Es inútil perder los nervios, ya vendrán a buscarme. No tengo cobertura, pero curioseo en el móvil. Esta es una foto familiar realizada por mi padre, que digitalicé para inmortalizarla:

                           FFamilia11.png

A medio rollo, abrió la cámara y la luz veló la imagen.

En fin, mientras me rescatan, grabaré algunos recuerdos que ha despertado este singular retrato.

«Tengo marido y dos hijos, somos una familia corriente y nos suceden cosas corrientes. Sin embargo, la familia de la que procedo es muy particular. De niña vivía con mis abuelos, mi padre viudo y mi tío, a  cada cual más extraordinario. Su capacidad de concentración, de entusiasmo por lo que les apasiona es tal que les invalida a veces para la vida corriente. Contaría cientos de historias, pero bastará decir que por su causa estuve a punto de no formar mi propia familia. Sucedió que los padres de mi novio pasaban varios días en la ciudad por un asunto trivial. Naturalmente, mi padre insistió en que almorzaran en casa para conocerlos. Cuando llegaron, fueron conducidos por la criada al recibidor. Se acomodaron allí y escucharon unas voces procedentes del jardín. Con cierta curiosidad se asomaron al balcón y observaron a dos ancianos.

»—¿Tú no notas que con la edad pierdes capacidad? —preguntaba mi abuela.

»Mi abuelo, que además de químico era un bromista, se abrió la bata, bajo la cual vestía un pantalón corto. Como estaba de espaldas, parecía que andaba desnudo. Apuntó a su abultado vientre (no donde mis futuros suegros imaginaban) y respondió:

»—Pues no,  yo con la edad estoy ganando muchísimo más volumen.

»En ese momento pasaba junto al recibidor el gemelo de mi padre, mi tío, actor de doblaje, que ensayaba sus frases y decidió practicar su papel, nadie sabe por qué, con aquellos señores que miraban atónitos el jardín. Los recién llegados, tras saludar al hombre despeinado confundiéndolo con mi padre, atendieron su invitación a sentarse en el sofá. Mi tío les advirtió, dentro de su papel, de que padecía el síndrome de Tourette.

»—Así que ustedes ¡HIJOP(…)!  son ¡CABR(…)ES! de fuera de esta ciudad…

  »­Mis suegros, a punto de no ser mis suegros, estaban aterrorizados. Mientras, mi padre, avisado por la criada, intentaba apresuradamente lavarse las manos en el servicio con tan mala fortuna que pulsó con fuerza la clavija del jabón líquido y se manchó sin darse cuenta el pantalón blanco a la altura de la entrepierna. De inmediato se encaminó al recibidor.

»—Disculpen ustedes dijo, pero he tenido una necesidad muy urgente y he debido ir a aliviarme.

»Los padres de mi novio, con la mirada fija en la mancha sospechosa, no se atrevían a parpadear. Justo entonces aparecí yo y pude aclarar, no sin dificultad, cada una de las situaciones. Ahora podemos….»

—Señora, ¿es usted la que estaba pegando golpes en el servicio?

—Sí, señorita, la puerta se ha atrancado, llevo empujando diez minutos y no puedo abrir.

—Pues claro. ¿No se ha dado cuenta de que la puerta es corredera?…

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