Se apaga la tarde con un sordo chapoteo de sirenas
caracoleando en un mar en calma,
con las olas prendidas en las sedosas
melenas, como cuentas de ámbar,
buscando acomodo en las metálicas burbujas
de las campanas.
Yo no las ví; pero presentía que estaban.
Como lo presentía el buído faro que las llamaba.
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