EXTREMADURA
Anclados mis pies minusválidos en esta tierra en barbecho. Herida por hombres y hombres que por aquí pasan; sin ver ni saber el tremendo dolor que provocan.
El futuro, indefenso, cierra sus ojos verdes y espera hambriento.
Hoy yo, mañana tú… casi todos estamos en la misma cola.
No tenía destino. Cuando todo es lo mismo, ¿dónde ir?… en este mundo no hay más mundos. Jugar a la lotería de la vida como mecanismo de defensa.
Erguido, de cintura para arriba, bajo una lluvia de plomo que me empapa las rodillas y las mejillas. Asustado andén naranja de adioses. Una maleta vacía, por fuera y por dentro, descansa a mi lado. Mi equipaje se escondió y no pude encontrarlo. Mi cabeza dolorida y sedienta espera órdenes.
Todos dicen que merece la pena vivir, pero yo no me lo creo. Solo creo en las plantitas que espontáneamente aparecen entre las losas y el cemento de las áridas ciudades, y en alguna mirada…
Miro mis manos amarillas por otros soles y veo cauces de ríos vespertinos. Mapas transparentes y amarillos.
Mientras tanto, Extremadura sigue creciendo.
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