Despierta a mitad de la noche tras un sueño inconcluso lleno de lagunas e incertidumbre. Sueños nostálgicos que se desvanecían de su mente avejentada sin esfuerzo alguno, nostalgia que permanecía enlazada a su cuerpo a través de lágrimas llenas de melancolía, un sentimiento de los que olvida la memoria pero no el corazón. Aturdido por la hora se coloca de pie lentamente en un impulso por acabar con el resplandor del monitor que había quedado encendido por descuido, regresando a la seguridad de su almohada secaba sus ojos llorosos una vez más. La briza fresca recorría todos los rincones de la habitación hasta toparse con su cuerpo de contextura mediana y brazos anchos cuya piel había una adquirido soltura que aparentaban fragilidad hasta llegar a sus manos tiernas, arrugadas por la vida. Rasgos acompañados por hileras de cabellos blancos y un rostro sereno del cual resaltaba su mirada esquiva y algo perdida. Una vez más despierta en la madrugada, hábito de quienes laboran la tierra a la par del cantar del gallo. Observa con detalle su habitación ver con atención un viejo calendario marcando la fecha, hoy 15 de agosto del 1994. Su verdadero propósito era mantener en el hombre la conciencia del espacio y el tiempo más ya era tarde, para él no eran más que números y letras que en su memoria habían perdido su propósito. Sin embargo esta combinación de números y palabra creaban en él sentimientos de nostalgia reemplazados de inmediato con impulsos de esperanza, simplemente sentía sin saber que lo causaba. Para el resto, su mente se encontraba ajena al mundo que le rodeaba. Con el pasar del tiempo sus recuerdos se deterioraban, había comenzado a olvidar números telefónicos, rostros de amistades y los nombres de varios miembros de su familia. Era algo inevitable.

¡Tun, tun, tun, tun! Golpeteos desde el otro lado de la habitación lo devuelven en sí. -Buenos días don Alberto -exclama una mujer joven mientras entraba en la habitación -Ya está listo el desayuno, le ayudare a alistarse e iremos al salón de actividades. Mientras Tiphany le ayuda a levantarse de la cama observa que sobre la mesa de noche se encontraba una fotografía que nunca le había visto a don Alberto. En ella había quedado plasmada la imagen de una pareja que ya entrada la adultez disfrutaba de su mutua compañía.

-¿Ese es usted don Alberto? -¡Esta hermosa esta fotografía! –Exclamaba la joven mientras observaba con detenimiento a la acompañante de Alberto. Una mujer elegante, toda una señora entre los setenta y tantos años de edad. Baja en estatura pero de huesos robustos, cabellos negros un poco aclarados por el tiempo y su sonrisa perfecta, el atributo que más resalta de aquella mujer, además de su semblante caracterizado por el sosiego. Él comienza a pronunciar palabras sin orden alguno pero al extender sus brazos la joven comprendió que quería ver que había en aquella imagen, al observarla en sus manos una lagrima recorrió por su mejilla porque de no recordar nada acababa de encontrar entre sus memorias instantes junto a aquella mujer que le acompañaba en su fotografía. La joven sorprendida pensó que el problema de memoria no era tan agudo como todos creían, idea que en su mente contradijo con un pensamiento irreal en donde se convencía en esta ocasión de que aquella lágrima que reflejaba una perdida, había surgido por la existencia de recuerdos que no se alojan en la mente pero se graban en el corazón. Al sentir que aquella mujer fue especial en su vida llego a su memoria el plan para volver a encontrarla, solo necesitaría un computador de la de la OCC.

Tras haber ayudado a Alberto a prepararse salieron de la habitación y ambos recorrieron los pasillos hasta el salón de actividades donde todos se reunían a desayunar. Al entrar, Alberto permanecía estar atento a todo a su alrededor, cinco mesas en donde se compartían las comidas del día un área de estar repleto de sillas y mesas destinada a las actividades recreativas y al fondo un gran salón en donde se encontraban las OCC u oficinas de trabajo y áreas de esparcimiento para los voluntarios, repleto de extraños equipos electrónicos, computadores y demás cosas necesarias para organizar. Las puertas de ese salón siempre permanecían cerradas cuando estaba vacío como lo estaba ahora. La joven dirige a Alberto hasta la mesa en la que se ha sentado desde que llegó, toda área conocida le permitía sentirse cómodo. –Llegamos, ya te traerán el desayuno – le decía la joven. Él miraba a su alrededor, por alguna razón sentía que debía encontrar sin saber que necesitaba. Más raro aun no salía de su mente la fecha de hoy, 15 de agosto del 1994 mucho menos le abandonaba de su cuerpo el sentimientos de nostalgia reemplazados de inmediato con impulsos de esperanza, simplemente sentía sin saber que lo causaba.

-Don Alberto buongiorno, su desayuno – dijo una estudiante italiana voluntaria en el centro mientras se sienta a su lado, poco a poco le ayuda a comer, al terminar recoge los platos y los lleva a la cocina. Alberto intenta con fuerzas recordar lo que quería en un principio, a sus espaldas uno de los voluntarios abría la puerta de la oficina, mira hacia atrás alcanzando a ver los computadores y recordó. Necesitaba un computador de la OCC para buscar a la mujer que le acompañaba en la fotografía, es importante, aun así no le recuerda su nombre. Sin dudas, aquel aparato tecnológico actuaria mágicamente con él igual que como trabajaba con los voluntarios, permitiéndoles contactar en incluso verse con cualquier persona con tan sólo sentarse frente al computador. Motivado por la idea de volver a verla se levanta del asiento y se dirige hacia las oficinas, entra a la sala hala una silla y sentado frente a una computadora comienza a analizar a aquel objeto hasta llegar a la angustia no porque haya olvidado como encender ese aparato sino porque nunca había aprendido a utilizarlo.  Busca en el bolsillo izquierdo de su pantalón y saca la fotografía, junto con varias hojas de papel dobladas que coloca sobre sus muslos y luego se deslizarían hasta la silla mientras colocaba la fotografía sobre la mesa, sin recibir respuesta alguna.  

-¿Cómo funcionara el aparato? –Se preguntaba para sí, mientras se le nublaba la mente de apoco. -¿Don Alberto, que hace usted aquí sin avisar? –le pregunta la joven italiana un poco asustada porque no le encontraba por ningún lado. Tras controlar la angustia le dice –Perdóname, ¿Que haces aquí solo?, vamos al patio, es hora de salir, mientras él se resistía entre negación y gritos aferrándose a la idea de poder verla y conocerle una vez más. Todos observaban atentos, mientras Tiphany se acercaba en caso de necesitaran ayuda. Tras varios intentos la estudiante italiana logra que se levante, con lágrimas en los ojos y una mente nublada se dirigen al exterior. Ninguno de los presentes comprendía como una persona con Alzheimer avanzado pudiera sostener algún recuerdo relacionada a algo como una imagen mucho menos a un computador. Acomodando la silla, Tiphany encuentra los escritos de Alberto redactados hacen dos años tras presentir que olvidaría. Decide leerla sin imaginar el pesar que cargaban sus letras…

“15 agosto 1992

Redacto esta hoja hoy porque sé que para cuando leas, si aún conservas la destreza no recordarás quien eres, de dónde vienes o a donde iras. Hoy 15 de agosto el dolor de perderla me clava un puñal, me hiere en la herida. Falleció la flor más hermosa, nuestra esposa Isabel. La nostalgia se vuelve esperanza al estar seguro que través de esos computadores podría volver a verle con ayuda de la magia que solo conocen los más jóvenes. Aprenderás a utilizar esos equipos porque pueden conectar a las personas desde donde estén. Si conservas esta carta guardas nuestro más preciado recuerdo, la fotografía imagen de nuestro amo Isabel. Busca un computador recordando lo que decían en la finca, esas cosas pueden conectarnos con personas desde cualquier lugar, solo así se podrán reencontrar tu desde la tierra y ella desde el cielo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus