Domingo por la noche. Él se va a dormir con la decisión de preguntarle su nombre la próxima vez. Tantas veces la ha visto como tantas veces ha querido cruzar con ella al otro lado de sus sueños. La próxima vez se atreverá a dejar pasar su tren, a cruzar el paso subterráneo que separa sus destinos, a preguntarle su nombre. Recuerda el primer día que la vio y supo que era la mujer de su vida. En dirección contraria, en el andén opuesto, en el tren equivocado. El amor de su vida de lunes a viernes a la misma hora.
Le despiertan los ruidos en la escalera. Gritos, llantos, carreras. Disparos. Caminan obligados hasta llegar a la estación. Los andenes están llenos. De miedo. El tren espera. La busca y por primera vez se alegra de no verla al otro lado del andén.
Llega su turno. Vagón cuarenta y nueve. Antes de subir vuelve a mirar sin querer encontrarla. La ve. Se cruzan las miradas por última vez y ella le sonríe por vez primera desde el andén de los sueños rotos. Otra vez sus trenes con diferentes destinos. El de él a Auschwitz. El de ella a Mauthausen.
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus