Todos se han ido. A las maletas, rebosantes de playa, sol y aftersún, no les cabe un bañador más. Ha sucedido en apenas un instante. Un universo atestado de bultos –con patas, con ruedas, con piernas- se ha mutado en un páramo vacío. Los he visto partir desde el andén, gozosa por la anchura que el insólito paisaje me depara. Soy la reina de la creación. Llega un tren. Decido no subir. Regreso a la escalera mecánica. Arriba y abajo, arriba y abajo. Puedo estarme así todo el tiempo que decida. Bajo; tomo asiento, leo. Llega un nuevo tren; apenas unos cuantos fantasmas dentro. No subo. Prefiero esperar al siguiente. ¡El mundo es mío!
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