“Cuenta la leyenda, de una pequeña alma que con solo ver su mirada…
Era capaz de despertar a las almas adormecidas”
Lautaro viajaba a su trabajo. Como todos los días, en el subte línea A.
Rumbo a la estación Lima, realizaba una combinación con la línea C, que lo llevaría a la estación Constitución.
Y de ahí se tomaba, el colectivo línea 98 que lo llevaba a Barracas.
Al subir a la formación pudo sentarse en uno de los asientos de madera, clásico de esa línea.
Ya que poseían vagones de los años 30s.
Al sentarse pudo divisar los rostros de los pasajeros, estos poseían cara de no estar en ningún lado…
Cada uno inmerso en su propio mundo…
Como si se encontraran en un eterno transe, estos se movían al ritmo de la formación. Estas personas no se daban cuenta de la atenta mirada de Lautaro tenia hacia ellos.
El, había cometido más desaciertos que aciertos en su vida.
Realmente había hecho todo “al revés” de lo establecido.
Quedando siempre solo, ante estas acciones.
Cada día que pasaba, su alma se encontraba cada vez mas vacía.
Sentía la completa indeferencia de las personas.
Notaba que cada uno estaba inmerso en sus propios problemas.
Viajaba casi siempre con los mismos rostros, todas las mañanas.
Los mismos vendedores ambulantes de siempre…
Había un niño que siempre subía a la formación, dejando estampitas de santos en el regazo de los pasajeros de turno…
Este chico siempre, se encontraba descalzo, detalle que impresionaba y mucho a Lautaro.
Tendría alrededor de unos 6 años de edad.
De aspecto muy desarreglado, expresaba el más profundo abandono de su alma.
Parecía estar solo en este mundo…
Sin que nadie le importase en realidad, si estaba ahí con sus ojitos tristes.
Así transcurrieron los días, con las mismas miradas indiferentes y asco de los pasajeros hacia el niño.
Un día, de tantos, este hombre en pena, sin darse cuenta, tenia a este niño frente a el. Mirándolo fijamente, tratando de decirle algo con su mirada, tal vez la intención del niño, era despertarlo del letargo en el que este se encontraba
El chico toco su mano y Lautaro, sintió un inmenso escalofrió en todo su cuerpo, en su alma., comenzó a ver una sucesión interminable de imágenes de toda su vida…
Donde le mostraba, como si estuviese en un cine, secuencias de toda su infancia…
De las carencias que paso cuando era chico.
De los maltratos del que fue victima.
El abandono de sus padres.
Esta serie de imágenes le mostraban…
Todas sus tristezas vividas…
Todas sus miserias…
Y la patética vida que estaba llevando hasta ese momento.
Y también le mostraba como seria la culminación de sus días, en completa soledad, sino cambiaba el curso de su vida.
Al ver todo esto, el niño le soltó la mano.
Y el hombre volvió en si, salio del transe en el que se encontraba, vio automáticamente la tierna mirada que el chico le regalaba.
El niño se acerco a el, y le dijo algo en el oído…
Este lo miro al terminar de escuchar lo que le decía y sonrió junto con el.
Lo abrazo y sintió que esa almita la sentía como si fuese su propia alma, su cara le era muy familiar.
Lautaro tomo su bolso, busco en su interior; recordaba que tenia el almuerzo en un tapper, que no había comido.
Cuando volvió la mirada para entregarle la comida…
El niño había desaparecido.
No entendía nada de lo que estaba ocurriendo…
Como había podido así sin más, desaparecer, con la formación en marcha.
Se levantó del asiento buscándolo en todo el vagón.
Pero el niño ya no se encontraba allí.
Habrá sido una ilusión?
Se preguntaba el mismo.
El hombre bajo al detenerse el vagón en plaza Miserere.
Y se quedó pensando varios segundos todo lo ocurrido…
Este sonrió, viendo como él se alejaba desde el andén la formación…
Siguió su camino a las escaleras mecánicas para tomar el tren que lo llevaría a su casa…
Mientras subía, recordó, esa carita del niño era igual a la suya el cuando tenía 6 años.
A partir de ese día, algo había cambiado completamente en su alma.
Que le dijo el niño a Lautaro?
Algunos se animan a decir…
Que las palabras fueron:
“Todavía estas a tiempo”.
“Todavía estas a tiempo”.
Autor: Dr. Lazurus Kilyx.
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