La estación de Atocha quedó atrás, el artista tenía planeado descender en el primer pueblo donde se detuviera el tren. Llevaba poco equipaje, no quería llevar a cuestas una carga pesada. A su lado viajaba una joven filósofa. Leía, subrayaba párrafos y hacía anotaciones. Suspendió su lectura para preguntarle a dónde iba. El se mantuvo en silencio mientras ella continuaba hablando. Ir a un sitio cualquiera no es perseguir la suerte. Me parece un error decir pasajeros con destino a X como si fuera un programa de vida. Elegir un lugar a donde dirigirse, tomar un rumbo, es sólo transitar en el tiempo y en el espacio. Afirmaba no creer en el futuro. Si existe ¿Quién lo escribe? Tú eres quien lo vive, insistía. Supongo que nuestra libertad consiste en decidirlo. No está grabado en las líneas de las manos… El artista escuchó el anuncio de la escala esperada. Le comunicó a la joven filósofa que ahí bajaría del vagón. Desde el andén la vio alejarse. Hizo un movimiento con la mano izquierda para despedirse de ella. Hubiera querido darle una respuesta. Hubiera querido continuar el viaje. Quería quedarse ahí, en la primera parada.  

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