¡Otra vez el maldito teléfono! ¿La empresa de recobro no se cansa? ¡Qué pesados! Ya dije que pagaría cuando cobrara el paro. Deben pensar que por insistir voy a conseguir dinero antes ¡Ya me gustaría tener un trabajo que me permitiera llegar a fin de mes! A este paso es más probable que me toque la lotería; o mejor aún, que se presente el gato de la Bisa y me diga que soy la elegida. Solo faltaría, que en mitad de la noche, apareciera un gato negro con los ojos redondos y del color del Sol, me mirara fijamente, y comenzara a hablar: «El tercer día, tras la luna llena, acudirás al cementerio a medianoche. Permanecerás quieta hasta que la roca oscura escupa al gran toro negro. Te enfrentarás a él con valor. Te volteará tres veces y la última caerás encima del lugar donde se esconde la fortuna de un antepasado».
Y entonces me dará un infarto y fin de la historia…Tiemblo al recordarlo. La cara de los primos mirando a la abuela una tarde de invierno, mientras ella tejía historias y su voz se colaba entre cadenetas: «Una noche, aquel gato mágico, que en realidad era el espíritu de un familiar lejano, se le apareció a mi madre y la invitó a ir al cementerio. La Bisa no tuvo suficiente valor y el animal juró que regresaría cada cien años para presentarse a alguno de sus descendientes». Nada volvió a ser igual.
Cien años. Ya va tocando, ya. Bueno, también dijo que se le aparecería al más afortunado, osea que no seré yo. Nunca me pasa nada extraordinario, ni especial, ni siquiera cómico. Mi vida es aburrida y común. ¿Me estaré volviendo loca? ¿la monotonía me hace delirar?. No me he drogado, aunque la cruda realidad me invita a la evasión. ¿Se puede saber de qué me quejo? La Bisa sí que fue desgraciada. ¡Aquellas vidas tan sacrificadas!. Debió serle difícil asumir que su propio padre la desheredara junto a su madre por creerla adultera. ¡Pobre Tatarabuela! condenada a unirse a un señor treinta años mayor que ella para echarse un mendrugo de pan a la boca. Años en los que la belleza de una mujer pobre se convertía en una oportunidad para toda la familia. Tiempos de miserias, hambrunas y obligaciones tiznadas de picón, que opacaban el cariño de unos padres y la voluntad de sus hijas. ¡Aquel día de primavera! cuya lluvia limpió de sudor y tierra la carne desnuda de un amor temprano, arrullado por el deseo en las noches oscuras; y que regó de pecado mortal su simiente. No me extraña que la Bisa fantaseara con recuperar aquello que se le arrebató y que en las tardes frías, a la luz del candil, adivinara algún gato en la sombra de su propia tristeza.
Hoy las siento muy cercanas. El alma de la una titila en la llama de esa vela y el espíritu de la otra parece alentar a Nimú mientras acaricio su lomo.
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