Vehículo. Caballo de hierro, alma de forma y maneras sobre motor irrompible. Aspecto de velocidad en la delantera y erguida posición en la trasera. Envoltorio de acero inmerso en el código de la circulación, sujeto de tráfico rodado . Ávido en sorteo de cola y caravana como página de folio suelto.

Flotador de asfalto sobre mecanismo inyector a chorro de gasóleo, retroalimentación de turbo en tiempos de admisión, compresión, explosión y escape.

Blanco resplandor a ráfagas de leds, halo de luz en mitad de la oscura carretera, un cuadro: radiador de sueños en estado de proyecto y diseño, donde asoma por un rectángulo los dígitos en la geografía el descuento kilométrico; entre parabrisas a divisa. Tragándose un cd devolviendo música; mientras circula en paisajes de montañas puertos y túneles, paso a nivel, vías y autopistas que se deslizan bajo su panza.

Rodamientos sobre ruedas a ensaña en un espacio del tándem: fuerza y sabiduría, se conjuraban invencible.
Sujeto a revisiones periódicas en elevador y taller de revisión de alta tecnología. Utilitario y recogida de pasajeros desplazados sobre progreso e ingeniería, vestigios en la era de memorias.
Vehículo a motor, objeto y pieza, máquina codiciada, exahustiva a la máxima exigencia de alto circuito y coleccionista. Herramienta de viaje, de trabajo, de servicio a pasajes con acondicionamiento de tolerancia, aires y nuevas fragancias.

De inteligencia artificial, automóvil, sorprendiendo de cuando, en cuando se activaba las matemáticas de las casualidades. Aquello no era normal, tanta precisión a velocidad de crucero, después de emprender el viaje con tanque lleno de combustible y detenerse justo después del origen, posándose en la puerta del destino a setecientos veinte kilómetros de distancia, como si hablara de misión cumplida, una vez usado la cantidad exacta, y por defecto del mismo parando con la última bajada del pistón.

Criatura homologada, única en su serie. De visita al desguace interminable, el mismo, donde estaba estática su hermana furgoneta de fábrica que había servido de enlace móvil a emisora radiofónica. Con resultado en la extracción y desmontaje, causa del entretenimiento; entre conectores y clavijas que allí se atesoraba. Conduciendo al entusiasmo, las agujas del reloj, a hora pasada, establecieron un nuevo panorama patente e inesperado ante aquellas puertas que quedaron cerradas.

El despiste se hizo latente como también el cierre del parque inmóvil. Con matrícula y honor el vehículo y conductor quedó encerrado allí dentro. Ya, sin remedio, a plena actividad en el interior de la unidad móvil y por aislamiento en aquel campo extenso, apareció un espectáculo de silencios y al tomar consciencia del paso del tiempo, allí yacía la emisora que dejó de ser para siempre en la cabina adaptada a emisora y gabinete acompañada de chatarras embragadas sobre ruedas, de entre los siniestros.

Giros de volantes, faros en parábolas, lunas crispadas, palanca de cambios sueltas, cárter con cigüeñal descubierto. Chapas seccionadas entre retorcijo de hierros a toda exaltación de voladizo y parachoques en estado de puro y multitudinario óxido. Escapes, espirales en los muelles, juntas de culatas a la intemperie, puertas sin bisagras. Alrededor: el tremendo reposo ordenadamente caótico en la incapacidad de emitir un solo soplo de carbono y monóxido.

Traducción y señales de un cúmulo de despistes, intransigencias, estrés soberbia y prisas; conductas y actitudes, consecuencias y hecho reales de somnolencia contrastes y distracción, o quizás la mala suerte del receptor en el parque automovilístico a uso en cualquiera de la dirección y sentido de algún conductor defenestrado.

Aquel viaje no paraba de rondar en olor de multitudes de los accidentes de la red nacional de carreteras. ¿Qué clase de suerte habrían corrido aquellos conductores?

En la mañana siguiente, ante los operarios de la empresa, perplejidad y celebración en la puesta a punto y bienvenida de la libertad, gracias al día laborable, de haber sido festivo otro vehículo les hubiera hablado.

En el campo de la quietud de las máquinas y cementerio de hierro, sonó el cerrojo de la puerta como un desgarro inoxidable, el chasquido parecido a una pieza musical y de una vez por todas, cruzando el portaje, muy lejos……..tan lejos de ensordecedor rugido del accidente, desde cuando la acción convierte en bestia al caballo de batalla.


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