La vi marchar y me quedé allí, inmóvil, incapaz de avanzar en ninguna dirección, con 

una sensación lánguida y voluptuosa que me mantenía indefectiblemente pegado a la 

baldosa. Desde el andén observé cómo subía al tren sin volver la vista atrás, me pareció 

que incluso se sintió aliviada y eso me irritó aún más. Quise pedir ayuda, necesitaba con 

urgencia que alguien me arrancara de ese letargo, y me transportara de nuevo a su lado. 

Volver a ella para seguir descubriendo a cada rato sensaciones nuevas, con una pizca 

de emoción y de dolor. Sabiendo que la necesito más que nunca, ahora que soy sólo un 

despojo de lo que fui. Que volveré a verla subir al tren cada mañana sin poder hacer 

ya nada. Más que esperar. Esperar que un día me arranquen de este mundo y no seguir 

sufriendo. Yo, que no puedo volver ya bajo tu abrigo. ¡Oh, Sandalia, te amé como a ninguna!

 Recuérdame al menos con cariño cuando, un día, retires los restos de este Chicle cansado de tu 

suela y no quede ya nada mío en el mundo.

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