La noche anterior había guardado todos sus lastres. Los  dobló a modo de despedida y etiquetó a cada uno con un rótulo. A algunos les pegó  el cartel de frágil, a otros les puso solo el  nombre y a muchos nada. Casi cincuenta años para decidirse.  Desde el andén arrojaría la valija y , liviano entonces, empezaría a andar sus sueños.

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