MIS MEMORIAS DE AFRICA

MIS MEMORIAS DE AFRICA

Val Nhl

11/04/2014

El nacimiento de un niño no es sólo el principio de su vida, sino la prolongación de la de sus antepasados; todos somos el producto de ecuaciones, conjunciones, azares, casualidades, suerte o infortunios… Nadie nace porque sí… mi madre fue una sorpresa sublime en los peores tiempos y aquí estoy yo para contarlo; 

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Mi abuelo fue distinto, sus miradas no cabían en sus gafas redondas, su mente iba mucho más allá de los bosques Ardeneses, era un explorador nato, un aventurero. Hombre de letras, porque era cartero, cuando le propusieron el Congo Belga como destino no se lo pensó dos veces; embarcó a su familia para una travesía de 2 meses rumbo a África.

En el 39 por primera vez en 5 años y desoyendo los consejos de la familia, volvieron a Bélgica a pasar unos meses de vacaciones… Europa les esperaba convulsionada  y atemorizada por el cataclismo por venir… Llegada la fecha de vuelta, los alemanes ya habían invadido el país, bombardeada la estación; se quedaron sin poder llegar al puerto y al barco que les llevaría hacia la suave seguridad del Congo… tocó quedarse y aguantar la ocupación nazi. 

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Se instalaron en el sótano del hotel de la tía Filomena que había sido requisado por los alemanes como cuartel para sus altos mandos; pasaron de dueños a sirvientes nada más escucharse el paso de la oca sobre los adoquines. Mi abuelo volvió a la oficina de correos.

“En una guerra se trata de sobrevivir sin nunca perder la humanidad, callar no es siempre otorgar”, así que callaron pero mi abuelo no se quedó quieto. Su contribución a la resistencia consistió en abrir cartas y en caso de que fuesen denuncias, tirarlas para que no llegasen a manos del enemigo. Un día leyó su propia delación, tocó echarse al maquis.

Mi abuela no se derrumbó, aprovechando la facilidad de poder pasar los controles para ir  a comprar vituallas para los alemanes, mandaba a mi tía en bici a la granja sin que nadie sospechase que dentro del manillar, la niña llevaba mensajes para su padre y otros resistentes.  ¡En la guerra no puedes pararte a pensar en los riesgos!

Y entonces llegó la noticia menos oportuna; un embarazo en plena ocupación. Como siempre mi abuela siguió adelante sin quejarse, escondiendo su estado entre faja y refajo; para encubrir a su marido del cual se supone nada sabía y también para que no la llamasen frescachona. 

¡Ya les tocará a ellos!   

Así fue, a finales del 43 empezó la debacle. Mi abuela dio a luz en diciembre del 44 en la cama que había dejado el Comandante Schultz unas semanas antes, mi abuelo pudo ver a esa hija inesperada abrir los ojos a un mundo nuevo seguramente mejor y prometió enseñárselo.

Mi madre en Bukavu

Dos años más tarde, mi madre pisó África por primera vez y se enamoró de esa tierra tal y como lo hizo su padre 15 años antes que ella y tal y como lo hice yo 50 años después.

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