Desde que te conozco llevo trabajando día y noche sin darme un respiro. ¡Me ha llevado tantos años – tantos desengaños – el cambiar todos los caminos que salen de tu casa para que, sin que te des cuenta, te lleven hasta mi puerta! Ahora que he terminado, tengo la sensación de haber perdido el rumbo. Sobre todo porque me obsesiona y horroriza la sospecha de haberme equivocado. Sobre todo ahora, cuando me asomo a la ventana y veo que me he dejado abierta la puerta de la estación…
Desde el andén tú me miras con ojos que preguntan. Yo te digo escribiendo en el aire con un dedo que te quiero, que te quiero volver loco y llego a tiempo de subirme al último vagón del último tren que abandona mi laberinto de alcantarillado y nos aleja juntos hacia tu puerto.
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