Skype-logo12.png“Hay un problema de conexión a internet entre ambos”… “Espera mientras intentamos recuperar la llamada”… “Llamando”…

– ¿Hola? Se volvió a caer la llamada. –Digo entre susurros mientras veo unos segundos de imágenes…

 Skype-logo12.png;cursor: default; height“Hay un problema de conexión a internet entre ambos”… “Espera mientras intentamos recuperar la llamada”…

–¡¡No puede ser!! Otra vez no. Digo para mis adentros.

 Skype-logo12.png;cursor: default; height“Llamando”…

Escucho a través del teléfono, al fondo, la prédica del sacerdote:

–Señor ten piedad de nosotros… Cristo ten piedad de nosotros.

Un coro repite las mismas palabras pero con un sonsonete llano y lúgubre. Parece que me lo dijeran a mí. Aunque poco me consuela, peor es nada.

Skype-logo12.png“Hay un problema de conexión a internet entre ambos”… “Espera mientras intentamos recuperar la llamada”… “Llamando”…

Skype-logo12.png“Su ordenador no tiene capacidad suficiente para llamadas con vídeo, apague la cámara”.

Bien, la apago. No hace falta que me vean.

Me responde de nuevo mi hermano mientras hace un “barrido” de la estancia con la cámara de su teléfono. Alcanzo a ver algunos rostros familiares: mis sobrinas, mi cuñada, algún primo y vecinos. Todos con sus caras largas. Alguno mira… y yo al otro lado… pero no me pueden ver, mi cámara está apagada.

 Skype-logo12.png;cursor: default; height«Hay un problema de conexión a internet entre ambos”… “Espera mientras intentamos recuperar la llamada”… “Llamando”…

¿Pero qué pasará? ¡Esto es increíble! ¡Justo hoy! Mi pequeño portátil ya estaba “sacando la mano” eso lo tenía claro, pero el problema era de la conexión a internet, seguro que en Colombia. Las llamadas no duraban más de dos minutos cada vez, algunas sólo segundos. Lo que hacía crecer mi desespero, angustia e impotencia.

Vuelvo a marcar, se cae la llamada. Pienso: a lo mejor es el teléfono de mi hermano que no va muy bien.

wasap24.jpgMensaje de WhatsApp al “Grupo Familia”:

whatsapp_23.jpg 

«que alguien se conecte a skype que a José no el funciona bien el internet»

Nada…no hay respuesta.

wasap24.jpg Mensaje de WhatsApp al «Grupo Familia»:

whatsapp3.png

 «graben por favor algo. Lo quiero ver, aunque sea después»

Negativo… ¿Quién iba a estar pendiente del WhatsApp en estos momentos? Sólo yo…

Les escribí por Whatsapp a otros dos de mis hermanos y a dos de mi sobrinas que eran los únicos y únicas con Smartphone.

wasap24.jpg Mensaje de WhatsApp a cada uno por separado: 

whatsapp32.jpg

«Por favor graba un video, toma fotos o algo y me lo mandas después»

 Mis insistentes gritos virtuales reflejaban la impotencia de no poder estar allí. ¡Qué mierda! Me repetía con cada desconexión.

 Skype-logo13.png“Última conexión: 20 segundos”.

¡Puff! No puedo más, estoy al borde de la histeria. Me duele la cabeza como si la tuviera oprimida. El dolor baja por la espina dorsal y se extiende por el cuello y los hombros. Me doy cuenta que estoy adoptando una postura encogida, rígida. “Relájate, respira” me digo a mí misma. ¿Con quién más lo podía comentar? Estoy completamente sola… y desolada. En ese momento no podía contar ni con la tecnología, me había fallado… 

Bueno, me consolaba pensar que había podido establecer conexión un buen rato, cuando eran las 8 de la mañana en Medellín y en Madrid las 2 de la tarde. Tuve que esperar todo el día, impaciente, ansiosa, con un nudo en el estómago para poder conectarme a Skype y “estar ahí” de alguna forma, de la única posible… A esa hora llamé a mi sobrina que era la única de la familia que aparecía junto al circulito verde que indica “conectada”. Pude “estar ahí”, mirando, llorando. Tocando la pantalla como si la tocara a ella…

Pude ver su rostro marmóreo, pálido, con rasgos inexpresivos, con la boca tan apretada que ya no reiría ni pronunciaría jamás palabra alguna. Me costaba asociar esas facciones con la imagen que conservaba de ella. Tocaba una vez más la pantalla, casi podía sentir el frío que desprendía su cuerpo, imaginarme el olor de las coronas de lirios y claveles, ese aroma inconfundible de la muerte. Oía el llanto incesante de mi hermana como una música de fondo pero sólo podía concentrarme en mi dolor. La imagen a través del monitor de plasma era la prueba que necesitaba, la que me daba la certeza: el único modo en que mi cerebro podía percibir la realidad de su muerte. No bastaba pasarlo sólo por el tamiz de la razón, tenía que verla por lo menos, ya que no podía tocarla.

Se vuelve a caer la llamada y me muero por dentro. Como quisiera estar ahí. Sigo llorando con un sentimiento que viene desde mis entrañas. No puedo evitar sentirme culpable. “No”, me digo, “no podías viajar, ¿qué vas a hacer? Las circunstancias…” me justifico, aunque tengo razón y mi familia también lo entiende. Pero mi interior está hecho trizas por no poder estar allí, abrazarlos a todos y todas, llorar, verla, tocar su cabecita blanca por última vez…

Una última video-llamada mostraba la marcha fúnebre, pasos en medio de una lluvia pertinaz que la acompañaban hasta su tumba. Llamada caída.

Recibí por el WhatsApp el video que mostraba unas poleas bajando el ataúd a un hueco oscuro y frío en la tierra. Se me heló el corazón, de tan sólo pensar que la estaban arrojando a la soledad. Afuera de la carpa blanca no paraba de llover. Dentro, otra lluvia sobre su féretro: flores blancas que se desharían con ella. Una pala le echa tierra encima y la va tapando poco a poco… se corta la imagen…

Esa fue la última vez que vi a mi madre, o lo que quedaba de ella, a través de un video en mi teléfono. Ya no la vería nunca más, ni siquiera por Skype…

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