El impacto  fue tremendo, pero no recuerdo haberlo sentido. Las artes marciales me enseñaron a caer, aunque seguramente tuvo mucho que ver   la reducida velocidad del tren, al paso por  aquella estación sin parada.

Yo no recordaba haber elegido ese destino. Realmente no sabía si la decisión  de tirarme desde el vagón, había sido mía o alguien la había tomado por mí.

Antes de incorporarme levanté la cabeza. Lo que vi,  cortó en seco mis movimientos y ya no pude apartar la mirada. Por las ventanas  de aquel tren saludaban ondeando  banderas de  países de Europa, América, Asia, todas con brillantes colores. No encontré la mía, quizás deslumbrado  por la luz de neón que inundaba los vagones, tan brillante, discontinua  y  que con su parpadeo  hacía bailar las  letras formando palabras  extrañas, que evocaban al arte, la ciencia y también  tecnología.

Al fin pude incorporarme. Desde el andén vi  alejarse el tren y en su  último vagón pintada una enorme cara de expresión interrogante. Siento que me duele algo, pero no por  la caída. Ahora lo veo. Todo es un sueño. Quiero despertarme ¡ya!. 

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