Juan ha llegado ayer de su largo viaje, llegó entusiasmado, cargado con su sonrisa inquebrantable y una ilusión que le da un aire de estupidez, es que a veces no se entera. Me ha dicho que viene por ti, porque necesitabas noticias mías, y yo aquí sin el valor para escribirte. Debería haberte dicho hace tiempo que no pude, que no encontré aquello que pensábamos que estaba tan claro, que no está aquí mi lugar ni el de él. Te juro que busqué todo lo que mis fuerzas y mi ingenio me permitieron, pero no lo encontré. No encontré sus ojos azules esperándome, ni su olor, ni su huerto, ni su tierra buena. Aquí todo es abundancia que crece en las aceras, pero aquí la abundancia es propiedad privada y está escrito a cada paso que doy. Que ilusas fuimos, con cuanta claridad veíamos este viaje, cuanto sentimentalismo, y aquí no hay nada, o peor aún hay mucho de otra cosa. No me reconocen, no ven en mí lo propio, no lo encuentran. Las higueras están por todos los caminos, laureles, cerezos, olivos, muchos olivos, pero ninguno como el de él, por eso se debe haber ido añorando quedarse. Aquí en mi retorno, que es el de él, solo encuentro su partida, esa sensación de lo fallido, de lo que parece ser pero nunca es. Hoy te escribo segura de que no es mi lugar aunque también lo añoro, lo añoro a él, a sus cuentos, a su paesaggio, a esos olores que intentaba explicarme.
Dividida eternamente ya no estoy ni aquí ni en ninguna parte. ¿Qué diría el viejo de esto? Quizás solo una sonrisa en su rostro me dejaría reconocer que solo eran cuentos, que no necesitaba venir para verlo. No te preocupes por mí, aquí me quedo, no soportaría volver y cargarme más olvido en la espalda, tú ya verás si te fías de mis palabras o quieres intentarlo. Solo esas noticias tengo para ti, Juan te las llevará contento e inocente, a él no lo atrapará esta melancolía, el viene de visitas, no busca solo mira esta belleza aparente, las higueras, los cerezos, los olivos, de eso hay mucho, pero no nos pertenece.
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