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No me dijiste que las calles de Alessandria lloran grises lagos que desbordan a borbotones sus adoquines. No me hablaste del eco por el que cada gota rota susurra incesante la fábula de Gagliaudo.

Nunca supe que las grietas mudas de estos muros custodian aún tu primer llanto. Ni de este portón blindado en tiempos pasados que vigila eterno tus amaneceres. Que cada tarde sentada en la estación, esperas…


Sin embargo, lo descubrí… Como te descubro ahora, con el aliento entrecortado y esos vidrios pomposos recorriendo estas líneas. Quince escalones y un mundo hasta que logras abrir el buzón. Tus manos, temblorosas, cubiertas por una invisible capa de escarcha que avanza. Ésta, cabalga voraz mientras cada músculo se entumece a su paso. Tu corazón es el último, y sólo una brisa resta, para que estalle en mil pedazos.

Una explosión de silencio, un momento quieto roto por el caer caprichoso de estas letras. Correrás hasta la puerta. La abrirás cerrando fuertemente los ojos, pues ya sabes lo que afuera te espera. Un instante: ¿por qué una bicicleta?… Y será un suspiro sino menos, cuando sepas dónde te espero, para que vengas con ella…


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Destinatario: Futuro.
Sin dirección ni sello.

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