Si ves por la calle un perrito bajo, abundante en pelambre blanca, de suaves guedejas, tripa pegada al suelo tal que peluche arrastrándose, culito bamboleado mientras mantiene orejas en alto y va de un lado a otro olisqueando, ese es Pisco, el scotych de mi hermana.
Pisco es cariñoso, de mucho nervio, acostumbrado a ir y venir, y en eso se parece a su dueña. Difícil saber quién es más inquieto, si la una o su otro, y sobre todo quién ha contagiado a cuál tal desasosiego. Pero como la Piru estaba primero, dedujimos eso de que «De tal humana, tal perruno».
Pisco sabe ganarse el pan con el sudor de sus pelos, por lo que suele tener recursos pido-pido que asombran a toda la familia. Seguirte por donde vayas, acercarse para pegar su hocico húmedo sobre tus piernas, mirarte como si te comprendiera y fuera lo postrero en su vida. En fin, reclamar a cada rato su participación en lo que se tercie. También es capaz de asumir su posición de perro familiar, es decir de periférico casero, y esperar así, con paciencia no siempre infinita, a que los otros decidan sus causas.
Un perrito casero tiene eso, aprender todos los mitos y ritos familiares en un pis-pas. Bueno, en éste caso en un Pis-Co’s. E incluso se adelanta, te incita si el asunto le conviene, es capaz de entenderte más rápido de lo que tú decidas algo, y hasta creo que a veces te da ideas, opciones, para que espabiles de una puta vez. Tanto que llegas a creerte que él es tu mejora amigo, que te comprende mejor que tu novio o novia, y más aún que tu familia y tus profes.
Todo es perspicacia perruna, teatro, necesidad, y encima lo hace con elegancia y simpatía el muy pillo. Es habitual oír a cualquiera de nosotros tratando de entablar una absurda conversación con el pequeñín: -¿Qué hacemos hoy, Pisco? Pero lo tiene claro, se va rápido hacia la puerta de la calle, o se mete en la cocina, que son sus alternativas vitales máximas para tratar de seducirte, y de paso solucionar tu problemática de humano indeciso y negociador.
Y todo eso en veinticinco por treinta y por cuarenta. Un tercio escaso de metro cúbico de masa animada con pelo y orejas. ¡Ah, y rabo! Fundamental en Pisco, y en casi todos los perros que tengan rabo, pero Pisco lo luce mejor, le saca más partido. De todas formas, lo que más nos gusta es que de pronto se detiene en medio de la nada, levitando sobre éste mundo tan material y absurdo, levanta la patita trasera izquierda, y mea al aire, como brindando por ti, o por algún otro que por allí transcurra, mientras vuelves a buscarlo por enésima vez en medio del paseo.
¡Eah, que Dios reparta suerte! Parece decir mirándote, mirándonos. Y sigue con su faena en patitas cortas, de corazón enorme.
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