– María, el tiempo pasará muy pronto,te lo prometo…ya verás que luego todo esto será una historia que contaremos a nuestros hijos y nietos…Giusseppe intentaba convencer a María que lo miraba desconcertada con sus ojos color miel poblados de espesas cejas.
Finalmente, partió dejando atrás las colinas de Macerata en otoño y a María desecha en lágrimas en el puerto.
Iba tras la esperanza que había transmitido su hermano mayor, Nazareno, que estaba ya instalado en Argentina hacía un tiempo y necesitaba mano de obra para trabajar la tierra.
Trabajaría duramente y volvería con una pequeña fortuna para casarse con María.
El Nuevo Mundo no le ahorraría sinsabores, la vida en el campo sería muy dura, poco descanso, trabajo de sol a sol, la nostalgia de su tierra, de su gente, la imagen de María que intentaba mantener viva a fuerza de mirar la ajada fotografía.
Comenzó a amar a la llanura pampeana tan diferente a su tierra, con ese viento incesante colándose entre los pastizales infinitos, tan diferente a la ondeada tierra italiana con sus campos de olivo y vid.
Finalmente llegó el día, su hermano Nazareno cumplió su palabra, entonces la palabra era ley, entregó una bolsa de cuero con el dinero prometido. Y mucho más que dinero, le dio Nazareno, le enseño a leer y escribir unas cuantas palabras y números , para hacer los libros de contabilidad
El viaje de regreso casi no cuenta en esta historia porque Gisseppe apenas lo recuerda, solo quería llegar a tierra y ver a María esperando en el puerto.
Pero para su sorpresa, no la encontró, tampoco en su casa, ni en la de sus amigas, ni en la plaza.
Un amigo le contó que por la falta de noticias María creyó que él nunca regresaría y bajo presión de la familia, había aceptado casarse con otro joven.La boda se realizaría en breve.
Finalmente María se casó, pero con Giusseppe y al día siguiente embarcaron para Argentina con el resto de la familia.
Se cumplió la promesa del abuelo «José» , sino yo no estaría contando esta historia
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