¡Las vías están heladas! Y no son nada cómodas, la próxima vez me traigo una almohada. Bueno, la próxima vez no… Además, no sabía que había tantas colillas en esta estación, qué peste. Fumar mata, dicen las cajetillas, deduzco que los fumadores también quieren morir… ¿Qué hora es? Odio que el tren llegue tarde, y ya pasan diez minutos, me quejaré a la compañía. A ver, y si me apoyo así, con las manos en la nuca… ¡Eh! No me gusta nada como me está mirando ese gato. Los gatos negros dan mala suerte, todo el mundo lo sabe. Y no es que yo sea supersticioso, pero de los gatos no puede uno fiarse. Me recuerda un poco a Lucas, el gato de Laura… ¿No será Lucas? No, no puede ser, está demasiado lejos de casa… Aunque Laura dice que Lucas se escapa a menudo. Y me está mirando fijamente, ahí, desde el andén, como si me conociera… A lo mejor está perdido y asustado. Mmm… ¿Laura? Hola, soy Pablo… Oye, ¿está Lucas contigo?… Ah, que se ha vuelto a escapar… Sí, claro, estás preocupada… No te inquietes, espérame ahí, te lo llevo enseguida… No, qué va, no estoy ocupado…
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