Llevas mucho tiempo sin verlo, la poca comunicación se basa en mensajes, te conformas con pequeñas respuestas, que, aunque no deban, te alegran el día.

Cada noche de regreso a casa en el metro, rememoras la primera vez que lo viste y quieres que el reencuentro sea igual.

Y un día por fin sucede, lo ves emerger de entre la gente… te mira, te sonríe y tú, devuelves el gesto, das un paso adelante y luego otro; la clara muestra de que vas en pos de tu momento especial, y él, a su vez hace lo mismo.

Pero él está en el otro andén y no a tu lado, esto no te detiene.

Tu corazón es el que te guía y te lleva al otro lado tan deprisa como puede. Cuando llegas, la emoción del momento termina y te das cuenta que él evitaba el encuentro, se está alejando, camina con paso firme, por un segundo voltea, te mira con desdén y rechazo, luego sigue su camino.

Desde el andén lo ves desaparecer escaleras arriba y por fin admites la verdad, esa que estuvo ahí todo el tiempo, él nunca tuvo la intención de quedarse.

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