Es la fotografía más antigua que reposa sobre el aparador y que contemplo cada domingo de comida familiar. Mi hermana Gloria y yo, delante del portal de nuestra casa, con una palma en la mano. Íbamos de estreno, porque era domingo de Ramos y mi madre nunca se saltaba esas tradiciones. Los vestido iguales, de terciopelo oscuro, los zapatos de charol y los calcetines calados, cortos y blancos. Yo acariciaba con una mano, incapaz de dejarla quieta el borde del vestido. Con la otra me llevaba la palma a la nariz, como si fuera a olerla. Mis paletos desiguales y demasiado grandes asomaban en mi sonrisa de niña traviesa. Gloria, firme, con los pies juntos,muy serie miraba de frente a la cámara y sujetaba su ramo entre las manos, como una novia. Era un poco más alta que yo, y no debía tener más que doce o trece años, pero parecía una novia. Todos decían de ella que parecía un ángel. Cuadernos inmaculados, sin renglones torcidos ni tachones, subrayado de rojo lo importante. Prudente, callada, perfecta. Sin heridas cubiertas de yodo en las rodillas, como yo. Casi podría oír la voz de mi madre, rogando que nos estuviéramos quietas mientras mi padre disparaba la cámara.También puedo aspirar el olor a canela cuando entrábamos en el portal. El domingo de Ramos mi madre siempre hacía torrijas de postre. A mi padre y a mí nos encantaban y yo las comía con tal ansia, que siempre me manchaba la ropa con el almíbar. Mamá, enfadada, me llamaba glotona y me decía que comiera despacio, usando el cuchillo y el tenedor, como Gloria. Papá me guiñaba un ojo, mientras se limpiaba con la servilleta.
A pesar de que solo nos llevábamos dos años, nunca tuve una hermana con quien jugar y confiarle mis pequeños secretos. No sé si era culpa suya, pero tenía que hacer un esfuerzo para que no me pareciera una extraña, aunque dormía en la cama de al lado. Aunque nada comparable al que tuvieron que hacer mis padres, ese mismo año, cuando Gloria intentó suicidarse. O como el que aún hace mi madre cada día cuando limpia el polvo a la fotografía y cuenta mentalmente los días, las semanas, los meses que hace que Gloria no la llama.
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