormitorio, trató de sacarlas de su pieza, cuando lo logro se dio cuenta que lo habían dejado solo en su habitación cerrándole la puerta con llave, por afuera. Así quedó encerrado sin poder salir, los gitanos se hicieron dueños de todo, le robaron hasta la última fruta madura y también el vino y miel que tenía embotellado en el depósito.
El gritaba y maldecía aferrado a los barrotes de la reja, como estaba solo nadie le hacía caso. Los gitanos después del festín y de refrescarse continuaron su camino.
El sol ya se ocultaba cuando pasó por la callejuela un paisano al trotecito en su caballo que al oír sus gritos se acercó y fue él quien lo pudo liberar de su encierro.
Indudablemente los gitanos habrán recordado por mucho tiempo aquel pantagruélico festín. Pero también es indudable que hoy, después de ciento treinta años, evocamos aquella escena con todo el pintoresquismo del ejido villaguayense de entonces, más la desesperada angustia de don Remigio desde una ventana de su pieza
Esta historia fue narrada por la señora María Argento Ghyselink de Ferreira y la señora Berta Ghyselinck de Nuñez
foto contemporanea a la historia de Remigio Ghyselink y lugar aledaño a su propiedad
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