«QUÉDATE CONMIGO» decía la nota que encontré sobre la bicicleta roja frente a la casa.
Cansada luego de caminar desde la estación, como cada día luego del trabajo, tome un baño, me vestí con ropa cómoda y con sus colores favoritos, me dispuse a esperar que llegara recostada sobre la grama del patio. Hicimos una cita en los sueños donde siempre acordábamos encontrarnos al despedirnos.
Mis ojos empezaron a cerrarse y su mano acariciando mi cabello me recordó que hoy nos veríamos. Desperté, sintiendo que allí había estado. Al abrir los ojos vi el humo del tren, comprendí donde era la cita pues el tren pasa solo una vez en las tardes y calcule que aun corriendo no llegaría. Recordé la bicicleta roja y entendí que la había dejado para mi.
Pedaleando con todas mis fuerzas, llegue a la estación y desde el anden pude ver un tren muy brillante con un solo vagón. Pasó despacio sin detenerse y por la única ventana abierta asomó apenas el rostro, inclinó su cabeza para luego dedicarme una sonrisa, un guiño desde su mirada azul y extender su mano invitándome a un futuro encuentro.
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