Fui inaugurada el 18 de julio de 1928 en un acto solemne presidido por un rey. Símbolo de una época de esplendor y afán de modernidad, mis instalaciones, ahora abandonadas, se resisten a olvidar tiempos pasados.

He sido testigo de guerras, nido de espías y traiciones, lugar de encuentro y separación. Mis vías sostienen la memoria de los que se fueron, prueba de ello son las flores que reposan medio secas en el andén principal, apoyadas delicadamente junto a la puerta de entrada a un tiempo inmemorial, lleno de presagios de renovación que nunca se cumplieron.

Son claveles, en su día de un rojo intenso, ahora oscurecidos por el paso del tiempo. Su aroma especiado y delicado se ha esparcido acariciando el viento con su fragancia. El silencio que envuelve el lugar sólo es perturbado por unos pasos cortos y lentos, que cada 23 de abril recuerdan unos ojos negros llenos de esperanza que no volverán.<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

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