Acurrucada de espaldas a la puerta, frente a la ventana, noto como se me eriza la piel de los muslos, el vello de mi brazo derecho y la pelusilla de la nuca al paso del ventilador, que con su soporífero ronroneo me acaricia con pausadas y suaves ráfagas desde las arrugas de los tobillos hasta detrás de las orejas. Y pienso desde el andén del sueño, que el tren ésta vez podría venir con retraso, la noche aquí es preciosa: Puedo oír el viento azotando los banderines, las primeras notas de la orquesta, oler el algodón de azúcar, saborear el caramelo de una manzana, recorrer los puestos de artesanía, notar las manos pegajosas, y… ¡No hablemos de la luz! esos haces difusos que se cuelan en mi cuarto a través de la persiana para quedarse quietos como el diente de león se nos pega al suéter por no seguir volando. Esferas de algodón azul, naranja, verde, violeta, blanco, suspendidas en un firmamento vertical que se altera con un guiño. Ojalá pudierais verlo con mis ojos, los de un miope.

Último aviso – ¡Pasajeros al treeen!

Cierro los ojos, nublo de pestañas el cielo, eclipso las estrellas.

Buenas noches.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus